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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una inflación de alto riesgo

En plena desaceleración económica cabe la tentación de desplazar a un segundo plano la preocupación por la inflación. Sin embargo, está alcanzando índices alarmantes en muchas economías mundiales. En este sentido, es loable el esfuerzo del BCE por controlar este cáncer económico, algo que no es compartido por una parte de la ortodoxia económica que considera que el problema se irá solucionando por sí solo como consecuencia del frenazo de la actividad. De ser correcta esta tesis, varios factores apuntan a que la recuperación se hará de rogar. En primer lugar, EE UU no empezará a notar hasta la segunda mitad del año los efectos del plan Bush. Además, los precios del crudo y otras materias primas, como los alimentos, frenarán una posible recuperación e influirán negativamente en los países emergentes poco afectados por el debilitamiento económico. Por último, si la crisis crediticia no se corrige en los próximos meses se podría frenar en seco la economía de muchos países, especialmente europeos.

Pero la ortodoxia viene fallando y la inflación no está remitiendo a pesar de la fuerte desaceleración. Es más, podría seguir aumentando ante diversos nubarrones. El principal es que las causas que vienen generando las subidas desbocadas del petróleo, de las materias primas y de los alimentos no van a remitir. El crudo ya roza los 120 dólares el barril, una barrera que se puede considerar insostenible, aunque otros límites (80 o 100 dólares) han ido cayendo sin que las economías más desarrolladas hayan pestañeado. Por tanto, hoy por hoy parece poco creíble que exista un techo predecible para el precio del crudo, lo que está dando pie a mayor especulación con el oro negro.

El caso de los alimentos es más complejo, pues se deriva de un desajuste estructural. La retirada de tierras de cultivo en muchas partes del planeta, junto al aumento de la demanda para satisfacer a los biocombustibles, está causando una escasez que puede derivar en hambruna. El caso más espectacular tal vez sea el imparable aumento del precio del arroz, alimento básico en el mundo.

Todo ello, junto con el aumento de su nivel de renta, ha provocado que los grandes productores manufactureros mundiales, China e India, empiecen a padecer altos niveles de inflación. Hasta ahora, sus bajas cotas han contribuido a contener la subida de precios en el mundo desarrollado donde venden millones de toneladas de todo tipo de productos. A partir de ahora, puede ser al contrario. Pueden comenzar a exportar también sus altas tasas de precios.

Si el problema se agudiza a nivel mundial, España saldrá más perjudicada, pues ya de por sí mantiene un diferencial en su inflación de más un punto respecto a sus competidores comerciales. Y el corto plazo no se presenta esperanzador: el índice de precios industriales se situó en marzo en el 6,9% interanual. Por ello, uno de los objetivos inmediatos debe ser evitar que los efectos de segunda ronda se trasladen a los salarios. Y en esa línea deben aplicarse tanto el Gobierno como los agentes sociales de cara a las conversaciones que han de mantener en los próximos meses para consensuar nuevas medidas para afrontar la fase de ajuste en la que se encuentra inmersa la economía española.

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