Emergentes, para los más atrevidos
Los fondos de inversión en países emergentes no son aptos para inversores conservadores, pues los riesgos de impago son elevados
La costumbre de invertir en países emergentes no es nueva, contra lo que pudiera parecer, ni mucho menos. Sin embargo, sí lo es el que los inversores españoles tengan la posibilidad de hacerlo a través de los instrumentos de la inversión colectiva.
En efecto, invertir en países en vías de desarrollo es algo casi tan viejo como la existencia de los mercados de capitales. De hecho, algunas de las crisis más sonadas del siglo XIX tienen que ver con los excesos especulativos que se produjeron en torno a la inversión en ferrocarriles argentinos o norteamericanos. Recordémoslo: en la década de los setenta del siglo XIX los Estados Unidos de América acababan de salir de una guerra civil (la de Secesión) y se encontraban en un nivel económico y financiero todavía muy alejado del que entonces era el país más avanzado en esos órdenes, Gran Bretaña.
Habrían de transcurrir aún 70 años para que definitivamente le pudieran arrancar a ésta el cetro de la supremacía en prácticamente todos los órdenes. En concreto, la que es conocida como 'la otra gran depresión', que abarca de 1873 a 1893, se inicia en EE UU con una súbita retirada de capitales alemanes, que habían estado invirtiendo fuertemente en tierras y ferrocarriles en el Oeste. Hacia el final de la otra gran depresión, en 1890, el banco Barings tiene su primera cuasiquiebra por causa de la inversión en los ferrocarriles argentinos.
La costumbre de invertir en países emergentes a través de fondos de inversión es en España reciente. La categoría renta variable emergentes (de la clasificación española de fondos acordada entre la CNMV e Inverco) ascendía a finales de noviembre pasado a 259 millones de euros, un 0,15% del total del patrimonio conjunto de los fondos y un 0,65% del patrimonio total de los de renta variable de cualquier tipo.
Riesgo añadido
Una de sus características principales es que llevan asociado un tipo de riesgo del que habitualmente no se preocupa un inversor en fondos de renta variable española o euro, el riesgo-país.
Efectivamente, la inversión en cualquier tipo de activo financiero de renta fija o variable emitido por una empresa radicada en un país emergente tiene en común con la inversión en la zona euro o en los EE UU el estar sometido a los avatares que puedan sufrir las Bolsas, los tipos de interés, los tipos de cambio o la solvencia de los emisores.
Cuando se trata de invertir en países emergentes, además, se hace presente el riesgo-país. Un tipo de riesgo que se mide de muy distintas maneras: endeudamiento exterior en divisas; reservas en el banco central que, normalmente, se computan, además de en nivel absoluto, en relación con las importaciones (un ratio muy importante en este caso es el del número de meses de importaciones a los que se puede hacer frente con las reservas existentes en el banco central del país); la proporción de deuda exterior que vence a corto plazo; etc.
Los fondos que invierten en Asia (excluyendo Japón) y en países emergentes en general no son aptos, insistimos, para inversores conservadores. Tampoco lo es en una gran proporción de su patrimonio para inversores más arriesgados. En el sistema de calificación de Lipper y de los 108 fondos que pueden verse en el cuadro adjunto, sólo hay tres registrados para la venta en España que sean líderes en preservación de capital. Ello da idea del elevado riesgo asociado con este tipo de fondos.
Escaso acierto a la hora de prevenir riesgos
La evaluación del riesgo-país se asocia normalmente con la capacidad que tiene el país en cuestión de hacer frente a su deuda exterior. Y hay que reconocer que las agencias de calificación y los organismos internacionales no tienen un currículo muy bueno en lo que se refiere a anticiparse a una suspensión de pagos. Y el paso del tiempo no ha hecho mucho por mejorar la situación. Por ejemplo, si en 1982 las agencias de calificación mantuvieron a Venezuela la calificación de AAA hasta casi el mismo día en que suspendió el pago de su deuda exterior, en 1997 Michel Camdessus, director entonces del FMI, dedicaba sus elogios a los países del sureste asiático justo una semana antes de que Tailandia devaluara su moneda y se iniciara una tremenda crisis. Y, sin embargo, la situación de Tailandia estaba más que anunciada desde tres años antes por la enorme desproporción que dentro del conjunto de su deuda exterior representaban los vencimientos a corto plazo.