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Columna
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La economía pierde gas

Los indicadores económicos hablan de una desaceleración de la actividad económica española. Carlos Sebastián destaca la intensidad con la que va a aumentar el paro en esta coyuntura

Carlos Sebastián

En el primer trimestre del año el empleo ha disminuido respecto al último trimestre de 2001 (aunque la tasa interanual de variación ha sido del 2,2%). Las cifras de paro, tanto las de la encuesta de población activa (EPA) como las del Registro del Instituto Nacional de Empleo (Inem), indican que éste está aumentando a tasas relativamente altas. Estos datos hablan de un importante deterioro en el mercado de trabajo y de una apreciable desaceleración de la actividad económica española. Como, a juzgar por lo que se oye estos días en los medios con motivo de la convocatorio de la huelga, han proliferado mucho los expertos en economía laboral, me voy a centrar en el segundo aspecto de la cuestión.

El análisis de la evolución de los componentes de la demanda nacional realizado a través de los indicadores mensuales pone de manifiesto que, efectivamente, continúa la desaceleración iniciada a finales de 2000. Aunque la desaceleración de la demanda interna se ha suavizado, aún no parece haber terminado, en contra de lo que se esperaba hace unos meses. A ello se une que la contribución del sector exterior está siendo tan negativa como se anticipaba.

Prácticamente ningún indicador de la evolución del gasto de consumo da señales de recuperación. Algunos están registrando una tendencia con un crecimiento sostenido pero moderado. Otros, en cambio, siguen apuntando a una pérdida de ritmo. La desaceleración de la renta salarial real y el mayor pesimismo de las familias, especialmente en lo que se refiere a la economía de sus hogares, está imponiendo un menor ritmo del consumo privado, que el año pasado aumentó un 2,7% (tras haberlo hecho un 4% en 2000) y que en éste crecerá alrededor del 2,1%-2,3%. También es previsible que el consumo público se desacelere ligeramente.

Los dos principales componentes de la inversión están teniendo un comportamiento muy dispar. La inversión en equipos sigue cayendo y no está claro que haya tocado fondo. Las expectativas de los empresarios sobre la evolución futura de los pedidos y de la producción habían empezado a mejorar, pero este proceso de mejora parece haberse detenido. La inversión en construcción, por su parte, mantiene un buen tono y su desaceleración está siendo mucho más suave de la que esperábamos. Sigue siendo éste el componente más dinámico de la demanda interna. Pero no parece que vaya a evitar que la formación bruta de capital fijo crezca este año por debajo del 2%. En este escenario, el crecimiento de la demanda interna se situará en el 2%-2,2%, frente al 2,8% registrado el año pasado.

El sector exterior se caracteriza por un escaso crecimiento de sus dos componentes: las exportaciones, por el escaso vigor de la economía europea ,y las importaciones, por la debilidad del gasto interno, especialmente de la inversión en equipos. Previsiblemente restará dos o tres décimas al crecimiento del PIB.

Vemos, por tanto, que el ejercicio de la economía española no va a ser muy boyante, aunque un crecimiento cercano al 2% no constituye una crisis. Lo peor es la intensidad con la que previsiblemente va a aumentar el paro en esta coyuntura. Pero sobre esta cuestión parece difícil pronunciarse en estos momentos con alguna seriedad.

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