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Columna
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Productividad y negociación colectiva

José Carlos Díez

Desde la crisis energética de los años ochenta, los países de la OCDE han hecho esfuerzos para vincular la negociación salarial a los márgenes de las empresas y a la inflación esperada para evitar las espirales inflacionistas que tanto daño hicieron sobre el empleo y el nivel de vida de los ciudadanos. En España, el diálogo social ha sido muy eficaz en la última década y es una variable determinante para explicar el intenso ciclo expansivo que ha disfrutado la economía española. Aunque el crecimiento de la productividad ha sido mínimo, los salarios reales, en media, apenas han crecido evitando una espiral inflacionista que habría acortado la duración del ciclo expansivo y creación de riqueza.

Por esta razón, los sindicatos quieren aprovechar el actual repunte de la productividad, que indica la contabilidad nacional, para recuperar la capacidad adquisitiva y el peso de la masa salarial en la distribución de la renta. En el gráfico se puede observar cómo el comportamiento anticíclico de nuestra productividad se explica exclusivamente por la dinámica del sector de la construcción. æpermil;ste ha registrado caídas de la productividad desde 1997, salvo en la corrección cíclica de 2001, y ha lastrado, pues, la productividad total de la economía.

Sin embargo, desde que el sector comenzó a ajustar su nivel de empleo y a frenar en seco la actividad, está aflorando productividad, cosa que a su vez distorsiona el dato agregado de la economía. De hecho, la productividad en la industria y en el sector de servicios de mercado está prácticamente estancada y es tan sólo el repunte de la construcción el que explica la mayor parte del incremento de la productividad total de la economía.

Aunque es cierto que el sector de la construcción ha estado contratando mucho empleo con baja cualificación que tendría un efecto composición negativo sobre la productividad media del sector, la realidad es que los tiempos de entrega de las viviendas son cada vez más cortos y en la obra pública la incorporación de maquinaria sofisticada ha incrementado significativamente la productividad por ocupado, por lo que es difícil justificar la caída tan brutal de la productividad que indicaba la contabilidad nacional en la fase expansiva del ciclo y, por lo tanto, tenemos que entender que estamos aflorando ahora, en el proceso de ajuste de empleo, productividad oculta de años anteriores.

No obstante, la masa salarial es igual al empleo por el salario por ocupado y la relación funcional de la demanda de empleo y el salario real, descontado la inflación, es negativa. Por lo tanto, un incremento de salarios reales que no vaya acompañado de un aumento de la productividad de la empresa o sector afectado tendría un efecto negativo sobre el empleo e intensificaría la recesión.

El argumento sindical de que los trabajadores no deben pagar el coste de la crisis es lógico. La realidad es que los salarios han contribuido a contrarrestar los desequilibrios de la economía a diferencia del ciclo de los ochenta. Un sistema de negociación colectiva que fija la subida salarial sobre la inflación prevista, por ejemplo el 2% del objetivo de estabilidad de precios del BCE, es un mecanismo de prevención de inflaciones galopantes, pero también reduce los riesgos deflacionistas, por lo tanto es oportuno seguir activándolo ante una crisis de caída de la demanda efectiva y sobreendeudamiento como la actual.

No obstante, un aumento del salario real vinculado al aumento de productividad que indica la contabilidad nacional intensificaría la destrucción de empleo y amplificaría la recesión. Además, tendría efectos perversos sobre la morosidad de las familias que pierdan el empleo y sobre la capacidad de nuestra economía para hacer frente a sus pasivos exteriores, lo cual amplificaría la restricción de crédito y alargaría el horizonte de recuperación de nuestra economía.

Personalmente coincido que la solución de la crisis financiera pasa por que en el próximo ciclo expansivo los salarios de los países donde más ha aumentado el endeudamiento familiar, entre los que se encuentra España, recuperen capacidad adquisitiva y peso en la distribución de la renta, pero la prioridad a corto plazo tiene que ser mantener el empleo y evitar el cierre de empresas y como decía el clásico, 'a largo plazo todos muertos'.

Poner un suelo a la recesión es la prioridad y todos y cada uno de nosotros debemos actuar racionalmente y asumir nuestra responsabilidad social. Nadie debe olvidar que esto es una crisis de deuda y la deuda en España es privada, por fortuna el Estado redujo significativamente su endeudamiento en los años de bonanza y eso, junto a nuestra pertenencia al euro, está evitando que la crisis sea aún más dramática de lo que está siendo.

José Carlos Díez. Economista Jefe de InterMoney

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