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Columna
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Conservemos la Fed

José Carlos Díez

Este año que termina pasará a la historia económica como uno de los peores años del siglo XXI. La crisis financiera ha hecho estragos sobre la riqueza y la capitalización del sistema bancario mundial, ha activado la restricción de crédito y si no se frena acabará llevando a las economías a la deflación de bienes y, en el mejor de los casos, al estancamiento a la japonesa. Durante todo el año, los inversores y la opinión pública han estado ansiando ver la luz al final del túnel y la luz siempre ha sido el tren que nos arrollaba. El último, el escándalo Madoff, que es un AVE que ha descarrilado en la Quinta Avenida de Nueva York.

La primera en hacer un diagnóstico de la gravedad de la situación fue la Fed que comenzó a actuar decididamente en agosto de 2007. En marzo, tras evitar la quiebra de Bear Stearns y bajar 1,25% los tipos de interés en 10 días para evitar el colapso de las Bolsas y los mercados de crédito, tuvieron que soportar las críticas de lo más recalcitrante de la ortodoxia económica de ser unos pirómanos que azuzaban el incendio.

Como siempre sucede cuando cambia -nos enfrentamos a un cambio de paradigma-, la realidad ha convertido a los otrora ortodoxos en tolomeicos. La excepción fue la quiebra de Lehman Brothers, un error histórico de la intervención pública, en el que la Fed necesitaba la ayuda del Tesoro para que alguna otra entidad asumiera los pasivos de Lehman y aún no se conoce en detalle quién fue el máximo responsable de la decisión.

En su última reunión, la Fed ha decidido bajar sus tipos de interés a cero, lo cual supone una representación fiel de la teoría general de Keynes de que cuando una economía está entrampada en la liquidez, la política monetaria deja de ser efectiva para influir sobre la actividad económica. Sin embargo, la denostada innovación financiera ha dejado algo obsoleta la gran obra del famoso lord inglés y abre un nuevo abanico de posibilidades a la política monetaria.

Por fortuna para el mundo, a los mandos de la Fed está Ben Bernanke, el economista académico que más y mejor ha estudiado la deflación y sus efectos depresivos sobre la actividad económica. Influido por Irving Fisher, el gran teórico de la deflación, Bernanke es consciente de que la trampa de la liquidez provoca un desplome de la velocidad de circulación del dinero y que o se compensa con una variación equivalente del dinero en circulación o necesariamente tendrá que caer el nivel de precios, el número de transacciones o ambos a la vez.

Los tipos ya están en cero y no hay más margen de actuación. Ahora, la Fed depende de la demanda de liquidez de los bancos en sus subastas para determinar la cantidad de dinero en circulación, por esa razón ha anunciado la compra de activos en los mercados de titulizaciones o de deuda pública para mantener el control monetario. La recesión contrae la demanda efectiva, ahuyenta a la oferta de crédito y reduce la demanda de liquidez de los bancos, profundizando la deflación y la recesión. Para evitarlo, la Fed comprará bonos de titulización o deuda pública directamente en el mercado. A cambio de bonos, inyectará liquidez en el centro del sistema económico y financiará la concesión de hipotecas, vía titulizaciones, poniendo suelo a la deflación del precio de la vivienda, o el gasto público que si es eficiente ayudará a compensar la destrucción de empleo y a reactivar el flujo circular de la renta para sacar a la economía de la recesión.

El diseño de la intervención es magistral y la única duda que surge es: ¿está justificada la intervención? Los indicadores adelantados anticipan una contracción del PIB en EE UU próxima al 4% trimestral anualizado en el actual trimestre, la recesión mundial hundirá el precio de las materias primas y de los bienes industriales y EE UU importará deflación, especialmente de China, que ha comenzado a devaluar su moneda. La crisis se une a la pérdida de competitividad en varios sectores claves, especialmente el automóvil, y la restricción de crédito impide que otros sectores tomen el relevo y mantengan elevado el crecimiento potencial de la economía. Las Bolsas siguen cayendo, los diferenciales de la deuda corporativa aumentando, el precio de la vivienda hundiéndose y los bancos descapitalizándose.

Con el enfermo al borde de un paro cardiaco, todavía hay quien propone no usar el desfibrilador por si provocamos quemaduras en su torso. Si inundando el sistema de liquidez reaparecen las presiones inflacionistas, benditas sean, ya que serán la señal de que se ha revertido el paro cardiaco. Para que vuelva la inflación, el Tesoro tendrá que seguir capitalizando los bancos y reinflando la economía, vía gasto público, para compensar la caída de la demanda efectiva.

Quedan pocas semanas para que Barack Obama tome posesión y en su discurso, que también será histórico, vuelva a repetir su música celestial Yes we can, lo cual esperemos acabe contagiando algo de optimismo y serenidad a la sociedad estadounidense. Mientras tanto, gracias profesor Bernanke y que la fuerza te acompañe.

José C. Díez. Economista jefe de Intermoney

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