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La tribuna de los fondos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El partido se ha dado la vuelta cuando menos se esperaba

Como en el 12-1 de España a Malta, Europa está aprovechando las políticas de Trump para ganar impulso

El once de la selección española que goleó 12-1 a Malta en 1983, en el Benito Villamarín de Sevilla.

España era, a principios de los años ochenta, un país que deseaba crecer y abrirse al mundo. Nuestro país había sido el anfitrión del Mundial de 1982, pero la selección española, la que me aficionó al fútbol cuando era una niña de apenas 6 años (tal vez el culpable, en realidad, fuera Naranjito), no acababa de enganchar a los españoles.

La confianza en que la selección española consiguiera clasificarse para la Eurocopa de Francia 1984 era escasa. España necesitaba ganar por 11 goles a Malta después de una fase de clasificación en la que Países Bajos se veía ya como clasificado. Aquel 21 de diciembre de 1983, las gradas del Benito Villamarín estaban prácticamente vacías. Menos de media entrada para ver al equipo dirigido por Miguel Muñoz. Si de partida ya la situación se visualizaba casi imposible, imaginen el panorama cuando en los primeros compases fallaba Juan Señor un penalti y Paco Buyo encajaba un gol de los malteses. De los 11 que había que marcar se había pasado a 12.

El final de la historia, muchos de ustedes ya lo conocen. Cuando más pequeña era la esperanza y menos los seguidores, España nos regaló la noche más épica de la historia de la selección. Resultado final: España 12 – Malta 1.

Si a estas alturas, creen que están leyendo una crónica deportiva en un diario económico, por favor, sigan leyendo este repaso por la historia: nos sirve para ilustrar lo que está pasando en los mercados financieros.

Terminábamos 2024 con una sensación de euforia hacia la Bolsa de Estados Unidos. El impulso de las siete magníficas, unido al efecto Trump, dejaron los índices americanos en máximos, con un vapuleo histórico a la Bolsa europea, con el mayor diferencial de rentabilidad de los últimos 40 años. El dinero entraba sin cesar en la Bolsa americana y huía despavorido de una Europa gris, atascada y desnortada políticamente. No cabía mayor pesimismo. Estados Unidos 10 – Europa 0. Ese fue el saldo desde la victoria de Trump hasta finales de 2024.

Solemos decir que los mercados tienen la mala costumbre de hacer siempre lo que más duele, que además suele ser lo que menos se espera. Los mercados son, además, caprichosos o ciclotímicos, y pobre de aquel que se quede atrapado en el lado malo cuando cambian de humor. Y así ha sido.

Como en aquella noche de 1983, el partido se ha dado la vuelta, y Europa lleva una remontada como la de la selección española ante Malta. Antes de que acabe el trimestre, Europa 12 – Estados Unidos 1 (aunque, si tuviéramos en cuenta el efecto divisa, el resultado sería más abultado aún).

¿Por qué han cambiado tanto las cosas en tan poco tiempo? El péndulo había llegado a un extremo y está deshaciendo parte del camino. Si antes Trump representaba más esplendor para la economía estadounidense, ahora se ve como una seria amenaza, y no se descarta la palabra que empieza por R, o sea, una recesión.

Por ahora, los datos económicos duros siguen apuntando a una actividad económica subyacente relativamente robusta a principios de 2025. Pero las medidas prospectivas continúan indicando una posible debilidad por delante. En este contexto, las expectativas futuras de la encuesta de confianza del consumidor de esta semana registraron la lectura más baja de los últimos 12 años.

Europa se está quitando la pereza más por necesidad que por iniciativa propia. Hay quien dice que Donald Trump tendrá un retrato junto a Jean Monnet y Robert Schuman, padres de la Unión Europea.

Alemania ha liderado, por sorpresa, el cambio de actitud de Europa. Su próximo canciller, Friedrich Merz, ha rescatado las palabras de Draghi, acuñando un “cueste lo que cueste” versión 2.0, para marcar el fin de la debilidad en las capacidades de defensa de Alemania y Europa. El proyecto, llamado ReArm Europe, tiene, como primer paso, incrementar el gasto en defensa de la UE del 1,9% al 3% del PIB, en un momento en el que solo cuatro miembros europeos de la OTAN gastan en defensa más del 3% del PIB (Polonia, Estonia, Letonia y Grecia).

Este nuevo impulso ha coincidido con el peloteo de aranceles de Trump y alguna decepción con las expectativas de beneficios futuros de las grandes tecnológicas americanas, que se han visto también sacudidas por el efecto DeepSeek.

Cuando las barbas de tu enemigo veas cortar, pon las tuyas a remojar… y, ante estos conatos de volatilidad, el dinero está empezando a salir de Estados Unidos y, poco a poco, regresando a Europa. Este efecto flujo, unido al cambio de sentimiento, ha sido suficiente para aupar con brío las cotizaciones de las acciones europeas.

Empezábamos con el fútbol y podemos acabar con el cine, o mejor, con una serie de carácter distópico, plagada de expresiones grandilocuentes.

El Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), dirigido por Elon Musk, comparte siglas con el popular meme donde aparece un perro de raza Shiba Inu, que inspiró la creación de la criptomoneda Dogecoin, promovida recurrentemente por el fundador de Tesla. Se ha denominado “Día de la Liberación” al próximo 2 de abril, cuando entrarán en vigor los aranceles recíprocos anunciados por Trump. El “you don’t have the cards” (no tienes las cartas) espetado a Zelenski en el bochornoso espectáculo en la Casa Blanca.

Todos estos movimientos están inquietando a los mercados. Las tires de los bonos están repuntando, debido a las preocupaciones de que una guerra comercial inminente sea un shock que provoque más inflación y deteriore el crecimiento. El oro ha escalado a máximos históricos. El dólar se ha depreciado más de un 5% y las Bolsas están nerviosas.

Probablemente, estos movimientos tenían que pasar, tarde o temprano, aunque ahora encontramos una narrativa adecuada para explicar el entorno.

Si miramos más allá, conviene recordar que los mercados son volátiles por naturaleza, pero no por ello se vuelven ininvertibles o hay que salir pitando. La mejor estrategia es siempre permanecer invertido, con carteras diversificadas y robustas, que no persigan las modas o las valoraciones extremas. Dar tranquilidad a los inversores cuando el mercado se pone nervioso debería ser siempre la hoja de ruta que hay que revisitar cuando empezamos a tener tentaciones de escorarnos.

Marta Campello es socia y gestora de Abante

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