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Libros

Más allá del éxito económico

Nacido en 1915, el protagonista de estas memorias es el hijo más joven de John D. Rockefeller Jr. Las casi 500 páginas son mucho más que la narración de la vida de uno de los más famosos multimillonarios de los Estados Unidos (bien condimentada ciertamente por diversos autores a los que David Rockefeller agradece su trabajo, fundamentalmente Josh Gilder). Es un recorrido interpretativo de los principales sucesos de los dos segundos tercios del siglo XX. Por eso, recomiendo su lectura en paralelo a libros, entre otros, como Confesiones de un burgués, de Sándor Márai o El mundo de ayer, de Stefan Zweig. El periodo es básicamente el mismo, pero complementarias las visiones. La historia no sirve para nada, pero quien no sabe historia no sabe nada. Si es fundamental reflexionar sobre el pasado, mucho más lo es hacerlo sobre esas décadas precedentes a las nuestras que, en parte, marcan nuestra situación, aunque sólo sea desde el punto de vista económico. Graduado en Harvard College en plena depresión económica, estudio en la London School of Economics y en la Universidad de Chicago. Su formación se completó como oficial del servicio de inteligencia en el ejército norteamericano a partir de 1942. Tras una breve experiencia como asesor del alcalde de Nueva York, ficho por el Chase Bank, donde fraguó su carrera.

Admite algunos errores en sus modos de gestionar. En concreto, y aunque haya que descubrirlo entre líneas, su dedicación a mil frentes de actividad, como asesor de presidentes o como embajador informal de EE UU ante múltiples personajes que marcaron el siglo XX, le llevó a desatender lo que debía haber sido su principal ocupación. Así, el Chase Bank pasó por una de sus mayores crisis a causa de su política de alto riesgo y su poca atención al día a día del negocio. Diseccionar la vida de un personaje de esta categoría, aunque venga cargada de unas paladas de incienso, resulta interesante y revelador para que los directivos no cometan los mismos errores que el autobiografiado admite. Muchos que llegan a morir sin haber vivido, podrían aprender de la vida esforzada (aunque no siempre en la dirección correcta) de personajes como Rockefeller, que no se limitó a disfrutar de su fortuna, sino que procuró desarrollar actividades tanto mercantiles como altruistas, que le convierten en un referente para los interesados en nuestros orígenes financieros más recientes. Ha dejado también poso arquitectónico: se debe a él el relanzamiento de la zona de Wall Street, por no mencionar el Museum of Modern Art o el Rockefeller Center. Como reconoce de manera reiterada, su esposa fue una clave importante de una existencia volcada a la acción. Demuestra una vez más que mucho más que los éxitos económicos (que no vienen mal), lo relevante para la felicidad es tener alguien que te espere, y alguien a quien esperar. Eso, siendo una de las personajes más ricas del planeta.

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