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Tribuna
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El mundo no es plano

La globalización de los mercados se observa en ocasiones como una amenaza para el nivel de vida de los países desarrollados. El autor analiza las distintas variables que explican la situación actual de la economía mundial y propone explicar bien el fenómeno sin apelar al miedo

José Carlos Díez

En este mundo tan globalizado el que no escribe sobre globalización no existe. El libro de moda sobre el tema es del columnista de New York Times Thomas Friedman titulado El mundo es plano. El libro describe la deslocalización de negocios de alta tecnología como una amenaza a los elevados niveles de vida de los países desarrollados. Friedman compara el momento actual con el, supuesto, inicio de la globalización, que él cifra en el descubrimiento de América, en el que Colón desafió el mito de Finisterre, según el cual la tierra era plana y finalizaba en la costa atlántica. Su tesis es que las tecnologías de la información han eliminado las barreras y han hecho que el mundo vuelva a ser plano.

Los seres humanos siempre cometemos el mismo error. Colón buscaba una ruta alternativa y segura a las Indias Orientales y descubrió América, a la que denominó el Nuevo Mundo. América no era nueva, ya había culturas milenarias que eran capaces de construir Machu Picchu o Teotihuacan. Pero es que antes de Colón el mundo ya era global, o ¿cómo denominamos entonces a los asentamientos en Atapuerca? Alejandro Magno ya estuvo en la India, los chinos establecieron la ruta de la seda, los romanos extendieron la cultura latina hasta Egipto y Britania, aunque ahora parece que sólo es latino el que baila reguetón.

Nos centramos en la tecnología, pero para explicar la situación actual de la economía mundial hay que tener en cuenta muchas más variables. Sin duda, estamos viendo los frutos del esfuerzo tecnológico en I+D desarrollado en los sesenta y setenta. Hoy, la nanotecnología permite que en un ordenador portátil y, lo que es más importante, por mil euros dispongamos de los últimos avances tecnológicos.

El caldo de cultivo para el protec-cionismo está en la recesión y los elevados déficits exteriores

Aunque suene raro, cuando nos referimos a las nuevas tecnologías de la comunicación estamos hablando de un commodity, y si no que se lo pregunten a IBM, que ha vendido su división de ordenadores a la china Lenovo. La auténtica revolución tecnológica se encuentra en el ámbito de la biotecnología, que, la propia palabra lo dice, permitirá al ser humano incrementar su esperanza de vida hasta límites difíciles de predecir.

Pero igual de importantes han sido los avances en el transporte. El uso del contenedor de mercancías y el de la industria aeronáutica que permite a una persona volar de Madrid a Londres en menos de tres horas por 60 euros. El breve tiempo de desplazamiento es importante, pero mucho más es el ahorro de costes.

Pero hay otros dos hechos sin los cuales no se puede entender lo que está sucediendo. En los últimos 30 años, China, India y los países del antiguo bloque soviético han apostado por la economía de mercado, incrementando significativamente el nivel de renta de más del 50% de la población mundial y sacando de la pobreza extrema a más de 700 millones de personas. Este hecho, en términos económicos, es similar al descubrimiento de América o la ruta de la seda.

Por último, pero no por eso menos importante, la economía mundial ha conseguido erradicar una de las principales patologías económicas: la inflación. Los avances teóricos de los economistas han sido aceptados por la sociedad, que identifica a la inflación como un impuesto perverso que destruye bienestar y amenaza el crecimiento económico a largo plazo. Eso favorece que los tipos de interés mundiales estén en mínimos históricos facilitando la inversión y la difusión tecnológica.

El empleo y el nivel de renta crece y, gracias al comercio internacional, disponemos de una cesta de la compra más variada y a menores precios. Sin embargo, el principal enemigo de la globalización es el proteccionismo. En nuestro contenido genético prima el instinto de supervivencia y los cambios rápidos del entorno nos ponen en estado de máxima alerta. Por eso libros como El mundo es plano pueden tener un efecto contrario al deseado por el autor.

El caldo de cultivo para el proteccionismo está en la recesión y los elevados déficits exteriores. Entonces los ciudadanos disponen de una explicación fácil de sus males y encuentran en los aranceles y las cuotas a las importaciones la mejor medicina. El déficit exterior es un fenómeno macroeconómico y no tiene nada que ver con la competitividad. Simplemente indica que la economía invierte por encima de su capacidad de ahorro y eso puede suceder con incrementos de las exportaciones próximos a dos dígitos como sucede ahora mismo en EE UU.

Es importante explicar bien el fenómeno, sin apelar al miedo. Por esa razón les invito a leer a teóricos de la globalización, como Jagdish Baghwati y Paul Krugman, que vuelcan sus artículos de divulgación en internet. Como diría el filósofo, 'las ideas son libres, pero los hechos son únicos'

José C. Díez. Economista jefe de Intermoney

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