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Columna
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¿Resfriado o pulmonía?

Se han hecho numerosos análisis sobre las causas de la crisis de las subprime. La cuestión estriba ahora en diagnosticar el potencial alcance de sus consecuencias y adoptar las medidas para reducirlas. Al respecto, se han manifestado opiniones no coincidentes. En un extremo se sitúan los que consideran que los efectos de la crisis serán limitados -temporal, sectorial y territorialmente-. Basan su creencia en que el origen está en las llamadas subprime de EE UU, y éstas representan tan sólo el 7% del stock de hipotecas de aquel país. En esta posición se han alineado las autoridades españolas, tanto el ministro Pedro Solbes como el presidente José Luis Rodríguez Zapatero.

En el extremo opuesto se sitúan aquellos que consideran que estamos en el alba de una crisis económica en toda regla, de la que el affaire de las subprime sería la punta del iceberg, además del detonante de su afloramiento. Hace unos días The Economist editorializaba: 'Quien diga que lo peor ha pasado es tonto o tiene algo que proteger'. Se basan en el efecto expansión a los mercados del problema -a través de la titulización-, unido a las consecuencias provocadas por la sucesión concatenada de un entorno expansivo con dinero barato -periodo 2001-2004- y un entorno restrictivo con encarecimiento del mismo -desde 2004 el tipo de interés en EE UU se ha multiplicado por cinco-.

Apoyan sus argumentos varias circunstancias ya acaecidas: crisis de las entidades sectoriales norteamericanas -quiebra de su segunda entidad hipotecaria-; contagio a las entidades europeas y a las de otros continentes -dos bancos chinos están afectados-; caída generalizada de los mercados bursátiles…

En todo caso, las autoridades monetarias van a desempeñar -ya lo están desempeñando- un papel crucial en la conducción de la crisis. Además del considerable volumen de recursos que se han visto obligadas a inyectar en socorro de la liquidez del sistema financiero, se enfrentan a la auténtica encrucijada que representa sus próximas decisiones sobre el tipo de interés.

Las autoridades -Fed y BCE- pueden optar por iniciar una política de bajar tipos. Sin duda, contribuirían a amortiguar los efectos del estallido subprime, pero habrían de asumir los riesgos de provocar un rebrote inflacionista, junto al coste de dejar inacabada la política previa al citado estallido.

Por el contrario, y pasado el primer chaparrón de las subprime, pueden optar por el regreso a la política alcista de tipos, prolongando su intento de dominar las burbujas -inmobiliaria, financiera- generadas en el citado periodo expansivo 2001-2004. En este caso, debieran medir el riesgo de provocar un credit crunch y, con ello, amplificar los efectos de la primera crisis subprime. Ambas instituciones mantienen posiciones matizadas, pues la Fed acordó un primer descenso, en tanto que el BCE pidió un baloncestístico team break.

En el caso español, varios datos evidencian que la crisis nos afecta. Así, nuestra Bolsa está en caída, varias entidades financieras han comunicado a la CNMV estar en dificultades, los créditos referenciados al euribor se han encarecido…

Además, la crisis internacional se agrega a la previa situación de nuestra economía, en la que varios indicadores anuncian claramente el cambio de tendencia: aumento del desempleo, disminución de la venta de vehículos o descenso de la confianza empresarial. Sin embargo, la alerta más preocupante es la recaudación del IVA que, debido a su intensa correlación con la coyuntura económica, refleja de modo anticipado los cambios de ciclo -así lo ha hecho en todas las últimas crisis de la economía española-.

Pues bien, el Ministerio de Economía y Hacienda conoce desde hace meses que las cifras recaudatorias del IVA venían anunciando reiteradamente la mala nueva. Veamos: en abril empezó a disminuir la tasa de crecimiento de la recaudación líquida acumulada en el año -respecto del anterior- hasta llegar en julio a un exiguo 1,5%, la más baja desde 2001.

Por su parte, en marzo inició su descenso la llamada tasa de crecimiento de los ingresos homogeneizados del IVA alejándose del comportamiento seguido en 2006 (14,8% frente a 15,8% en enero; 8,3% frente a 13,7% en mayo; 5,1% frente a 13,2% en julio).

Aún más, la llamada MM12 -media móvil centrada de la recaudación de los últimos 12 meses-, testigo diseñado especialmente para anticipar las predicciones, inició ya en el final de 2006 un descenso que le ha llevado desde cifras superiores al 10% -mantenidas invariablemente desde 2004- hasta situarse preocupantemente desde hace varios meses en torno al 5%.

Sin duda, junto al acierto en sus decisiones por parte de la Fed y del BCE, la economía española necesita ajustes y reformas específicos decididos en ámbito nacional. Las circunstancias no acompañan, toda vez que al inicio de una desbocada carrera preelectoral debe sumarse que el vicepresidente Solbes consume -por decisión propia- los últimos meses de su carrera política. Evidentemente, no son las mejores condiciones para adoptar las decisiones necesarias.

Ignacio Ruiz-Jarabo Colomer. Ex presidente de la SEPI, presidente de EDG-Escuela de Negocios y consejero de Copisa y de Elduayen Fotovoltaica

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