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Columna
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La cumbre de las promesas

A pesar de las declaraciones grandilocuentes y de las promesas en la 60 Asamblea General de la ONU, la agenda para erradicar la pobreza en el mundo no ha avanzado, según el autor. En su opinión el mayor fracaso es, como siempre, en materia de acuerdos comerciales

Nueva York se ha convertido en la anfitriona de la mayor cumbre internacional de la historia. Más de 4.000 policías han sellado la zona de Midtown en Manhattan para proteger la sede de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Impiden circular los coches y prohíben volar a aviones alrededor en un radio de 14 kilómetros. Cuerpos especiales de seguridad antiterrorista ocupan los tejados de edificios colindantes y la organización ha enviado un mensaje a sus funcionarios: todo aquel que no sea imprescindible para la Cumbre, que se tome el día libre y se quede en casa.

Dentro del recinto, alrededor de 175 jefes de Estado discuten con agencias especializadas de la ONU, líderes de movimientos sociales, académicos y expertos internacionales el informe presentado por el Secretario General en marzo 2005: Un concepto más amplio de libertad. El informe proponía una reforma ambiciosa de la organización, a la vez que sugería proveer soluciones multilaterales en las áreas de paz y seguridad colectiva, en derechos humanos y en el ámbito de desarrollo, concretamente, en el cumplimiento de los objetivos de desarrollo del milenio adoptados en la Declaración del Milenio del año 2000.

Después de eternas discusiones que se alargaron hasta altas horas de la madrugada, empezaba la 60 Asamblea General de Naciones Unidas con un informe aprobado por 189 países -tan sólo Cuba y Venezuela se abstuvieron-. Las delegaciones parecían contentas, algunas incluso se congratulaban entre sonrisas y aplausos, aunque el resultado dejaba un sabor agrio entre los reformistas de la organización. El mismo Secretario General confesaba en su discurso inaugural que se había fracasado a la hora de promover los cambios necesarios para reformar la organización, y pedía a los gobernantes sinceridad a la hora de aceptar que la reforma no había logrado el apoyo necesario.

Hubo avances significativos. A la hora de promover los derechos humanos, se ha decidido 'doblar' (el informe utiliza esta palabra, y no el usual e indefinido aumentar) los fondos de la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos, esencial para garantizar unos derechos humanos que incluyan derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales, e impliquen de manera explícita el derecho al desarrollo.

También, por primera vez en la historia, Naciones Unidas ha aceptado el concepto de responsabilidad compartida en situaciones de conflicto, especificando que los países son responsables de proteger a sus ciudadanos en situaciones de genocidio, limpieza étnica o guerras internas, y en el caso de mostrarse incapaces de hacerlo, la comunidad internacional es responsable, ya sea a través de vías diplomáticas o intervenciones armadas.

Sin embargo, la ambiciosa reforma del consejo de seguridad ha quedado en papel mojado y no se ha logrado un acuerdo sobre la no proliferación nuclear y el desarme. Kofi Annan confesó que éste era uno de los principales fracasos pero sería primordial seguir trabajando en estas áreas para conseguir un consenso y resolver los principales retos que enfrentan a la humanidad.

Otro fracaso ha sido la incapacidad de priorizar la erradicación de la pobreza en el mundo. Fallaron los intentos del polémico embajador estadounidense ante Naciones Unidas, John Bolton, de erradicar los objetivos de desarrollo del milenio del informe: prácticamente todos los países los apoyaron con determinación, y al final, hasta el propio presidente George Bush afirmo que 'Estados Unidos se compromete con el logro de los objetivos del milenio para 2015'.

Pero a pesar de las promesas y las declaraciones grandilocuentes, la agenda para erradicar la pobreza en el mundo no ha avanzado. Tal y como refleja el Informe de Desarrollo Humano del PNUD 2005, más de 1.000 millones de personas siguen viviendo en condiciones de pobreza extrema, 30.000 niños mueren cada día por enfermedades prevenibles a bajo coste y 50.000 personas mueren de hambre cada día. Esta situación es simplemente inaceptable desde el punto de vista social, moral y ético.

La declaración de Naciones Unidas vuelve a enfatizar el compromiso realizado hace 33 años de ofrecer el 0,7% del PIB para el desarrollo, aunque no obliga a los países ricos que no se comprometieron. También remarca los compromisos adoptados en la Cumbre del G8 en Gleneagles (Escocia) de aportar 50.000 millones de dólares adicionales para 2010 y condonar la deuda externa a 18 países del HIPC (Países Pobres Altamente Endeudados, por sus siglas en inglés), pero no compromete a fondos o condonaciones adicionales, esenciales para cumplir con los objetivos. Y como siempre, el mayor fracaso es en materia de acuerdos comerciales. El texto no profundiza en la necesidad de crear leyes comerciales para erradicar la pobreza ni menciona los subsidios comerciales que impiden el crecimiento económico de los países en vías de desarrollo.

Todos los estudios apuntan a que es posible erradicar la pobreza del mundo, pero señalan que hace falta un cambio radical en la voluntad política para conseguirlo. La declaración no refleja la urgencia de este cambio, y tal y como define la Alianza Global Contra la Pobreza, hace falta más acción con resultados y menos declaraciones con promesas. En los pasillos de la Asamblea General se comentaba con convicción que un mundo sin pobreza es posible, pero sólo con promesas nunca se conseguirá.

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