_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Deslocalización y productividad

Ángel Ubide

El traslado de empresas hacia lugares que permitan reducir costes amenaza con la destrucción de empleo en los países de origen. El autor señala que la clave es la adaptación al avance tecnológico para conseguir aumentos imprescindibles de productividad

La deslocalización -el traslado de producción al extranjero en busca de costes menores- ha entrado de lleno en la campana presidencial americana, y lleva camino de convertirse en uno de los argumentos principales de tensión en las futuras relaciones económicas internacionales. Los países emergentes ya han declarado que si se ponen trabas a la deslocalización se pondrán el peligro las negociaciones comerciales de la Ronda de Doha. Este fenómeno comenzó a ser discutido durante la campana presidencial de Ross Perot en 1992, caricaturizando la esperada migración de empleos hacia México a raíz de la firma del acuerdo Nafta como el 'gran ruido absorbente'. Ahora la discusión se ha acelerado debido a la apertura de China e India al comercio internacional y a los constantes anuncios de empresas europeas y estadounidenses que están trasladando su producción a países emergentes.

La novedad es que la deslocalización ya no se limita al sector manufacturero y, en lo últimos años, una gran cantidad de empleos en el sector tecnológico han emigrado hacia destinos mas económicos. Es famoso el ejemplo de Bangalore, la ciudad india que cuenta con una gran concentración de programadores informáticos. Esto esta provocando debates muy encendidos, donde los políticos argumentan que si estos empleos de mayor valor añadido también emigran al final no quedará nada. Las peticiones de medidas proteccionistas no se han hecho esperar. La ley de la ventaja comparativa, el traslado de producción hacia otras áreas geográficas en busca de ahorros de costes, es generalmente aceptada. Al fin y al cabo parecería descabellado instalar una planta de producción de automóviles en el paseo de la Castellana en Madrid, pudiéndola instalar en una región mas barata. Sin embargo, los avances en la tecnología de transmisión de datos permiten algo que hace una década era impensable, el comercio internacional en gran cantidad de servicios. Los servicios telefónicos de atención al cliente, el proceso de datos, la programación informática estandarizada, se pueden producir en cualquier lugar del mundo y ser trasmitidos de manera instantánea, a través de las ondas o la fibra óptica, al consumidor final. ¿Qué sentido tiene oponerse a que las empresas traten de minimizar sus costes trasladando estas actividades a otros países? Ninguno. Un estado americano decidió recientemente otorgar un contrato de gestión de datos a una empresa que se comprometió a desarrollarlo en suelo americano, aunque la propuesta de otra empresa que planeaba desarrollar el proyecto en el extranjero ahorraba varios miles de millones de dólares. ¿No hubiera sido mejor usar este dinero para mejorar la formación de los trabajadores del estado, mejorando así de forma permanente su productividad?

El problema es que este fenómeno esta teniendo lugar a la vez que el proceso de difusión de nuevas tecnologías en casi todos los sectores productivos y se esta acelerando la substitución de empleo por capital. Los empleos no los destruye la deslocalización, los destruye el avance tecnológico si las empresas no se adaptan al mismo. Porque si se adaptan, se encontraran siempre nuevas maneras de aprovechar las oportunidades y se crearan nuevos empleos. A lo mejor el problema es que el cambio esta sucediendo demasiado rápido. Algo que tan sólo hace unos años parecía el futuro, la informática, se ha convertido rápidamente en una herramienta del presente. El valor añadido no esta ya tanto en saber programar, sino en concebir aplicaciones que mejoren la productividad en todos los sectores de la economía y de la ciencia, y las economías que se adapten seguirán creando empleo.

Las llamadas populistas al proteccionismo no son el camino a seguir - ¿se imagina alguien a un Gobierno impidiendo que las empresas compren ordenadores para evitar la consiguiente destrucción de empleo? Preservar el empleo hoy y no aprovechar la oportunidad para aumentar la productividad es pan para hoy y hambre para mañana. Sólo el crecimiento de la productividad garantiza un crecimiento sostenible. Además, impedir la deslocalización implica negar a los países emergentes la posibilidad de atraer inversión y avanzar en su proceso de desarrollo. Las políticas económicas deben facilitar la transición a través de programas de formación y de ayuda a los trabajadores desempleados en este proceso. El aumento de la demanda que la deslocalización genera en los países emergentes, y el aumento de productividad derivado de la reducción de costes son las claves del crecimiento con baja inflación y bajos tipos de interés que esta experimentando el mundo. Que no maten la gallina de los huevos de oro a cambio de una reelección.

Economista y miembro del consejo de gobierno en la sombra del BCE

Impedir la reubicación de empresas implica negar a los países emergentes la posibilidad de atraer inversión y avanzar en su proceso de desarrollo

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_