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Tribuna
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La cooperación en el entorno global

El desarrollo e implantación de las nuevas tecnologías de la información y comunicación están provocando la globalización de los mercados, pero también la aceleración de los cambios en la organización del trabajo y, por lo tanto, la necesidad de transformar el modelo de gestión empresarial.

En este sentido hay un factor empresarial clave, en el cual no se han logrado avances significativos e incluso podríamos hablar de fracasos sonoros. Me estoy refiriendo al desarrollo de la cooperación.

Ya hace un par de décadas que en sectores tradicionales de la producción se trataba de impulsar la cooperación entre empresas, en aquellos momentos para comercializar conjuntamente.

Se ha cubierto la etapa del desarrollo de la cooperación comercial sin lograr cambios de la cultura empresarial, hasta el punto de que programas de comercialización exterior no han conseguido avanzar significativamente en actitudes favorables a la cooperación.

Han tenido que irrumpir con fuerza las nuevas tecnologías de la información y comunicación para, de repente, recordarnos que el aprendizaje de la cooperación es una asignatura pendiente, pero ahora se requiere hacerlo extensivo al conjunto de la organización.

Como dice Manuel Castells, 'en la historia de la humanidad, las transformaciones de mayor importancia en la tecnología o en la economía han estado acompañadas de una transformación en sus formas de organización. La fábrica grande fue muy importante para la formación de la era industrial. En la era de la información, el tipo de organización que resulta ser clave es la red de intercambio entre empresas y personas interconectadas'.

En el actual entorno global, la perspectiva no puede ser otra que la apertura al exterior para compartir conocimientos, ideas, conceptos, metodologías, nuevas formas organizativas, etcétera; en definitiva, nuevos medios, capacidades y actitudes para cooperar e innovar.

Es decir, medios que tienen la característica común de moverse en el campo de la intangibilidad, de los conocimientos, de lo sutil y por lo tanto de la persona y de su capacidad para comunicar.

La pregunta que inmediatamente surge es por qué no se coopera. Sin duda, la explicación se debe buscar en la insuficiente adaptación de las organizaciones a la nueva realidad empresarial. Se requiere invertir en capital humano y tecnologías de información, pero, sobre todo, es necesario concebir las empresas como 'espacios de aprendizaje organizacional', es decir, entornos de intercambio de saber hacer donde el enfoque de la cooperación y la creación de redes internas y externas vaya imponiéndose a la competencia individual.

El débil impulso de la cooperación empresarial, así como el estancamiento de la productividad hay que buscarlo en la falta de cambios organizacionales. No se ha avanzado en la cooperación porque no se han introducido innovaciones organizativas y no hay cambios organizacionales porque se sigue funcionando en clave individualista, jerárquica, restrictiva en la circulación de información y, en definitiva, en una cultura empresarial basada en valores de desconfianza y de no cooperación. Sin duda, una cultura impropia de la era de la información y los conocimientos.

Ahora bien, la globalización creciente de los mercados como consecuencia del desarrollo e implantación de las nuevas tecnologías de información y comunicación está obligando a la empresa del nuevo siglo a buscar un nuevo liderazgo en la dirección. Es ineludible cambiar la forma de dirigir para afrontar los nuevos desafíos (clientes más informados y exigentes, exceso de oferta y creciente competencia).

Por un lado, en un entorno empresarial de servicios es necesario introducir cambios estructurales internos, capaces de crear espacios de comunicación e intercambio donde se aprenda a cooperar y trabajar en equipo. Por otro lado, la creación externa de redes de cooperación requiere organizaciones empresariales con culturas internas de cooperación e intercambio.

A principios del nuevo siglo parece que confluyen necesidades empresariales internas y externas que requieren una nueva dirección, capaz de crear espacios de cooperación y aprendizaje organizacional en la empresa, pero también han entrado en escena herramientas derivadas del desarrollo e implantación de las nuevas tecnologías de información, que facilitan enormemente su práctica como factor clave de competitividad.

Oímos desde hace varios años el preocupante estancamiento de la productividad, pero sorprende y causa tristeza constatar que reiteradamente nos olvidamos de comentar el agotamiento del modelo de gestión empresarial tradicional, como una de las causas principales.

Debemos pensar en introducir mejoras más sutiles, micro e intangibles en la gestión, pues estamos entrando en estadios superiores de la evolución empresarial, aquellos que requieren lidiar con entornos globales, dinámicos y complejos, aquellos que requieren disponer de trabajadores más formados y con mayor capacidad de aprender, aquellos que requieren crear espacios de aprendizaje informal (cooperación e intercambio del saber ) y, en definitiva, aquellos que necesitan nuevas formas de ejercer la dirección y no formas de dirección originarias y ancladas en la mecánica revolución industrial.

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