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La Lupa
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La carestía de la vivienda ya expulsa población en Madrid y Barcelona

La migración exterior tapa la fuga neta de españoles hacia localidades vecinas y regiones limítrofes

Desigualdad económica
Construcción de viviendas en El Cañaveral, Madrid.Samuel Sánchez

La intuición de que el encarecimiento de la vivienda, sea en propiedad o en alquiler, termina por expulsar a muchos ciudadanos de las grandes urbes ya tiene datos que lo demuestran. La dificultad está en que el aluvión de inmigrantes para cubrir la demanda de empleo hace que queden soterrados otros movimientos de la población. La ciudad de Madrid comenzó este año con 3.460.491 habitantes, que es más del doble de los 1.702.814 de Barcelona. Ambas metrópolis crecen, un 3,6% y un 2,6%, respectivamente, pero ese crecimiento de la población se debe única y exclusivamente a la llegada de extranjeros.

Los datos disponibles de población de las grandes ciudades españolas, las que más afectadas están por el encarecimiento de la vivienda, no son homogéneos, lo que dificulta el seguimiento. Pero si metemos la lupa en el padrón municipal de 1 de enero de este año en Madrid y Barcelona y excluimos el fenómeno de la migración exterior, aquellos empadronados que vienen o se van al extranjero, encontramos que la capital de España perdió el año pasado 20.746 habitantes y la capital catalana 7.499. El informe del Ayuntamiento de Barcelona es muy contundente en la explicación de la evolución del padrón y señala a “las dificultades de acceso a la vivienda” como causa clara para la fuga de familias.

Al tiempo, las dos ciudades, como sucede en el conjunto de España, registraron mayor número de muertes que de nacimientos, lo que arroja un saldo vegetativo negativo de 522 personas en Madrid y 3.661 en Barcelona, pero todo esto queda opacado por la fuerte ola de inmigrantes que vienen a trabajar, sobre todo a aquellos empleos que rechazan los españoles, como las tareas del hogar, cuidados de personas y trabajos en la construcción, por ejemplo. Esta entrada neta de extranjeros es la única razón por la que crece la población en las dos ciudades.

El padrón de Madrid parte con esa caída de medio millar de habitantes por el mayor número de fallecimientos y continúa con un descenso de 20.746 por el saldo migratorio dentro de España. Estas bajas son solucionadas con un movimiento neto con el extranjero de 116.143 habitantes y 25.685 de lo que se denomina saldo de “gestión padronal”. El movimiento de residentes en Madrid se produce básicamente entre el área metropolitana de la ciudad y Castilla-La Mancha, a donde van 13.000 personas que causan baja en la capital y que eligen sobre todo las provincias limítrofes de Toledo y Guadalajara. Tras esta comunidad, los destinos preferentes son Andalucía, Comunidad Valenciana y Castilla y León.

El informe que ha elaborado el Ayuntamiento de Barcelona tiene la misma música, aunque con otros números, y señala que las bajas en el padrón tienen la agravante de concentrarse entre los más formados (el 40% son universitarios) y los más jóvenes. El grupo más numeroso en dejar Barcelona es el que tiene entre 25 y 44 años, que arrastra a más de siete mil niños con edades de entre 0 y 14. Estas marchas tienen como destino principal el área metropolitana y otros municipios de Cataluña (67%) y el resto de España (27%). Por tanto, el perfil de los que se van de la capital catalana son familias españolas (57% nacidos en España) y muy formadas. Durante décadas, Barcelona ha recibido inmigrantes del resto de Cataluña y del resto de España; en 2023, el saldo de población entre los que llegaron de otras zonas de la región y los que salieron arroja una pérdida de más de 8.312 habitantes.

El flujo de población de Barcelona tanto de entrada como de salida se produce entre las mismas ciudades; destacan Hospitalet, Madrid y Badalona. Llama la atención la presencia de la capital de España, que es la segunda ciudad proveedora de habitantes que se empadronan en la Ciudad Condal y, a la vez, el tercer destino de los que se dan de baja.

“En Barcelona convergen una serie de factores que contribuyen al crecimiento de estos flujos de entradas y salidas: actualmente, la ciudad transita por una coyuntura económica expansiva, con crecimiento de la actividad y del empleo. Como en muchas otras ciudades contemporáneas, las urbes son vistas como ecosistemas innovadores que crean sinergias que fomentan y atraen la diversidad y la alta especialización. En paralelo, las dificultades de acceso a la vivienda puntúan alto en las motivaciones de salida”, señala el mencionado informe.

Todos los datos apuntan a que esta tendencia demográfica va a continuar. Las dos ciudades siguen creciendo y especialmente en el sector servicios, en hostelería y cuidadas de mayores y niños, labores que no quieren realizar los españoles. Por tanto, la población extranjera va a seguir aumentando. El 25,4% de los censados en Barcelona y el 19% de los de Madrid tienen nacionalidad extranjera, con tramos de edad donde se acercan a la mitad, como entre 20 y 40 años. En 2001, en Barcelona solo un 4,9% de los censados no era español.

La mutación es tan grande, que queda reflejado en datos tan anecdóticos como relevantes. Los nombres preferidos por los padres para inscribir a sus hijos son prácticamente los mismos en Madrid y Barcelona, donde están pasando a segundo plano los típicos nombres catalanes. El año pasado, los nombres de niño más frecuentes en Madrid fueron Mateo, Lucas y Matías; y Lucía, Sofía y Olivia para las niñas. En Barcelona se repiten dos opciones en cada sexo y Jordi o Monserrat, que históricamente estaban entre los más repetidos, no aparecen ni entre los diez primeros.

La vivienda está detrás de la evolución demográfica, pero el desacople va a ser aún mayor, ya que las dos ciudades están creciendo mucho en empleos con sueldos bajos, que son los que ocupan los inmigrantes, y que, por tanto, tienen aún más difícil pagar un alquiler; comprar está en otra galaxia. Esto es lo que está originando ese nuevo mercado de alquiler de viviendas por habitaciones, donde se amontonan inmigrantes.

La solución al problema de la vivienda pasa por incrementar el parque de casas de precio asequible, en alquiler y propiedad, para lo que es imprescindible que las administraciones públicas suelten suelo y construyan vivienda de propiedad pública. Si se ponen ya manos a la obra, el problema se solventará en una o dos décadas. Mientras tanto, seguirá creciendo el racismo y la xenofobia, la salsa de la ultraderecha.

Aurelio Medel es periodista y doctor en Ciencias de la Información


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