Operaciones corporativas, al margen de la agenda política
ACS y EDF planean la toma de control de Iberdrola después de las elecciones, en un sector con una reordenación pendiente
Más allá de una política energética coherente, en la que se combinen reformas como la del mercado mayorista de la electricidad; se apliquen tarifas aditivas; se busque un mix de producción adecuado; se apliquen programas de eficiencia no ficticios o se proporcione una mayor autonomía al regulador energético para evitar abusos de mercado, el Gobierno que resulte de los comicios de marzo, debería contar con una agenda energética 'al modo europeo' en el terreno corporativo.
En ella debería figurar sin fisuras el futuro de Iberdrola, de Unión Fenosa y Gas Natural, a la vista de la pérdida de control de Endesa, tras la esperpéntica batalla librada durante dos años por el control de la primera compañía eléctrica.
Aunque durante tres años la gestión de Endesa estará en manos de su socio minoritario, la constructora española Acciona, a partir de ese plazo todo augura, en virtud de los pactos suscritos con Enel, que la italiana, su verdadero patrono, hará valer su participación del 67%.
El Gobierno debería 'salvar' un grupo español con un núcleo estable
La entrada de muchos operadores podría facilitar la competencia
Todos en España
Varios han sido los intentos de los distintos Gobiernos de proceder a lo que se conoce como una reordenación del sector eléctrico español, que no es otra cosa que la intención de crear un gran grupo integrado de electricidad y gas, cuyo tamaño impidiese la incursión de los gigantes europeos y, por contra, pudiera competir en los grandes mercados regionales de la UE.
Para demostrar la voluntad de abrir el mercado nacional en línea con la política liberalizadora propugnada por Bruselas, los Gobierno del Partido Popular permitieron que grandes grupos energéticos europeos compraran pequeñas empresas españolas. Tal fue el caso de Enel, que adquirió Viesgo, y de EDP, que se hizo con Hidrocantábrico. Sólo en el caso de la italiana se produjo reciprocidad, al venderle a Endesa una de sus filiales en Italia.
Esto, unido a los frustrados intentos de fusión entre las empresas española, a la reciente pérdida de Endesa y a la llegada de las dos grandes eléctricas europeas aún sin presencia en el mercado (Eon, que comprará Viesgo y otros activos de Endesa, y EDF, que abordará la operación de control con ACS después de las elecciones del 9 de marzo) ha dinamitado el viejo concepto de reordenación.
A la vista de la situación, al Gobierno que surja de las urnas le quedan dos opciones: apoyar el mantenimiento de un grupo nacional (si no de gran tamaño, al menos, con un núcleo estable que impida nuevas y desestabilizadoras batallas) y observar con optimismo la cohabitación en el mercado español de todos las eléctricas europeas.
Y es que, tal como entiende el regulador energético, a mayor número de operadores y a menor tamaño de los mismos, la competencia, prácticamente inexistente en el sector, podría resurgir. Un modelo similar al británico (otra isla energética), en el que ninguna empresa tiene más del 25% del capital, y que propugnó en su día por el propio titular de Industria, Joan Clos.
Sea cual sea dicho modelo corporativo, se impone la reforma de un mercado mayorista, hoy bajo sospecha, y una política tarifaria que no sea moneda de cambio electoralista.