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Columna
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Los inmigrantes como inversores en vivienda

La población inmigrante en España, que ya supera los cuatro millones, tiene cada vez mayor relevancia en la compra de viviendas. El autor analiza, en base a los últimos datos estadísticos, el grado en que los extranjeros acceden a la propiedad de sus casas, que varía en función de la nacionalidad y el tiempo de residencia

El Ministerio de la Vivienda, con la responsabilidad propia de quienes son conscientes de la importancia del sector de la construcción de viviendas, está llevando a cabo trabajos para conocer no sólo cómo evolucionan la oferta y los precios sino también para apreciar cómo es previsible que evolucione la demanda de viviendas, pues, caso de no acomodarse a la oferta, podría generar problemas que se intentan evitar por todos los medios posibles.

Uno de estos trabajos se ha ocupado de investigar el grado en que la población inmigrante accede a la propiedad de vivienda, sumándose a la demanda de viviendas principales y secundarias de los propios españoles y a la de aquellos residentes en el extranjero que también adquieren viviendas en España, generalmente para vacaciones o como inversión.

A nivel intuitivo, podría pensarse que los inmigrantes, sobre todo quienes provienen de países subdesarrollados, tienen un papel irrelevante como inversores en vivienda por cuanto su poder adquisitivo es mínimo. Sin embargo, el análisis de las cifras pone de relieve que, en este caso, la intuición no se ciñe exactamente a lo que ocurre en la realidad quizás por el hecho de que, ante los precios de los alquileres, también los extranjeros optan por esforzarse en adquirir unas viviendas que les pueden reportar sus correspondientes beneficios por el ininterrumpido aumento de los precios.

Ante los precios de los alquile-res, también los extran-jeros optan por esforzar-se en adqui-rir una vivienda

En efecto, según el Censo de 2001, de las 1.548.941 personas de nacionalidad extranjera que residían en España, un 20,3% había comprado sus viviendas principales, un 14,9% estaban accediendo a la propiedad de las mismas y un 1,8% eran propietarias de sus viviendas por haberlas heredado o recibido en donación. Indudablemente, este 37% de extranjeros que eran propietarios de sus viviendas o estaban accediendo a su propiedad variaba en función de sus nacionalidades. Así, por ejemplo, en esta categoría de propietarios estaban el 67% de los ciudadanos de la UE-15, el 27,7% de los africanos, el 25,1% de los hispanoamericanos y el 34,4% de extranjeros procedentes de otros países, cifra más alta que las dos anteriores por incluir, junto con asiáticos y europeos del Este, a ciudadanos de países desarrollados como Estados Unidos, Canadá, Australia y Japón.

Estos datos de posesión de viviendas principales por parte de los inmigrantes no son fácilmente extrapolables a la actualidad, cuando la cifra de extranjeros en España ha debido rebasar con creces los cuatro millones y, lo que es más importante a efectos de adquirir vivienda, cuando su estructura por nacionalidades ha variado sustancialmente. Por ejemplo, los ciudadanos de la UE-15, que en 2001 eran el 30,5% del total de extranjeros, en enero de 2005 habían bajado hasta el 20%, mientras los procedentes de Sudamérica, que en 2001 eran el 34,2% del total y poseían viviendas en muy inferior proporción que los europeos, todavía aumentaron algo su peso relativo hasta el 35,4%.

Pero, además de la influencia que la nacionalidad tiene en la adquisición de vivienda, la otra característica más importante que determina el hecho de que los extranjeros adquieran su vivienda principal es el tiempo que llevan residiendo en España. De este modo, a medida que aumenta el periodo de estancia crecen también ininterrumpidamente los porcentajes de extranjeros propietarios de sus viviendas, desde el 20% de quienes llevan menos de 2 años hasta el 63,7% de los que llegaron hace 40 años y, por tanto, están absolutamente integrados como residentes por más que no hayan renunciado a su nacionalidad.

En función de estas dos características, nacionalidad y tiempo de residencia en España, se puede inferir que la población extranjera tiene un importante papel a desempeñar no sólo en la compra de viviendas principales sino también en la de viviendas de tipo secundario para esparcimiento y recreo, hasta el punto de que, por ejemplo, las 200.000 viviendas principales que los extranjeros tenían en régimen de propiedad en 2001 han podido más que duplicarse en el corto espacio de cinco años.

La mejora de las estadísticas de carácter administrativo, tales como el catastro de viviendas, las actas notariales, etcétera, permitirá precisar con exactitud el comportamiento de la población extranjera en relación con la inversión en vivienda y no sólo en cuanto a su adquisición sino también en relación con aquellas que pueden vender por el mero hecho de retornar a sus países de origen o por motivos de índole especulativa. En cualquier caso, son temas que es preciso ir conociendo con prontitud para adecuar la política de vivienda a lo que, sin duda, es una realidad compleja.

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