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A fondo
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

MAGA no puede dejar que caiga Intel

Su quiebra supondría una derrota para el empeño del movimiento en mantener los símbolos de la gloria del país

La presentación por parte de Intel de los resultados del segundo trimestre de 2025 no tuvo como consecuencia la tormenta bursátil del rendimiento de cuentas de hace un año. En esta ocasión, la disminución del valor de la acción en los días posteriores fue aproximadamente de un 13%, la mitad que la histórica caída de hace un año. Las pérdidas de la compañía siguen siendo tan altas como entonces, todo ello a pesar de que en ese periodo ejecutó milimétricamente su plan de reducción de personal –un 25%, desde 125.300 a 101.400 empleados–, descartado el proyecto de expansión en Europa –con una inversión superior a 35.000 millones de euros entre las plantas que se habían previsto en Alemania y Polonia– y procedido a sustituir a su consejero delegado, cargo ocupado antes por Pat Gelsinger ya ahora por Lip-Bu Tan.

La Administración del Partido Republicano mostró una preocupación inusual por la compañía en la primera quincena de agosto. La actividad se aceleró ante la incertidumbre sobre la captación de clientes externos para la familia de chips 18A de la compañía, el producto con que Intel aspiraba a rivalizar con los productos de 2 nanómetros (nm) de TSMC en el suministro a Apple, Nvidia y el resto de los gigantes tecnológicos. El futuro de la firma se hacía cada vez más incierto, introduciendo un riesgo político al proyecto MAGA (Make America Great Again) de cara a las elecciones legislativas de mitad de mandato presidencial, en noviembre de 2026.

En primer lugar, como relata Chris Miller en Chip war, los semiconductores contribuyeron decisivamente a la victoria estadounidense sobre la Unión Soviética. La Guerra Fría parecía perdida con el retraso en la carrera espacial –lanzamiento del primer satélite y puesta en órbita del primer ser humano por la URSS– y la amplia infiltración de las ideas comunistas en lo que hoy llamamos el Sur Global. Los chips permitieron dar la vuelta al marcador del conflicto, facilitando a EE UU situar la primera persona en la Luna y disponer de mejor y más potente armamento que el rival soviético.

Intel representa como ninguna otra empresa la historia de los semiconductores en EE UU, con sus fundadores, Robert Noyce y Gordon Moore, que concibieron esta tecnología. La quiebra de Intel supondría una derrota para el empeño de MAGA de mantener los símbolos de la gloria del país.

En segundo lugar, MAGA se ha apropiado del discurso de la defensa de la tradición. Como bien señala Wang Hunning –actual ideólogo y número cuatro del Partido Comunista de China– en su libro América contra América –el relato de su viaje de estudios a EE UU en 1988– , la innovación es un elemento central de la tradición estadounidense. La bancarrota de Intel equivaldría al fracaso de la capacidad de innovación del país, más humillante cuando la compañía ha dispuesto en su último duelo con TSMC de maquinaría más avanzada que los taiwaneses –los últimos modelos de dispositivos litográficos de ASML–, que exhibió a bombo y platillo. Consecuentemente, sería un fracaso relevante del Partido Republicano de cara a mantener vivos los valores heredados de los padres fundadores.

Finalmente, la quiebra de la compañía californiana implicaría que su proyecto de megafábrica en Ohio –en construcción desde 2022– nunca se llegaría a completar. Intel planificó allí una factoría clave en la revitalización de su segmento de fabricación, con 28.000 millones de dólares de inversión inicial para sus dos primeras líneas de producción y hasta 100.000 millones más para desarrollar seis plantas adicionales. La crisis de la empresa ha obligado a posponer la puesta en producción de la primera fase desde 2025 a 2030. Más de 3.000 empleos directos, 7.000 en la construcción y decenas de miles de empleos indirectos están en juego en un estado clave en las elecciones de noviembre de 2026, y donde Trump ha vencido en las tres convocatorias presidenciales a las que se ha presentado.

Se renovarán los 15 representantes de Ohio en la Cámara Baja –10 de ellos actualmente republicanos– y el asiento del senado que ocupaba J. D. Vance, actual vicepresidente con Trump. Las reformas radicales del movimiento MAGA tendrían más dificultad en ser aprobadas por el Congreso si perdiera fuerza en Ohio, lo cual sería inevitable si quebrará el proyecto industrial de Intel.

La compañía californiana necesita de una inyección de capital a corto-medio plazo para ser salvada. Rumores no confirmados apuntan a una intervención del Gobierno con una toma de participación pública, que la Casa Blanca califica aún de especulaciones. Las cantidades manejadas para rescatar a la compañía californiana son desmedidas. Craig Barrett, quien fue su consejero delegado entre 1998 y 2005, ha estimado que se pueden necesitar hasta 40.000 millones de dólares. Acierta al señalar como posible fuente a las propias compañías tecnológicas.

Están pendiente de adoptar las medidas arancelarias y de otro tipo consecuencia de la investigación que está realizándose en virtud del artículo 232 de la Ley de Expansión Comercial de 1962. Tras reclamar a Nvidia y AMD el 15% del valor de los ingresos en China para permitirles vender, respectivamente, sus productos H20 y Mi350, no sería descabellado que, bajo la bandera de garantizar la seguridad nacional, Trump incluyera en el paquete de medidas que parte de los eventuales aranceles se destinaran a salvar Intel. Otra alternativa que parece se está barajando es hacer uso de los fondos de la Ley de Chips aún no entregados a otras empresas.

La larga agonía de Intel no puede extenderse por más tiempo; su cierre y partición o salvación por un tercero son las únicas soluciones. La bancarrota de la compañía californiana supondría un torpedo en la línea de flotación de la recuperación de la gloria pasada que promete el aparato trumpista. MAGA no puede dejar caer Intel; la fórmula está por determinar.

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