Pasos adelante en la industria
Si el sector fabril supone más del 20% de la economía en la UE, en España no supera el 15,3% del PIB, la mitad que en los 70
La industria pesa en la economía española menos de lo que lo hace en los países de su entorno. Esta circunstancia, que en el corto plazo ha servido para responder mejor a los embates de la crisis energética, siempre ha sido muestra de una debilidad en innovación y valor añadido de sus empresas y urge no olvidarlo, pese a la gallina de los huevos de oro que encarna el turismo. Si el sector fabril supone más del 20% de la economía en la UE, según los datos del Consejo Europeo, en España, con las cifras del INE de 2023, no supera el 15,3% del PIB, la mitad que en los 70.
En este contexto, los grandes supervivientes de la reconversión industrial española afrontan un nuevo ser o no ser. De Celsa a Duro Felguera, de Abengoa a Navantia o Tubacex, todas atraviesan en mayor o menor medida aguas turbulentas, presionadas por la incertidumbre y las estrategias de los fondos de inversión. Si los Gobiernos deben o no hacer política industrial resulta un debate casi superado en este 2025, sobre todo a la vista de los grandes programas impulsados por países como Estados Unidos y con las alertas del informe Draghi bien frescas en la memoria. España no puede dar más pasos atrás en la apuesta decidida por la tecnología.
La inversión, entendida como gasto en equipamiento y adaptación del aparato productivo, arrastra un considerable déficit en este país desde la crisis financiera. Raymond Torres, director de coyuntura y análisis internacional de Funcas, maneja algunas comparaciones odiosas: Suecia, considerado uno de los países de mayor productividad en el mundo, invierte un 30% más que España en bienes de equipo en término relativos al nivel de PIB de cada país, y su productividad ha mejorado un 1,3% al año desde los 2000, el triple que en España.
Nuestro país ha dedicado a inversión productiva el 5,5% del PIB en los dos últimos años menos que todas las grandes economías europeas y menos que antes de la pandemia. Y si a la formación bruta de capital fijo le quitamos la construcción residencial, vemos que una notable brecha en las cifras por habitante ajustadas en dólares contantes y poder de compra eran relativamente próximas entre Estados Unidos (14.000), la UE (10.000) y España (7.000).
Al tiempo, grupos internacionales anuncian inversiones destacando los costes y la calidad del capital humano. Es el momento de los pasos adelante, no solo desde el esfuerzo público, sino de ese capital privado español con espíritu creativo y ambicioso.