La autoridad monetaria y el crecimiento del PIB
En un principio el BCE fue diseñado tomando como modelo el Banco Central de Alemania Occidental, el Bundesbank. El trauma de la hiperinflación alemana de 1923 dejó una profunda cicatriz, por ello al Bundesbank se le asignó como único cometido mantener la inflación baja y así se lo transmitió al BCE. Esta característica contrasta con la de otros bancos centrales, como la Reserva Federal estadounidense, que tiene el doble mandato de contener la inflación y sostener el crecimiento.
Los acontecimientos que están embistiendo al sistema financiero cuestionan la conveniencia del mandato del BCE. En esta fase de la crisis es demasiado prematuro anticipar cuánto se extenderá el desempleo en Europa a raíz de los problemas del sistema financiero. Sin embargo, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, ya ha pedido al BCE que ponga más énfasis en el crecimiento. Si el paro crece considerablemente a causa de la crisis, la presión para reformar el mandato del BCE probablemente aumentará.
Sería poco realista creer que los alemanes dejarán que el BCE otorgue el mismo peso a la inflación y al crecimiento, pero es posible que haya algo de margen para que se dedique en primer lugar a la inflación y, en segundo lugar, al desempleo y al crecimiento, siempre que las condiciones inflacionarias lo permitan. Es discutible saber qué diferencia conllevaría esto en la práctica, pero puede reducir la presión política sobre el BCE.
Quizás un tema más importante que tanto el BCE como otros bancos centrales tendrán que abordar a medida que avanzan es qué hacer con la relación entre política monetaria y precio de los activos. Se puede argumentar que la causa principal de la crisis subyacente no son los créditos de baja calidad (subprime lending), sino más bien la burbuja de propiedad causada por la Reserva Federal al mantener los tipos de interés excesivamente bajos durante demasiado tiempo en los primeros años de la década. Si no se hubiese producido una burbuja en el mercado de la propiedad, no habría habido problemas con los créditos subprime. Si los precios de la vivienda hubieran seguido creciendo al ritmo de la inflación, no habrían aumentado los impagos, ya que las casas habrían ofrecido suficiente garantía para las hipotecas.
El BCE también tendrá que plantearse qué hacer con el avance de los precios de los activos. Pese a que no se le pueda culpar de la misma manera que a la Reserva Federal por el aumento de los precios de la propiedad en España e Irlanda, sigue existiendo el interrogante de qué hacer para prevenir esto en el futuro. ¿Debería haber una reglamentación que lo prevenga o deberían ser los precios de la propiedad un factor condicionante de la política monetaria?
La crisis actual ha puesto de relieve lo ineficaz de la actual reglamentación bancaria y financiera a la hora de cumplir su objetivo principal de prevenir las crisis sistémicas. En la UE, esta reglamentación fue ideada también para fomentar el desarrollo de un mercado único de servicios financieros. El reparto de competencias entre el nivel europeo y el nacional no ha sido especialmente acertado y necesita ser reformado.
La Segunda Directiva de Coordinación Bancaria establecía que todas las entidades de crédito podían abrir sucursales en otros países de la UE u ofrecer servicios financieros transfronterizos siempre que el banco estuviera autorizado a ofrecer dichos servicios en su país de origen.
El Tratado de Maastricht es muy explícito en lo que se refiere al principio de descentralización. Los poderes de reglamentación y supervisión son asignados a los bancos centrales nacionales. Esta atribución de competencias a las autoridades nacionales y el hecho de que el país de origen sea el responsable de la creación de sucursales extranjeras plantean importantes problemas, como ha demostrado la crisis actual. La rápida fragmentación de Fortis por países cuando ya estaba claro que no era viable es buen ejemplo de ello.
El hecho de que la garantía de los depósitos se decida a nivel nacional también plantea muchos problemas. Prueba de ello es la decisión unilateral de Irlanda de ofrecer una garantía de depósito ilimitada a las cuentas de sus principales bancos, decisión que emularon Alemania y otros países.
Lo que se necesita es centralizar la reglamentación bancaria y financiera y otorgar un papel mucho más destacado al BCE en este proceso. Esto mejoraría la estabilidad financiera y, a la vez, alentaría el desarrollo del mercado único de servicios financieros. Esta centralización ha de sustentarse en una fórmula para compartir cargas. Una posibilidad de hacerlo es basarla en el PIB per cápita. Otra posibilidad consistiría en basarla en los activos bancarios de un país. De no dar este paso crucial hacia la centralización, la euro zona y la UE serán más vulnerables de lo necesario a una futura inestabilidad financiera.
Elena Carletti. Investigadora del Instituto Universitario Europeo