La debilidad del empleo, un arma electoral
El dato de paro hecho público el viernes era el último antes de las elecciones. Y fue malo: apenas se crearon 96.000 puestos de trabajo, muy por debajo de los 150.000 mensuales que se calcula que son necesarios para reducir la tasa de desempleo. Algo más de un tercio de los puestos creados corresponden al sector público. Unos datos que se han convertido en un arma política poderosa contra la candidatura del presidente George Bush.
La situación es la siguiente: el crecimiento del PIB de EE UU, un 3,3% en el segundo trimestre y un 4,5% en el primero, muestra un renovado vigor tras una corta crisis. Pero no todos los economistas consideran que la recuperación sea sólida, ya que ofrece señales contradictorias. La apatía en la contratación les da la razón, aunque algunos han empezado a hablar de un problema estructural que resta dinamismo al empleo. La tasa de paro del 5,4% no es mayor porque muchas personas dejan de buscar trabajo por desencanto.
Las causas que componen el actual escenario se hallan en la cautela ante el futuro de las empresas, los retos que supone la globalización y con ella la deslocalización de la mano de obra y, en mayor medida, en el aumento de la productividad, que hace innecesario, por ahora, el aumento de plantillas. Por su puesto, en la batalla electoral, los dos partidos insisten en ver la misma botella medio vacía o medio llena. Los demócratas acusan a Bush de ser el segundo presidente tras Herbert Hoover que acaba un mandato con menos empleo del que había antes de su toma de posesión. Son 821.000 puestos de trabajo menos después de unos fuertes estímulos fiscales y monetarios.
Los republicanos se defienden asegurando que se sale de la crisis, que en un año se han creado 1,4 millones de empleos y habrá más. La botella está medio llena para los teóricos de la conservadora Heritage Foundation, que apuntan que la tasa de desempleo está en niveles históricamente bajos y hacen notar que la población activa ha crecido 3,6 millones durante el mandato de Bush. 'Dada la recesión y el 11S, no debe haber dudas sobre la fortaleza económica de EE UU', dice el economista Tim Kane de esta fundación. Kane admite, sin embargo, que ha calado la idea de la insuficiencia del empleo.
Así es. El volátil mercado de trabajo apuntala con debilidad versiones complacientes. Los anuncios de reducción de plantillas han crecido un 41% en septiembre de 2004. Desde think tanks como el Economic Policy Institute, los economistas no dejan de referirse a la peor calidad del empleo (más de un millón de los puestos creados este año son a tiempo parcial), lo que refleja la incertidumbre empresarial ante el futuro y explica las subidas y bajadas de la confianza de los consumidores. Estos economistas temen la repercusión que el mercado laboral tiene en la columna vertebral de una economía equilibrada: la clase media.
Tener o no tener un plan
Los programas satíricos de la televisión no dejan de ridiculizar una de las frases de John Kerry: 'Tengo un plan'. La mayoría de las veces, el demócrata no añade más y crea una sensación de vacío que le impide ganarse a los indecisos. Por lo que se refiere al plan para animar el empleo, el de Kerry se ha concretado a parches. Por un lado, ha prometido una renovación del sistema de coberturas sanitarias para reducir sus costes. Además, promete reducir los impuestos a las empresas del actual 35% al 33,5% (las asociaciones conservadoras piden una rebaja hasta el 20%) y otras medidas para evitar que creen empleo en el extranjero, algo que muchos economistas consideran un error ya que la globalización es imparable. También contempla la idea de las vacaciones fiscales a la repatriación de beneficios de las empresas en el exterior si se invierten en EE UU.Bush, por su parte, confía en la permanente rebaja de los impuestos de 2001 y 2003 para robustecer el crecimiento y el empleo. Hasta ahora funciona lentamente y ha creado un inmenso déficit fiscal. Para los demócratas, el mensaje de Bush de que las cosas 'están mejorando', es no tener un plan.