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Análisis

Dinero público para evitar el jaque mate a la banca

La nacionalización total o parcial de la banca mundial es ya un hecho. Los expertos creen que estas medidas necesitan tiempo para surtir efecto.

Los parches que pusieron los Estados al sector financiero tras el estallido de la crisis, con la implantación de una amplia batería de medidas para garantizar el acceso a la liquidez, el incremento de las garantías por los depósitos o algunas tímidas inyecciones de capital para restaurar los balances, han resultado insuficientes. La entrada in extremis del Gobierno de EE UU en Citi, del que controla ya el 36%, la última ayuda de otros 23.830 millones a la aseguradora AIG y, como colofón, el aumento de la participación del Estado británico en Royal Bank of Scotland, donde controla ahora el 84%, configuran los tres últimos ángeles caídos entre los gigantes del sistema financiero internacional. Por si fuera poco, HSBC, hasta hace una semana uno de los supervivientes de esta tormenta, ha anunciado que ampliará capital en 14.125 millones. De momento, España es uno de los pocos países que permanece ajeno a este hundimiento del modelo bancario actual, aunque ya han comenzado a oírse las primeras voces que reclaman también la necesidad de una intervención pública para evitar males mayores.

Los expertos consideran que en este proceso de nacionalización parcial o total de la banca ya no tiene marcha atrás, debido a la magnitud que ha adquirido la crisis. 'Es necesario salvar la función vital desempeñada por los bancos en la economía y, con ello, ayudar a sacar a las economías mundiales del desastre', explica Javier Suárez, del Centro de Estudios Monetarios y Financieros (Cemfi). Este economista añade que 'cuando salgamos de esta situación, los bancos que hayan sobrevivido, rescatados o por si solos, seguro que son distintos y esperemos que mucho más fuertes. La banca del futuro se parecerá más al modelo tradicional de 'originar para mantener' que conocemos en España que al modelo de 'originar para distribuir' que condujo a este desastre'.

Para Robert Tornabell, profesor de banca y finanzas y ex decano de Esade, 'la crisis bancaria mundial sólo tiene una solución: ningún país puede tener bancos zombies, que no son ni vivos ni muertos, y sólo pueden sobrevivir, entre los poco capitalizados, los que se nacionalicen. Las fusiones de bancos no dan ni liquidez ni mejoran la solvencia'.

Los Gobiernos, por su parte, han mostrado su absoluta disposición a utilizar los fondos que se sean necesarios de las arcas públicas para impedir que se repita otra bancarrota del calado de la protagonizada el pasado septiembre por Lehman Brothers, cuya caída aceleró el contagio de las turbulencias a otros sistemas financieros.

La desconfianza ha llevado a los mercados a descontar que serán necesarias nuevas recapitalizaciones, con el consiguiente aumento de la presencia de los Estados en las entidades que están más debilitadas. Un nerviosismo que se ha traducido en un severo castigo a las cotizaciones, sin ningún tipo de discriminación, del sector financiero.

La firma Internacional de Gestión Financiera indica que, mientras que el pinchazo de la burbuja tecnológica provocó la destrucción de 2,8 billones de dólares de capitalización (ver gráfico), la caída de valor bursátil del sector bancario durante esta crisis asciende ya a los 4,6 billones de dólares. 'Un tamaño e importancia que anuncia cambios más profundos en el sector financiero', explican.

Los expertos aseguran que las medidas son acertadas, pero es necesario un periodo de maduración para que surtan efecto. 'No volverá a suceder algo igual a la caída de Lehman; se está haciendo todo lo posible para ello. El sistema está intervenido y no hay otra opción. Pero la implementación de las medidas necesita tiempo para ver su impacto', comenta Pablo García, responsable de renta variable de Oddo Securities.

Según Javier Suárez, los planes de rescate sí están teniendo efecto, aunque no sean el milagro que algunos esperaban. Suárez señala que se ha conseguido en primer lugar disipar el pánico entre los clientes de las entidades y demás acreedores, como los titulares de bonos, algo extremadamente importante en estos momentos. No obstante, añade que parte del nerviosismo que se ha propagado entre los inversores podría contenerse si los Estados concretaran el diseño final de las ayudas. 'En EE UU no se han perfilado los detalles de la solución banco bueno/banco malo o la que sea, lo que ha producido una genuina incertidumbre añadida entre los accionistas de los bancos y el resto de inversores que no ayuda nada a mejorar la situación', indica.

Una vez reparados los balances bancarios, el siguiente paso será evaluar los daños causados por este ciclón financiero e intentar recomponer de las cenizas el sistema. Los primeros perjudicados son los accionistas, ya que el desembarco de los Estados en las entidades llevará como primera consecuencia la eliminación de los dividendos. Pero no será la única. 'Las aportaciones van ligadas a un cierto grado de dilución de los accionistas preexistentes. En los casos más extremos, el Estado puede rescatar un banco dejando a cero el valor de las acciones preexistentes y aportando todo el capital necesario para su continuidad, con el Estado como único accionista hasta una posterior reprivatización. Esto es, a grosso modo, lo que ocurrió con la intervención de Banesto', señala Javier Suárez. Y, por último, los contribuyentes, que serán al final los que tendrán que pagar la factura de esta crisis.

