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Columna
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Economía mundial e inestabilidad

Los datos europeos que vamos conociendo confirman lo que algunos ya se temían. Que Europa no acaba de tirar y que la esperada recuperación de 2003 se retrasará -con suerte y buenas maneras- hasta 2004.

Con la recuperación terminará pasando como con lo del lobo. Que de tanto anunciarla sin que se presente, cuando llegue -si es que la vemos- nos pillará desprevenidos. Desde 2001 llevamos oyendo que la recuperación de los mercados bursátiles y económica se presentaría dos trimestres más adelante de aquel en el cual se formulaba la buena nueva. Llegaba el trimestre anunciado y siempre existía una buena excusa para posponer esa recuperación otro par de trimestres más.

Ahora, de nuevo, estamos en éstas. A pesar de los malos datos europeos, según todos los portavoces autorizados, la recuperación comenzará en el primer trimestre de 2004. Pues, visto lo visto, debemos ponerlo en entredicho.

Veamos. Los datos de PIB del segundo trimestre en Francia han vuelto a ser negativos, por lo que técnicamente entra en recesión, como Italia, Alemania y Holanda. Portugal también renquea. Los responsables de economía del Gobierno galo han afirmado que su mal dato es coyuntural, por la guerra de Irak, las huelgas y la recesión de los países vecinos. Pero si observamos sus datos, nos encontramos con un preocupante incremento del paro -que superará el 9% al finalizar el año- y una acusada caída en el consumo.

No creemos que las razones que arguyen sus responsables sean circunstanciales. Las incertidumbres de la guerra continuarán, sus países vecinos no parecen inmersos en ninguna rápida recuperación y la conflictividad social sigue latente. Francia sólo reacciona anunciando nuevas rebajas fiscales de la tributación por renta. Pues bien, estas rebajas sobre la renta -que no de fiscalidad global que sigue subiendo- sólo tendrán efecto beneficioso para el consumo en las rentas más elevadas. Para la inmensa mayoría de asalariados -al trasladarse de directos a indirectos- no supondrá ningún aliciente extra para el consumo.

En el fondo, dada la incapacidad europea de tirar de la economía mundial, tenemos los ojos puestos en EE UU. Rezamos para que despegue y que en su lanzamiento nos arrastre. Esa parece ser nuestra capacidad de propuesta, limitarnos a ser meros vagones. ¿Y está, realmente, despegando EE UU? Las últimas semanas ha presentado buenos datos -aunque bien es cierto que muchos contradictorios- que podrían anunciar una recuperación. Esperemos que así sea, aunque tenemos algunos interrogantes.

Si es cierto que la incertidumbre derivada de la guerra de Irak castigó la economía, no vemos que la actual situación de guerra de baja intensidad que se vive en Irak vaya a ser un mejor escenario. Con un déficit público superior al 4% de su PIB, EE UU tendrá que hacer frente a un gasto militar muy superior al previsto, dada la inesperada resistencia que está encontrando en el país ocupado. Sus fuerzas armadas y algunos congresistas ya piden más soldados e incluso la creación de dos nuevas divisiones.

La psicosis de inseguridad en el país -abonada también de alguna forma por sus gobernantes, para conseguir mayor apoyo a su política militar- impulsará esas mayores necesidades de defensa. Más soldados, más inversiones militares significará más déficit público. No podría determinar cómo afectará ese incremento de gasto a sus cuentas ni a su economía, pero desde luego no de forma positiva.

Por tanto, la guerra de Irak todavía seguirá pasando factura a su economía, toda vez que la explotación del petróleo iraquí -con el que se contaba para financiar la reconstrucción y de paso resarcir algunos gastos- se dificulta por los continuos atentados que, lejos de remitir, se incrementan. Y esperemos que no se le complique la situación en Afganistán.

Se incrementará la inestabilidad mundial estos próximos meses. ¿Que cómo puedo estar tan seguro? Pues por la sencilla razón de que entre todos estamos haciendo todo lo posible para ello. Occidente con su irresponsable e ilícita prepotencia de bombardear y ocupar países soberanos sin autorización de la ONU, y el mundo musulmán por su propia incapacidad de modernizarse política y socialmente, creando con ello un campo de cultivo ideal para el desarrollo de los abominables fanatismos.

Pasan los meses, y en vez de acercar posturas, los campos de posibles entendimientos se alejan. Los analistas económicos deberían introducir en sus modelos predictivos este más que probable incremento de la inestabilidad mundial en general y de los atentados en particular. Esa inestabilidad mundial castigará, con su munición de incertidumbres, a la renqueante economía mundial.

Démosle, sin embargo, una oportunidad a la esperanza. Esperemos ser capaces entre todos de traer estabilidad y paz al planeta, y de paso prosperidad para sus habitantes. Pero tendríamos que cambiar bastantes cosas para ello.

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