¿Qué globalización?
'La tela que mil arañas tejen inmoviliza a un león'
Si hay un tema abierto, difícil de sistematizar, de definir, de aprehender éste es el de la globalización. Pocos conceptos han suscitado tanto esfuerzo intelectual, tanto interés y tan enfrentadas pasiones, pro y anti, y, sin embargo, tan pocos puntos de encuentro.
Globalizadores y mal llamados antiglobalizadores, globófilos y globófobos, neoliberales y alternativos, defensores y detractores de la mundialización -como definen el proceso en el ámbito cultural francófono- se enfrentan día a día en los campos de batalla de los mass media, de los seminarios, debates y conferencias universitarias, en medio de una guerra en la que una sola pero potentísima voz, la de los neoliberales proglobalizadores, se apropia de un concepto y de un discurso, frente al coro de voces globalizadores críticos, antiglobalizadores y alternativos (nacionalistas conservadores y excluyentes, ecologistas, sindicalistas de izquierdas y socialdemócratas clásicos) tan disarmónico como plural y heterogéneo, tanto en sus fines como en sus medios.
En ningún otro tema como en éste, la definición que hagamos va acondicionar más su interpretación.
La novísima edición del Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española define la globalización como 'la tendencia de los mercados y de las empresas a extenderse, alcanzando una dimensión mundial que sobrepasa las fronteras nacionales'. Mercados, empresas, naciones, mundo el plano económico y, como substrato, el geográfico se convierten, en esta definición, en los dominantes.
El FMI define la globalización como 'la interdependencia económica creciente del conjunto de países del mundo provocada por el aumento del volumen y variedad de transacciones transfronterizas de bienes y servicios, así como de los flujos internacionales de capitales al tiempo que la difusión acelerada y generalizada de tecnología'. En esta segunda definición se incorpora, junto a la dimensión económica, lo que es -a nuestro entender- la dimensión dominante: la tecnológica, las nuevas tecnologías de las comunicaciones y la revolución de la información: es la e-Economía.
Los alternativos hacen del término una definición más crítica: la globalización cabe ser entendida según ellos (Carles Casals) como 'un proceso económico con consecuencias sociales, culturales, políticas -añadimos: así como ecológicas o ambientales y territoriales-, que, basado en el lucro, quiere convertir el planeta en un espacio pensado para el libre flujo de mercancías, capitales y servicios -no así como de las poblaciones, apuntamos-, desdeñando cualquier barrera administrativa y enfrentándose a ésta donde las hubiere'.
Como puede comprobarse una definición unívoca del término no es, pues, ni sencilla ni posible, dado que la globalización presenta, como afirma la antropóloga Dolors Comas, múltiples formas, múltiples facetas, al tratarse no de un fenómeno nuevo, sino viejo; no lineal; no homogéneo sino heterogéneo y desigual en cuanto a su desarrollo y consecuencias. Propicia el incremento de conexiones, pero éstas ni son horizontales ni tienen la misma intensidad; por el contrario, son múltiples y presentan distinta naturaleza (económica, tecnológica, cultural, mediática, étnica ).
Las dificultades para definir el término justifica el título de nuestro artículo: el todo de la globalización se restringe a una de sus partes: la tecnológica, la económica, y de ésta a la financiera, y esta sinécdoque, esta concepción reducionista, esta definición estrecha condiciona los análisis y sesga tanto las propuestas de sus defensores como las respuestas de sus opositores.
Pues bien, de los planos o dimensiones señalados de la globalización sin duda el fundamental es el ligado al desarrollo de la ciencia y de la tecnología de la información -no, en la misma medida, del conocimiento-. Es precisamente sobre esta urdimbre sobre la que se apoya el ingente volumen de flujos financieros y de capitales (entre 1,5 y dos billones de dólares diarios).
En el plano económico el mundo se ha hecho uno, pero la globalización no se ha producido en el mismo de forma uniforme: en la última década, sin duda la más globalizadora de la historia de la humanidad, se ha incrementado la pobreza, las desigualdades sociales y económicas, las situaciones de exclusión social al mismo ritmo que el de las transiciones comerciales internacionales de capitales.
Sin duda, como apunta Ulrich Beck, el desarrollo de la ciencia y de la tecnología de la información ha hecho al mundo más pequeño e integrado para unos, pero mucho más grande, difícil y amenazante para otros.
En el plano político, ¿qué papel juegan los Estados nación? Como señala el sociólogo americano Daniel Bell, son demasiado pequeños para resolver los problemas grandes y demasiado grandes para resolver los problemas pequeños.
Si la globalización en el plano político supone más economía y más integración internacional y menos Estado, ante el avance imparable del poder de las grandes compañías transnacionales que en ellos operan ¿no están los políticos siendo, como apuntan algunos sociólogos, sus propios enterradores cuando defienden y presentan el discurso de la modernización, un discurso que bajo su ropaje social y cultural es netamente económico, aunque en él no se hable de economía, e implícitamente político, aunque en él no se hable de política?
El Estado de bienestar, tal como lo entendemos en Europa occidental, ¿podremos sostenerlo por mucho tiempo?, ¿qué significado tiene el concepto de bienestar en el resto del mundo donde tal Estado de bienestar no ha existido nunca?, ¿juegan los Estados el mismo papel en los momentos de aceleración de la globalización que en los momentos de repliegue?
En el plano cultural la globalización presenta la imagen de una única cultura hegemónica: la estadounidense, cuando también otras culturas aparecen globalizadas, sea la islámica, la oriental, por más que nuestro eurocentrismo nos impida valorarla en toda su extensión y en todas sus consecuencias.
En el plano geográfico la globalización se está haciendo a costa de profundas desigualdades territoriales o espaciales (el 14 % de la población mundial absorbe más del 75 % de las inversiones del planeta y contribuye a más de la mitad de la contaminación que éste soporta). Frente a los que proponen, como boutade intelectual, el fin de la Geografía, como otros recientemente (Francis Fukuyama) esgrimían la tesis del fin de la Historia, hay que argumentar que el estudio geográfico de las desigualdades nunca ha sido tan pertinente como ahora.
Las decisiones pueden parecer descentralizadas y aespaciales, pero sus consecuencias, las contradicciones que tales decisiones acarrean, no lo son. Al discurso uniformador de los defensores del pensamiento único hay que contraponer el de las persistencia de las desigualdades socioespaciales, cada día más agudas. Frente al espacio abstracto de los 'señores del aire' (Javier Echevarría) hay que contraponer el espacio concreto de los sectores marginados, de los espacios vividos, de lo local, de lo cultural
El espacio no es un continente neutro, ahistórico, no es un mero contenedor de procesos, no es un simple teatro de operaciones, es un producto social, es un reflejo de las contradicciones sociales, la consecuencia de largos procesos históricos más o menos largos, más o menos intensos. Así pues, ni estamos en el final de la Historia ni estamos en el final de la Geografía, sí acaso en el final de un ciclo y de una determinada concepción del espacio, en términos euclidianos, absolutos, que deben ser sustituidos o complementados con otros: el espacio flujo, el espacio tiempo, el espacio relativo
La Geografía demuestra cómo mientras se produce una descentralización productiva a escala de un país o de un continente, o del mundo, a favor de los nuevos países industriales, se produce una concentración de actividades de coordinación y decisionales en espacios privilegiados. Una y otra son las caras de una misma moneda, de un mismo sistema llamado mundo, un espacio que la globalización está haciendo único, pero en el que, en palabras del ensayista Andrés Ortega, pareciera que conviven siglos diferentes.