50 años de éxitos para empezar
Los líderes de la Unión Europea, bajo la presidencia de la canciller alemana, Angela Merkel, celebraron ayer en Berlín el 50 aniversario del Tratado de Roma, un texto que ha servido de base para uno de los periodos de paz, democracia y prosperidad más largos en la historia del Viejo Continente. La envergadura sin precedentes de este enorme éxito puede medirse con una simple mirada a la biografía de los actuales miembros del Consejo Europeo. Muchos, incluida Merkel, nacieron o pasaron la infancia bajo dictaduras. La misma experiencia vivieron desde el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, al de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, pasando por el secretario general de la UE, Javier Solana.
Frente a un pasado de guerras, pogromos y limpieza étnica, el Tratado de Roma, y sus sucesivas actualizaciones, permite la convivencia de 492 millones de habitantes que por encima de sus diferencias ideológicas, religiosas y sociales hacen prevalecer valores comunes como la libertad, los derechos humanos y la solidaridad.
A nivel interno, la Unión Europea ha afianzado el Estado de derecho en los países donde se encontraba más frágil, ha posibilitado la unificación de Alemania y ha amortiguado el derrumbe de la vecina Unión Soviética. La paz interna se ha mantenido mientras que sólo a unos kilómetros de sus fronteras, en Chechenia o en los Balcanes, seguían las carnicerías étnicas y nacionalistas que asolaron toda Europa en la primera mitad del siglo XX.
En el terreno internacional, Europa se ha convertido en la abanderada mundial de la abolición de la pena de muerte, del desarrollo sostenible y de la ayuda humanitaria. Y aunque en las comparaciones económicas con su principal rival, EE UU, puede acusar cierto retraso en aspectos como la innovación o el espíritu emprendedor, en el terreno social las condiciones a este lado del Atlántico hacen palidecer a las de la mayor potencia del planeta.
Europa no tiene pena de muerte, ni Guantánamos ni injerencias legislativas en la vida privada como las que existen en EE UU. En la UE se consideran intocables los datos personales, la asistencia sanitaria es casi universal y el analfabetismo está prácticamente erradicado.
Los ciudadanos europeos, por tanto, tienen motivos más que sobrados para celebrar el medio siglo de aquella firma del 25 de marzo de 1957, donde políticos tan visionarios como pragmáticos plasmaron las líneas maestras para construir una casa para todos los europeos.
El edificio, como no podía ser de otro modo, presenta hoy algunas grietas y necesita que los 27 socios se pongan de acuerdo en cómo remozarlo. Esa será la tarea del próximo Consejo Europeo del mes de junio, donde Merkel debe presentar su plan para resolver la crisis institucional provocada por la victoria del no en el referéndum francés. Pero ahora es el momento de soplar las velas y apostar por otros 50 años de paz. Los cimientos para conseguirlo están puestos. Tan sólo falta mantener la misma voluntad política que la de los firmantes de 1957.