Los tiempos están cambiando para el mercado ibérico
La excelente evolución de los índices estadounidenses esconde ciertas dinámicas que pueden devenir insostenibles

Resulta cuando menos llamativo cómo ha cambiado el paradigma inversor en nuestro mercado ibérico a lo largo de las últimas dos décadas. Allá por el año 2007, cuando el que redacta estas líneas comenzó su andadura profesional en el mundo de la inversión, los llamados fondos superventas eran aquellos que limitaban su ámbito geográfico a España y Portugal. De hecho, durante varios años, en los encuentros que manteníamos con clientes o potenciales inversores, lo habitual era que se cuestionara el que contáramos también con una estrategia de inversión internacional, cuando nuestro supuesto atractivo y valor añadido residía en el universo patrio. Sin embargo, hace ya bastante tiempo que esta narrativa viró 180 grados y hoy la pregunta recurrente es qué sentido tiene contar con una estrategia ibérica.
En efecto, es difícil convencer a nadie de las grandes oportunidades que encontramos en el mercado ibérico, cuando en los últimos 15 años la receta para el éxito inversor ha ido de lo más sencilla: comprar el índice estadounidense S&P 500 y olvidarse. Para muestra un botón: mientras el S&P 500 se ha anotado en ese periodo una rentabilidad con dividendos del 620%, nuestro Ibex 35 ha cosechado un 130%. ¡Casi cinco veces menos! Aún más sangrante, si cabe, ha sido el languideciente comportamiento de las compañías medianas y pequeñas españolas, con una rentabilidad acumulada de alrededor del 35% en último lustro, frente al 115% del Ibex 35 o el 150% del índice estadounidense. Desde luego, no está de moda invertir en España, pero mucho menos si hablamos de compañías alejadas de su principal índice bursátil. Empero, estamos convencidos de que las tornas pueden cambiar antes de lo que muchos se esperan…
Por un lado, consideramos que la excelente evolución de los índices estadounidenses esconde ciertas dinámicas que pueden devenir insostenibles. En primer lugar, el explosivo ascenso bursátil de las grandes tecnológicas de EE UU ha llevado a una concentración que, bajo algunas métricas, no se producía desde hace 100 años en el S&P 500. Para bien y para mal, el futuro de este índice está íntimamente ligado al comportamiento que presenten estas entidades los próximos años. Sin duda, la gran caída diaria que sufrió Nvidia el día que irrumpió el modelo de lenguaje de IA DeepSeek es un buen aviso para navegantes sobre los riesgos que entraña descontar la perfección. En segundo lugar, la extraordinaria revaloración de este mercado ha situado su valoración en métricas muy exigentes, se mire como se mire. Desde luego, no podemos esperar conseguir las mismas rentabilidades en las compañías estadounidenses que las que se han cosechado en los últimos 15 años.
Por último, la gestión indexada no ha dejado de captar flujos monetarios que ha destinado, en su mayor parte, a invertir precisamente en los índices estadounidenses. ¿Qué sucederá con esta bola de nieve cuando las rentabilidades que estos inversores esperan conseguir no se materialicen? ¿Qué ocurrirá cuando la gran bola de nieve no solo deje de crecer, sino que, directamente, se derrita?
Por otro lado, las compañías medianas y pequeñas españolas, tras años y años alejadas del foco inversor, han visto cómo sus valoraciones se sitúan, en muchos casos, en niveles nunca vistos. De hecho, obviando la situación vivida en 2020 por el impacto de la pandemia del coronavirus, no nos habíamos topado con oportunidades de inversión en nuestro mercado tan claras como las actuales.
Posiblemente, este entorno de mercado sea incluso más llamativo que el que vivimos en los años 2012 a 2014, cuando el acrónimo PIIG estaba en boga y el sentimiento negativo hacia los índices del sur del continente era extremo. Hoy, lejos de vivir en un ambiente de negativismo, nos encontramos ante un mercado apático y con nulo interés inversor, reflejado en el escaso volumen negociado que arrojan muchas de las compañías que cotizan en la Bolsa española. Tal es el atractivo que vemos hoy que nuestra exposición a compañías españolas, en términos agregados, es la mayor que hemos tenido nunca.
Ahora bien, que existan estas oportunidades no quiere decir que el flujo inversor vaya a volver a interesarse por nuestro mercado. ¿Cómo se destapará entonces este valor oculto? A través de los catalizadores. Ciertamente, cada vez nos topamos con más empresas españolas que han demostrado que estaban infravaloradas por eventos que no dependen del interés de la comunidad inversora. Un claro ejemplo es el caso de la antigua de la antigua NH Hoteles, que destapó gran parte de su valor después de recibir una OPA. Otro posible ejemplo es Elecnor, donde el propio equipo directivo ha jugado un papel activo en el proceso, vendiendo activos para, posteriormente, retribuir de manera extraordinaria a sus accionistas.
Pues bien, estamos convencidos de que esta dinámica seguirá persistiendo y que compañías como Catalana Occidente, Alantra, Zegona, Dia, Gestamp o Iberpapel, por citar algunas de nuestras principales inversiones, terminarán reflejando, antes que después, su gran potencial actual de revalorización. Los tiempos están cambiando(The Times They Are A-Changin), como rezaba la famosa canción de Bob Dylan, y debemos tener muy claro dónde queremos estar posicionados para beneficiarnos de ello.
Javier Ruiz es director de inversiones y socio de Horos Asset Management.
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