El nuevo modelo bancario supondrá, a juicio de los analistas, un regreso a algunos de los esquemas del pasado. Pablo García apunta que 'habrá una disminución de la bancarización de la economía, los riesgos asumidos serán menores y se crecerá de una forma más lenta y segura, como hace 15 años'. También supondrá una brusca reducción en el número de jugadores y cambios entre los primeros espadas, con la pérdida de hegemonía de los gigantes bancarios estadounidenses, el epicentro de las turbulencias, y el emerger de entidades que hasta ahora no figuraban entre los primeros diez puestos del ranking mundial.

El caso de Citi es el más llamativo. La entidad, que además de recibir el apoyo estatal se encuentra en proceso de venta de activos para sobrevivir a la debacle, tenía una capitalización de 245.512 millones de dólares en 2005 y ahora vale sólo 5.600 millones, casi una séptima parte del importe que el Estado le ha inyectado. En este periodo, Santander ha pasado de 82.258 millones de euros de hace tres años a contar con una capitalización de 33.764 millones, lo que le sitúa como el tercer grupo bancario mundial.

Sin embargo, y a pesar de que todos los expertos consideran que el sector financiero español goza de mejor salud que el resto al haberse mantenido al margen de la comercialización de los productos denominados subprime (de alto riesgo) y estar sometidos a unos controles más estrictos de solvencia por parte de los supervisores, no se descarta que al final sea inevitable la intervención de las autoridades para impedir alguna quiebra. 'Creo que en España también va a ocurrir, al igual que pasó con Lloyd's y otros bancos británicos. Ya sucedió con Banesto en 1993. El problema es que entonces dos grandes bancos (Santander y BBVA) pujaron por esta entidad y ahora sería más difícil encontrar un comprador. Por otra parte, si el Estado entra en el capital de cualquier entidad lo aconsejable es que estuviese el mínimo tiempo posible; no más de un año', señala Manuel Romera, director del sector financiero del Instituto de Empresa. Una posibilidad para la que el Gobierno ya ha manifestado está preparado y que podría contar con un precedente en breve si finalmente se decide inyectar dinero en la fusión de Unicaja y CCM.

Las cifras

37.815 millones de euros ha desembolsado Reino Unido para recapitalizar su sector financiero, la cifra más elevada en Europa.

1,5 billones es la cantidad que EE UU prevé destinar a los bancos en esta crisis.

4,6 billones de dólares de capitalización ha perdido el sistema financiero. Con el pinchazo de la burbuja tecnológica, la destrucción se cifró en 2,8 billones.

El ejemplo sueco de una toma de control rápida y efectiva

Con la entrada en el capital del gigante con pies de barro Citi, el Gobierno estadounidense ha tenido que esforzarse en negar las acusaciones de nacionalización, un concepto maldito en el país epicentro mundial de la economía de libre mercado. Pero la gravedad de la crisis financiera actual trae a la memoria otros precedentes en los que los Gobiernos no se anduvieron por las ramas a la hora de tomar el control de una banca claramente insolvente.El ejemplo de mayor éxito es el de Suecia, que en 1991 y 1992 se enfrentó al estallido de una burbuja inmobiliaria que puso en la picota al conjunto del sistema financiero del país. La tasa de desempleo, que en 1990 era del 3%, se multiplicó por cuatro en tres años.El gobierno escandinavo tuvo claro desde el principio que, a cambio de las ayudas públicas, las entidades beneficiadas debían renunciar al capital privado y dejar paso a un accionariado público, con voz y voto. El ejecutivo sueco decidió exigir a los bancos que limpiaran sus balances antes de acudir a las inyecciones de capital público. Para ello se ocupó de garantizar todos los depósitos bancarios y las deudas de todas las entidades financieras del país, creó una institución para supervisar a las entidades necesidades de capital y otra para la venta de activos, en especial inmuebles. De este modo, quienes acudían al rescate del capital público eran sin duda las entidades más necesitadas y las que no tenían más opción que aceptar la gestión del Estado. Al final del proceso, el coste del rescate bancario fue el equivalente al 2% del PIB sueco, después de los ingresos de la venta de activos y de las salidas a Bolsa de los bancos ya saneados.México ofrece el ejemplo contrario, en el que la banca eludió su labor de conceder créditos ante la benevolencia de las ayudas públicas. Y Japón dilató el saneamiento de su banca y con ello la salida de la crisis. Ahora, la dificultad está en abordar con acierto un problema bancario cuya escala no es nacional, sino planetaria.

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