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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Nuevo golpe a la confianza

La crisis de confianza que atraviesa la economía internacional se vio golpeada el sábado con el atentado en la isla indonesia de Bali, que se cobró más de 180 vidas. Esas bombas dejan en evidencia la realidad del terrorismo internacional -lo 'barato' que es el terrorismo, en palabras del secretario del Tesoro de EE UU- y la vulnerabilidad de los Estados a sus ataques. Su alcance se extiende con rapidez al terreno económico, en un momento en que el clima de inquietud y las dudas sobre la recuperación se acentúan.

Mientras la mayoría de las monedas de la zona caían, las Bolsas reaccionaron ayer con bajas moderadas al atentado. La de Yakarta, que cayó el 10,36%, fue la que más sufrió. El resto de los mercados asiáticos -en Tokio fue festivo- incluso cerraron con alzas. En Europa, las caídas oscilaron entre el 0,59% de París, el 1% de Madrid y el 2,75% de Francfort. En EE UU, tras la apertura bajista, las Bolsas permanecieron indecisas.

Los analistas coinciden en que, tras el 11-S, los mercados deben aprender a convivir con esta incertidumbre. Pero insisten también en el grave riesgo para la recuperación de la región, hasta ahora lenta pero imparable, al margen de la desaceleración de las grandes economías. La OMC ratificaba la semana pasada que el comercio mundial crecerá este año un 1% siempre que, entre otras cuestiones, el sureste asiático mantuviera el desempeño económico que viene mostrando. La huida de turistas que los atentados pueden provocar, no sólo en Indonesia sino en toda la zona, causará una importante caída de ingresos, aumento del desempleo, paralización de la inversión extranjera y riesgo de un periodo de inestabilidad cambiaria y bursátil. El sureste asiático atraviesa, pues, una situación de alto riesgo. Sólo una acción decidida de las autoridades indonesias en la lucha contra el terrorismo y en favor de la seguridad resultará de verdadera utilidad para calmar a los inversores, más allá de cualquier medida monetaria o fiscal.

El atentado viene también a golpear las maltrechas industrias turística y aérea, en recuperación aún de los efectos del 11-S. Ambos sectores se exponen a una nueva penalización en las Bolsas que redundaría en mayor pérdida por los inversores de una confianza que, según datos avanzados el viernes, en EE UU está en el nivel más bajo desde 1993. Los riesgos para la economía mundial están ahí, aunque su evolución dependerá, y mucho, del desarrollo de los acontecimientos políticos.

En ese punto, el papel que adopte EE UU es clave. El atentado de Bali ha recordado a la comunidad internacional que la lucha contra el terrorismo, opacada por la amenaza de guerra entre EE UU e Irak, sigue abierta, que las dimensiones del enemigo a batir son enormes y que desde el 11-S de 2001 poco se ha avanzado en eliminar su amenaza. El atentado será utilizado sin duda por los halcones republicanos para justificar la necesidad de un ataque preventivo contra Irak, pero las incógnitas que genera este panorama complicarán aún más la recuperación de la confianza en la economía.

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