Alguna ventaja española
Después de las exaltaciones de la campaña electoral que han precedido a los comicios del pasado día 9, se impone el principio de realidad, es decir: el reconocimiento de las turbulencias frente a las que no hay blindaje posible. Pensar en una burbuja española exenta de influencias exteriores, al abrigo de la crisis desatada por las hipotecas basura de Estados Unidos, es atentar contra la lógica de los hechos, como si pudiéramos considerarnos ajenos al principio de causalidad. Así que se impone buscar una salida inteligente a las dificultades que ya empiezan a dejar sentir sus efectos en el público de a pie.
Por ejemplo, un gran empresario de prensa -al que favorecen los resultados de difusión certificados por la OJD estos últimos días- comentaba en privado el retroceso de la publicidad que llega a los medios de comunicación, y se interrogaba sobre cómo incidiría ese factor descendente en los periódicos gratuitos que carecen de cualquier otra fuente de ingresos, y también en los medios online. Luego la conversación derivó hacia la situación de nuestro sistema financiero. El empresario hacía notar que, frente a los problemas surgidos en la banca americana, británica, suiza y francesa, con hundimientos y rescates inducidos por las autoridades políticas, en nuestro país los bancos ofrecen una cara saludable. Además, sucede que los problemas en la City de Londres han dejado a salvo al Abbey National Bank, adquirido por el Santander. Subrayaba además que nuestros bancos han sido pioneros en el proceso de informatización que ha liberado costes importantes.
El mismo día del encuentro anterior, surgió la oportunidad de contrastar las anteriores impresiones con algún eminente responsable de la economía a escala de la Unión Europea. En la conversación realizó varias observaciones sobre la buena salud de nuestras instituciones financieras, y a partir de ahí proyectó la incidencia que la crisis del ladrillo y la inmobiliaria podrían tener sobre bancos y cajas de ahorro que han comprometido sus créditos a constructoras y promotoras incapaces, en diversa medida, de hacer frente a sus obligaciones. Su impresión era que salvo en situaciones más apuradas que podrían plantearse en alguna caja, el conjunto del sistema aguantaría bien y superaría las dificultades de la coyuntura hasta la siguiente reactivación. Aceptemos, pues, que hay algunas ventajas españolas derivadas de haber hecho los deberes y escarmentado en la crisis bancaria de los años 80, cuando tuvo que crearse el Fondo de Garantía de Depósitos, que llamamos la UVI bancaria.
Decía Chiang Tzu en su obra Grande y pequeño que 'el que quiera tener acierto sin error, orden sin desorden, es que no entiende los principios del cielo y la tierra. No sabe cómo encajan las cosas'. Del mismo modo, Jorge Luis Borges sostenía que negar la sucesión temporal, negar el universo astronómico, son desesperaciones aparentes y consuelos secretos, y que nuestro destino no es espantoso por irreal, sino por irreversible. Ahora bien ni siquiera bajo la cita de estas autoridades sería legítimo entregarnos al fatalismo. Frente a las turbulencias económicas hay que encontrar modos de reaccionar que combinen realismo y lucidez. De una parte, celebremos que Francia y Reino Unido combinen su presión para que los bancos revelen sus deudas de dudoso o imposible cobro, porque el mayor incentivo de la crisis es la desconfianza entre las instituciones nacida de la opacidad sobre la situación en que se encuentran. Además, es necesario condicionar las ayudas públicas de modo que tengan como contrapartida una regulación más exigente que evite comportamientos como los que nos han traído hasta aquí. Aceptemos que el libre mercado no siempre pone coto a los excesos ni a los especuladores sin escrúpulos. Leamos a Paul Krugman antes de abandonarnos a Carlos Rodríguez Braun.
Miguel Angel Aguilar. Periodista