¿Lehman?... ¿Qué le pasó a Lehman?
Nadie podía imaginar que una entidad del tamaño de Lehman Brothers podría desaparecer del mapa de un día para otro. Y cuando sucedió, el caos se apoderó del mercado y los índices de riesgo se dispararon a niveles impensables.
Ocho meses después de aquel acontecimiento, punta del iceberg y al mismo tiempo detonador de lo que vino después, parece que todo ha vuelto a la normalidad. Al menos es lo que reflejan los indicadores de riesgo del mercado, que cotizan en estos días a los niveles pre-Lehman.
El más llamativo es sin duda la Bolsa, que acumula una subida superior al 36% desde los mínimos de marzo. Y con ella se han disparado las entidades financieras, que han recuperado enteros, en un clima de mayor confianza.
Pero más allá de la Bolsa, hay una multitud de indicadores que han vuelto a la normalidad, que han recuperado los niveles previos a la quiebra de Lehman e incluso se encuentran en niveles aún inferiores.
El líbor a 12 meses, el índice interbancario de referencia en el mundo anglosajón, cotiza estos días en el 1,58%, el nivel más bajo desde enero de 2004, frente al 4,5% de septiembre de 2008. El euríbor, referencia hipotecaria en la zona euro, cotiza en el 1,6%, mínimos históricos. El índice al que están dispuestos a prestarse dinero los bancos llegó a alcanzar el 5,5% en octubre.
Detrás de las caídas de estos dos índices toma una importancia primordial el papel de los bancos centrales, que han aplicado políticas monetarias ortodoxas, de intensas rebajas de tipos -hasta el 0% en el caso de EE UU, por ejemplo-, y otras más heterodoxas consistentes básicamente en imprimir dinero nuevo e insuflarlo en el mercado. Es decir, que los bancos centrales han inundado de liquidez el sistema financiero para evitar su colapso.
Y ahí está la clave del descenso abrupto de los indicadores de riesgo. Cuando se produjo la quiebra de Lehman, el mercado puso en precio la posibilidad de un colapso del sistema; lo que disparó los indicadores de riesgo, tumbó los mercados de valores y provocó un flujo inusitado hacia los activos sin riesgo. Pero tanto los bancos centrales, a través de políticas monetarias, como los Gobiernos, a través de políticas fiscales, echaron el resto para evitar el colapso. Desde el mes de marzo se han comenzado a ver los primeros signos positivos de esa intervención.
"La gente quería meter el dinero bajo el colchón, daba igual la rentabilidad", comenta Joaquín Casasús, socio director de Abante. "De repente, todo el estímulo hace que cambie la prioridad. Descartado el colapso se buscan alternativas rentables a la deuda pública, que no ofrece casi nada".
Y así, los indicadores de riesgo se han ido relajando. El Vix, el índice de volatilidad del S&P 500, ha caído por debajo del 30%, desde el 80,86% del noviembre. El Ted Spread, el diferencial entre las tasas de interés de los préstamos interbancarios y las letras del Tesoro en EE UU, cotiza a niveles de julio de 2007 en el 0,58%. En el peor momento llegó al 4,6%.
"Todo va muy rápido, como lo fue la crisis financiera", comenta en una nota José Luis Martínez, estratega de Citi. "Es complicado seguir los acontecimientos y mucho más hacer predicciones. Pero una cosa es clara: han sido las medidas de las autoridades, medidas extremas, las que lo han logrado. ¿Hasta cuándo se pueden mantener?".
Se habla de brotes verdes en la economía, pero los expertos son conscientes de que queda mucha recesión por delante. Lo bueno, lo que reflejan los índices, es que el sistema no ha colapsado. No de momento.