_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Por qué está tan caro el petróleo?

Ángel Ubide

El autor analiza las razones de la aceleración del precio del crudo y explica su impacto en la economía internacional. En su opinión, el futuro no es muy esperanzador y la alta cotización del crudo puede tener consecuencias negativas sobre la productividad

El petróleo alcanzó esta semana precios récord, superando con holgura la barrera de los 44 dólares por barril el tipo Texas, el precio más alto desde que se lanzaron los futuros sobre el precio del petróleo en Nueva York en 1983. Esta aceleración llega en un momento delicado, ya que la economía mundial está en proceso de consolidar la recuperación, y crea un dilema para las autoridades monetarias al acelerar la inflación y reducir el crecimiento.

Las razones de esta aceleración de precios son múltiples, y reflejan una situación muy tensa de oferta y demanda. Por el lado de la oferta, la OPEP está produciendo al nivel más alto de los últimos 25 años, lo cual implica que, con la capacidad de Irak fuertemente reducida por la guerra, la industria petrolífera está produciendo a un nivel muy cercano al máximo posible. Según algunos cálculos, Arabia Saudita, el 'productor de última instancia', tiene tan sólo un millón de barriles diarios de exceso de capacidad en estos momentos, algo no visto desde 1977. Además, varios años de precios bajos limitaron la inversión en capacidad extractiva y de refino. Esto sugiere que cualquier perturbación, aunque sea mínima (como las huelgas recurrentes en Nigeria, la incertidumbre política en Venezuela, o los problemas de Yukos en Rusia) puede generar fuertes aumentos de precios. Ante la escasez relativa de oferta, la demanda esta alcanzando niveles récord: una sucesión de inviernos fríos ha reducido las existencias y, mucho más importante, el aumento continuo de la demanda proveniente de China está superando todas las previsiones. La adopción del automóvil como principal medio de transporte en China ha generado un aumento significativo -y permanente- de la demanda petrolífera, hasta el punto que las previsiones de demanda petrolífera China para el 2004 se han cuadruplicado en lo que va de año.

La reacción de las autoridades monetarias hasta la fecha ha sido de cautela ante el alza del precio del crudo

A todo esto hay que añadir los factores políticos y especulativos. Por una parte, el factor de riesgo que supone la inestabilidad en Oriente Próximo impide esperar una caída importante de los precios en el corto plazo. Además, la OPEP parece decidida a defender, aunque no de manera oficial, una banda de precios entre 30 y 40 dólares por barril, un aumento importante con respecto a la banda oficial de 22 a 28 dólares y justificado por la depreciación del dólar en los últimos años.

Finalmente, los bajos tipos de interés han generado demanda entre los inversores de activos alternativos, y el petróleo es uno de esos activos en los que las posiciones especulativas han aumentado notablemente en los últimos meses.

¿Qué impacto puede tener este aumento de precios sobre la economía mundial? Un aumento exógeno de los precios del petróleo es siempre negativo para la demanda en los países consumidores, ya que la rigidez de la demanda reduce la renta disponible para otros gastos: el aumento de los precios del petróleo actúa como un impuesto sobre el consumo. De hecho, la desaceleración reciente del consumo en EE UU se puede asociar casi en su totalidad al aumento de los precios energéticos. Pero hay razones para ser optimista. Por una parte, los precios del petróleo en términos reales están todavía muy lejos de los niveles alcanzados en los años setenta: ajustado por inflación, el barril de petróleo debería alcanzar precios superiores a los 100 dólares por barril. Además, las economías desarrolladas han reducido de manera muy significativa su dependencia del petróleo. En EE UU, por ejemplo, el consumo de petróleo representaba un 8% del PIB en el punto álgido de las crisis petrolíferas de los setenta, mientras que actualmente representa tan solo un 3%. Para alcanzar el 8% otra vez, el precio del barril debería aumentar hasta los 120 dólares.

La reacción de las autoridades monetarias hasta la fecha ha sido de cautela. El aumento de la inflación ha sido contenido y, mucho más importante, el aumento de las expectativas de inflación ha sido moderado (a esto contribuyó de manera importante la reciente desaceleración en China, que redujo la presión sobre los precios de las materias primas).

Un shock negativo de oferta pone a los bancos centrales en una disyuntiva difícil, pero la existencia todavía de amplia capacidad productiva y de altos niveles de desempleo probablemente evitará un traslado del aumento de precios a los salarios. Por tanto, una política monetaria de control de las expectativas de inflación y de vigilancia de la subyacente parece adecuada, con una reacción contenida o incluso nula de los tipos de interés.

En cuanto al futuro, el panorama no es muy esperanzador. Será difícil -ausente una recesión económica, claro está- que los precios del petróleo desciendan por debajo de los 30 dólares los próximos años, y cualquier perturbación de la oferta puede lanzarlos rápidamente por encima de 50 dólares. Los mercados de futuros esperan que los altos precios se mantengan el año que viene. Esto puede tener consecuencias negativas sobre la productividad, ya que parte del presupuesto de inversión se tendrá que dedicar a la factura energética.

Archivado En

_
_