La teoría de la relatividad
La declaración del conocido inversor estadounidense Warren Buffett en el sentido de que dispone de elevada liquidez, pero no encuentra dónde invertir, le sirve al autor para enunciar una larga serie de oportunidades que están al alcance de la mayoría
Hace tan sólo unos días, en este mismo periódico, se publicaban las declaraciones del presidente de Berkshire Hathaway, Warren Buffett, justificando una liquidez personal que ronda los 24.000 millones de dólares, debido, según decía, a la 'ausencia de oportunidades de inversión'.
El índice estadounidense Dow Jones acumula en lo que va de año cerca de un 18% de rentabilidad, es decir, una cifra similar a la alcanzada por el español Ibex 35. El también estadounidense Nasdaq acumula alrededor del 45%; el Nikkei japonés, un 24%; el Bovespa brasileño, más de un 60%, y el Merval argentino supera el 80%.
Los ajustes en la cartera privada de inversión deben responder a cambios de tipo personal
Compañías como el grupo francés Alcatel experimentan a lo largo de ese mismo periodo una revalorización del 166%; el sueco Ericsson, un 118%; el español Sogecable, un 156%, y Credit Suisse, un 67%.
Sin pretender ofrecer una visión sesgada, también en los mercados de renta fija la gestión devuelve resultados positivos: en bonos corporativos, Ericsson arroja cifras del 22,2% (high yield), y el grupo de telecomunicaciones galo France Télécom, del 7,5%.
Parece que alguna oportunidad existe.
¿No disponía Warren Buffett de los asesores necesarios y del análisis para detectarlas? Intuyo que es algo poco probable. Esas oportunidades, ¿lo eran también para él?; ¿satisfacían el nivel de riesgo que estaba dispuesto a asumir, el horizonte temporal de la inversión? Me inclino más por este segundo argumento.
La gestión de nuestro patrimonio (entendido éste de forma global, abarcando todas las masas: la financiera, la inmobiliaria y también la corporativa) debe realizarse en base a un riguroso proceso de planificación financiera que, primeramente, defina nuestro perfil, determine los objetivos a seguir y nos proporcione la distribución de activos más eficiente para conseguirlos, aspecto más determinante del éxito de una cartera.
El tiempo y también el esfuerzo dedicado a este análisis, que en algunos casos puede plantearnos dilemas vitales ciertamente incómodos (como pueden ser un fallecimiento, contingencias familiares, prejubilaciones, etcétera), será directamente proporcional a las posibilidades que tenemos de alcanzar nuestros objetivos y, por tanto, a la construcción de la mejor de las carteras de inversión. Nunca lo infravalore.
En España todavía son pocas las entidades que disponen de los recursos y de las capacidades globales para ofrecer este servicio, y fruto de ello es precisamente el grado de insatisfacción que tienen muchos inversores.
Los ajustes que se realicen en nuestra cartera deben responder, fundamentalmente, a cambios de tipo personal (nuevamente: tolerancia al riesgo, horizonte temporal de la inversión, necesidades de liquidez, nivel de ingresos, etcétera). Si usted se acaba de divorciar, por ejemplo, resulta que tanto sus gastos como sus ingresos, y sus objetivos, variarán inevitablemente; ¿no requerirá que ajuste, por tanto, su cartera?
Pongámonos en un escenario más optimista: si da la casualidad de que le tocan 10 millones de euros en la lotería, ¿no se abrirá para usted un abanico nuevo de oportunidades de inversión? Todas esas oportunidades existen en este momento.
Las características y los condicionantes de cada mercado, y los márgenes que ofrece la correlación entre los mismos, posibilitan la sucesión continua de oportunidades.
Los actuales sistemas de gestión y las innovadoras herramientas que optimizan el nuevo entorno ponen al alcance del inversor particular, más que nunca, la optimización de los mercados de capitales. Se trata de la multigestión, los productos de gestión alternativa, las estructuras a medida, la gestión del riesgo, la cobertura con productos derivados y las carteras gestionadas, entre otros.
Sin embargo, las oportunidades están determinadas por nuestros objetivos y necesidades. Como todo, también ellas son relativas.
Director ejecutivo de Morgan Stanley