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Breakingviews
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La fiebre de las fusiones en el cobre oculta un mercado disfuncional

Hay una sorprendente desconexión entre la subida de los precios y lo difícil que es rentabilizar su extracción

Los Bronces
Roca de muestra de la mina de cobre Los Bronces, de Anglo American, en Chile.ANGLO AMERICAN (via REUTERS)

El cobre es cada vez más uno de los activos más preciados de la economía mundial. Gracias a su capacidad para conducir la electricidad, es probable que la demanda del metal rojo se dispare en las próximas décadas, a medida que el mundo vaya abandonando los combustibles fósiles en favor de formas de energía más renovables. También es la razón principal del intento de BHP de adquirir Anglo American por 46.000 millones de dólares. Pero existe una sorprendente desconexión entre el atractivo panorama general y lo difícil que es para los actores del sector privado ganar dinero extrayendo cobre.

Es fácil entender por qué el jefe de BHP, Mike Henry, quiere aumentar la exposición al cobre del grupo, valorado en 156.000 millones de dólares. La principal forma de reducir la dependencia mundial de los combustibles fósiles, que representan el 80% de las necesidades energéticas mundiales, es aumentar masivamente el uso de vehículos eléctricos, turbinas eólicas y baterías. Todos ellos requieren metales que puedan conducir la electricidad de forma rentable una vez estirados en forma de cables: es decir, cobre.

Las opiniones difieren sobre cuánto debe aumentar la demanda mundial anual desde los 26 millones de toneladas de 2023. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) calcula que esta cifra tendrá que alcanzar los 41 millones en 2050; los analistas de S&P Global llegan hasta los 53 millones. Lo que está claro es que en algún momento, y sobre todo a partir de 2030, se abrirá un abismo entre la oferta y la demanda. S&P cifra el déficit en 9,9 millones de toneladas anuales de aquí a 2035.

Ante esta situación, cabría esperar que los precios del cobre se dispararan y que las mineras se lanzaran a ampliar las minas ya existentes y, al tiempo, a excavar nuevos yacimientos. A unos 10.500 dólares la tonelada, el precio del cobre para entrega dentro de tres meses es, en efecto, el más alto de las últimas dos décadas. Pero la producción minera mundial de cobre solo crecerá un 0,5% en 2024, según el Grupo Internacional de Estudios del Cobre, en parte porque una disputa entre el Gobierno panameño y la canadiense First Quantum Minerals ha cerrado la mina Cobre Panamá. Esta cifra está muy por debajo de la tasa media de crecimiento del 2,6% de los tres años anteriores, y también de su previsión inicial de expansión del 3,7% para este año.

Las mineras también se enfrentan a una espiral de gastos generales. Los costes de explotación se han disparado. Las facturas de energía, infladas por la pandemia, significaron que el gasto operativo promedio de las mineras aumentara de alrededor de 3.100 dólares por tonelada a 3.600 dólares entre 2020 y 2023, dice la AIE. Un problema mayor es el aumento del coste de la construcción de nuevas minas, o incluso de la ampliación de las existentes. La AIE calcula que en 2017 costaba unos 20.000 dólares por tonelada de nueva producción explotar un nuevo segmento de un yacimiento abandonado. Ahora son 30.000 dólares, y otras fuentes citan 35.000 dólares.

Aunque la factura energética ya ha retrocedido, la inflación de las inversiones parece más difícil de revertir. En los yacimientos abandonados, las mineras tienen que cavar literalmente más hondo para llegar a nuevos yacimientos, después de haber extraído el material al que es más fácil acceder. Los minerales de menor rendimiento obligan a los mineros a excavar un mayor volumen de tierra para extraer la misma cantidad de metal. Las disputas con Gobiernos como el de Panamá, que quieren apropiarse de las riquezas indígenas, también aumentan los gastos y los riesgos.

Para que los números cuadren, los precios del cobre deben subir aún más. Las mineras necesitan precios de 5 dólares la libra (unos 10 el kilo), o 11.020 dólares la tonelada, solo para cubrir sus costes de capital en nuevos proyectos, explica un inversor. Cuando el precio del cobre se situó en 8.500 dólares durante gran parte de 2023, aprobar nuevas inversiones implicaba incurrir en pérdidas económicas. Los analistas de JP Morgan estiman que BHP y Rio Tinto, valorada en 126.000 millones de dólares, tienen una buena razón para evitar decepcionar a sus accionistas, después de haber sufrido pérdidas colectivas de 87.000 millones por fusiones y adquisiciones dudosas desde 2007.

Los líderes del sector, como Henry y Duncan Wanblad, CEO de Anglo, lo saben. Esa es una de las razones de que BHP no se apresure a acelerar la siguiente fase de su gigantesca mina de cobre Escondida, de Chile, y de que Freeport-McMoRan, valorada en 78.000 millones de dólares, se haya abstenido de ampliar su yacimiento Bagdad, en EE UU. Mientras, los analistas de Goldman Sachs calculan que las recientes fusiones del cobre se han cerrado a un precio equivalente a 25.300 dólares por tonelada de producción anual, más barato que el coste estimado por la AIE para la ampliación de algunas minas abandonadas.

Este tipo de razonamiento explica la persecución de Anglo por parte de BHP y el discurso predominante en los círculos mineros de comprar antes que construir. Pero los beneficios generales de la concentración no están nada claros. Como señaló hace poco Mark Bristow, CEO de Barrick Gold, el hecho de que una minera compre otra no garantiza que la nueva empresa produzca más que las dos anteriores. Dado que las compañías siempre conservan la opción de pausar la oferta para proteger sus márgenes, un grupo más grande podría incluso extraer menos que dos más pequeños. Tanto si Wanblad disuelve Anglo por su cuenta como si lo hace Henry, es probable que ninguna de las dos acelere el gasto de capital más de lo que sugieren las perspectivas de los precios de las materias primas.

El punto de vista más positivo es que a las grandes mineras les resultará más fácil gestionar unos costes de capital inflados. A 30.000 dólares la tonelada, una mina capaz de producir 500.000 toneladas al año costaría 15.000 millones. Eso es menos de la mitad de la producción anual de Escondida, de BHP. Si las mineras quieren acercarse a los 9,6 millones de toneladas anuales de nueva capacidad que, según la consultora CRU Group, se necesitan para 2035, tendrán que ser lo más grandes posible para asumir el riesgo de que un megaproyecto sufra retrasos u otros contratiempos.

Sin embargo, esto podría no ser suficiente garantía para empresas como BHP. Los inversores pueden pensar que el cobre no justifica precios de 15.000 dólares la tonelada, porque suponen que los Gobiernos no alcanzarán sus objetivos de transición energética. Otra posibilidad es que los desorbitados precios provoquen un cambio del cobre al aluminio, que cotiza a solo 2.600 dólares la tonelada. Wanblad, Henry y otros líderes mineros tienen al menos una especie de cobertura. Si el disfuncional mercado del cobre provoca un déficit y los precios del metal rojo suben por encima de los niveles actuales, sus accionistas aún podrían salir ganando. No está tan claro que el planeta se beneficie.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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