Interrumpidos por el silencio de África
En su primera novela, Job, que acaba de editar Acantilado, Joseph Roth describe con gran viveza cómo podemos ser interrumpidos por el silencio y ésa es precisamente la forma en que la realidad de África nos está interpelando ahora, cuando el panorama internacional parecía configurado por algunas coordenadas como la globalización, la emergencia de nuevos actores como China o India, la demanda de energía y la barbarie terrorista de Al Qaeda. Sucede que, casi 20 años después de la caída del muro de Berlín, sigue vigente la inercia de la guerra fría donde todo eran estrategias de disuasión desplegadas por las grandes potencias. Y apenas se ha reflexionado sobre las amenazas actuales que ya no proceden de poderes equiparables sino de los extremadamente débiles, un campo donde todos los arsenales bélicos resultan pura chatarra por completo inservible.
Veníamos insistiendo en que las señas de identidad de la Unión Europea son las de un poder radiante configurado en torno a las ideas, las libertades, los derechos y la prosperidad. Sabíamos que la UE se enfrenta a unas cuantas disyuntivas básicas: que o contagia libertades y derechos o se contagiará de esclavitudes varias; que o exporta prosperidades o importará precariedades y miserias. Vemos que África se hace más vecina y que los africanos prosiguen su llegada para habitar y trabajar entre nosotros. Se impone con urgencia, según la doctrina Ridao, desterrar algunas expresiones como la de trabajadores ilegales para poner el foco de la ilegalidad en la naturaleza de los empleos que se ofrecen en condiciones por completo precarias y penosas, fuera de las normas vigentes y en provecho abusivo de la parte contratante.
Ayer mismo, el diario Internacional Herald Tribune daba cuenta de la encuesta realizada en 10 países africanos -Senegal, Malí, Costa de Marfil, Ghana, Nigeria, Etiopía, Uganda, Kenia, Tanzania y Sudáfrica- que indica una nueva confianza en el futuro. Los encuestados piensan que su situación económica ha mejorado en los últimos cinco años. Aumenta la proporción de los que se sienten más satisfechos y también en ocho de los diez países examinados la mayoría piensan que los países más ricos quieren prestarles su ayuda.
Se impone desterrar expresiones como 'trabajadores ilegales' para poner el foco en la ilegalidad de los empleos que se ofrecen
Por todo eso, y muchas cosas más, ha suscitado particular atención el seminario que, bajo el título ¿A quién pertenece África?. Tradición y cambio. El continente africano frente al siglo XXI, se clausura hoy dentro de los Cursos de Verano de la Universidad Complutense. El seminario forma parte de un amplio proyecto en el que colaboran la Fundación Carlos de Amberes y la Universidad Autónoma de Madrid bajo la dirección del profesor Pedro Martínez Lillo, vicerrector de Relaciones Institucionales y Cooperación.
A la serie de seminarios que se convocan en El Escorial, inaugurada en 2005, se añade un Observatorio de la Agenda Social de la Realidad Africana que, con la ayuda de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) y Casa África establecida en Las Palmas, pretende consolidarse como espacio de encuentro, reflexión, conocimiento y generación de propuestas cognitivas y de intervención social para la transformación democrática del espacio continental.
Su propósito ha sido indagar bajo una perspectiva interdisciplinar las principales características del mundo del área subsahariana y atender a las variables de tradición y cambio para analizar su inserción en el siglo XXI. Los ejes centrales del debate abordaron los procesos políticos, las transformaciones sociales y los problemas del subdesarrollo en el marco de los Objetivos del Milenio señalados por Naciones Unidas en el año 2000.
Además se han considerado los modelos de política de cooperación instrumentados por la UE, la vigencia de los fenómenos tribales y religiosos, con especial referencia al islam, la proyección de África en el sistema internacional, la forma en que los medios de comunicación tratan del continente y los efectos que esa óptica produce hacia fuera y hacia dentro. Entre nosotros -en el mundo universitario, empresarial y político- hace falta que África salga de la oscuridad. Por eso debe impulsarse la aparición de una nueva generación de africanistas a la altura de los tiempos actuales.
Miguel Ángel Aguilar. Periodista