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Columna
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¿Podemos ser optimistas para 2003?

Las previsiones para 2003 señalan que Europa crecerá a un mayor ritmo que este año. Carlos Sebastián cree que, aunque han aparecido signos de debilidad, hay motivos para ser optimistas

Carlos Sebastián

Las previsiones macroeconómicas de los organismos internacionales, y de muchos analistas, realizadas en los años en los que las economías se desaceleran, suelen contener un sesgo optimista, que les lleva a esperar una elevación del ritmo de crecimiento en el ejercicio siguiente. Así fue por ejemplo en 1991, cuando tras comprobar que en ese año la economía internacional había perdido fuelle (de hecho la de Estados Unidos estaba en recesión), la práctica totalidad de los organismos internacionales, y no pocos analistas, pronosticaron un crecimiento mayor para 1992, año en el que, finalmente, las economías europeas entraron en recesión.

La mayoría de las previsiones para 2003, incluidas las que realizamos nosotros y publicamos los lunes en este periódico, esperan que Europa, en su conjunto, y España, en particular, crezcan el próximo ejercicio a un ritmo claramente superior al que están registrando este año, superando la desaceleración vivida en 2001 y en la primera mitad de este ejercicio. Nosotros, por ejemplo, esperamos que en 2002 el PIB de la eurozona aumente un 1,2% y el español lo haga en un 2%, mientras que las previsiones para 2003 son, respectivamente, del 2,2% y del 2,7%. En el panel de previsiones publicado por The Economist éstas son similares a las nuestras para este año, y claramente más optimistas que las nuestras para 2003.

¿Estamos todos cayendo, de nuevo, en un injustificado optimismo? Yo creo que no. Aunque, probablemente, hace un par de meses estábamos más seguros. Algunos datos están apuntando claramente a la debilidad de la recuperación, lo que sumado al derrumbe de los mercados bursátiles de las últimas semanas podría legitimar un cierto pesimismo. Si nos circunscribimos a Europa, las tres fuentes de crecimiento de la demanda (consumo, inversión y sector exterior) están llenas de incertidumbre. Pero también es cierto que las actuales tendencias de los indicadores de los tres agregados no reflejan la continuación del deterioro registrado a lo largo de los últimos seis trimestres.

El cambio de tendencia en el mercado de trabajo (muy notable en Alemania, pero apreciable en toda la zona) y la crisis bursátil (que está erosionando muy seriamente la riqueza financiera neta de unas familias muy endeudadas) no auguran una fuerte recuperación del consumo a corto plazo. Los indicadores de consumo, sin embargo, tampoco señalan deterioro. La inversión empresarial sigue cayendo y está obstaculizando la incipiente recuperación de la industria, pero la caída parece haber tocado fondo. La inversión en construcción, por su parte, sigue firme en España, aunque no, por ejemplo, en Alemania.

Se confía en que el sector exterior mejore su aportación al crecimiento y que, al permitir una recuperación industrial, conduzca a un cambio de tendencia en la inversión empresarial y a al fin del deterioro del empleo. Pero, para ello, la evolución de la economía americana es fundamental. Por sus efectos directos y por su incidencia sobre otras áreas económicas. Y, pese a todo, pese a algunas dudas que han surgido sobre la evolución del gasto de las familias estadounidenses, hay por el momento más razones para esperar una moderada recuperación de aquella economía que para pensar que vaya a volver al periodo recesivo vivido en 2001.

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