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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La concentración bancaria nunca fue una buena idea

El sector no parece preparado para aceptar (aún) que los ‘sistemas monocultivo’ tienen muchos riesgos

Sede del Banco Central Europeo (BCE) en Fráncfort del Meno, Alemania.
Sede del Banco Central Europeo (BCE) en Fráncfort del Meno, Alemania.olrat

El segundo (y tormentoso) intento de compra del Banco Sabadell por BBVA ha vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre la concentración bancaria en España. La realidad es que las grandes entidades se han comido progresivamente el espacio de las más pequeñas. Cuando estalló la crisis económica de 2008, había 55 bancos y cajas de ahorro en España y un periodo de varias fusiones y adquisiciones ha dado paso a un sector muy concentrado, con tan solo 10 entidades en la actualidad.

Hace 17 años, esto parecía impensable y hasta el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, ha reconocido la necesidad de prestar atención a este fenómeno, muy superior al del resto de Europa. ¿Es necesario abrir este debate? Rotundamente sí.

En la actualidad, aproximadamente el 70% del sector bancario español está controlado por unos pocos bancos de gran tamaño, lo que plantea interrogantes sobre la competencia real y la diversidad de opciones para sus clientes, y también tiene implicaciones relevantes para nuestras necesidades financieras y la consecución de objetivos sociales y económicos amplios.

La concentración en el sector bancario tiene riesgos adicionales que afectan tanto a los y las clientes como a las políticas monetarias. Los grandes bancos, con un dominio significativo del mercado, pueden influir en la efectividad de esas políticas, lo que puede incidir sobre la capacidad de implementar cambios en ellas de manera eficiente. Además, la falta de competencia en mercados donde los bancos más pequeños tienen dificultades para competir puede dar lugar a precios más altos en los servicios bancarios y, por lo tanto, afectar de forma negativa a los y las clientes. Estos mercados no disputados generan pérdidas de bienestar para la sociedad en general y también pueden conducir a falta de innovación y calidad en los servicios ofrecidos.

Aunque desde 2014 el BCE ha implementado medidas de supervisión bancaria como respuesta a la crisis financiera, todavía persisten desafíos significativos. La falta de materialización de una unión bancaria bien ejecutada y que incentive esa diversidad hace que la competencia entre países todavía esté fragmentada y que los grandes actores mantengan el dominio del sector y perpetúen la concentración. Además, el crecimiento del sector fintech, también bastante atomizado, se ha traducido en que la práctica de actividades que antes estaban reservadas en exclusiva a las entidades bancarias tradicionales estén ahora en manos de estas entidades, menos reguladas y supervisadas.

En nuestra opinión, es preocupante que los reguladores del sector financiero hayan preferido los sistemas monocultivo, que promueven los grandes conglomerados bancarios sin una evidencia sólida que respalde la mayor eficacia de su supervisión en comparación con la diversidad. Por el contrario, la concentración aumenta el riesgo de desastres sistémicos similares al de 2008.

En este sentido, consideramos que la regulación europea debería limitar la concentración bancaria para evitar rescates costosos que impacten en la economía y en las vidas de las personas y las organizaciones, así como la dominación de entidades too big to fail (demasiado grandes para caer), que podrían hacer peligrar las economías nacionales si enfrentan problemas de solvencia o liquidez. Actualmente, la regulación, junto con la tecnología, llevan precisamente a lo contrario. El año pasado, ya vimos en Suiza (con la fusión forzada entre Credit Suisse y UBS) a qué puede conducir esto. En contraposición, el sistema financiero alemán, caracterizado por una menor concentración, ha respaldado históricamente a pequeñas y medianas organizaciones que generan empleo y un impacto positivo en la sociedad.

En el caso de España, la influencia predominante de los accionistas en la gobernanza empresarial ha contribuido a la concentración y al cortoplacismo, por encima de la búsqueda de sostenibilidad a largo plazo y el impacto social y ambiental.

El sistema financiero se puede entender de otra manera. Es necesario promover modelos de negocio diversos, que incluyan una toma de decisiones compartida entre varios grupos de interés. Esto es crucial para el bienestar económico. La legislación debería fomentar esos modelos y garantizar que se contribuya al progreso social y ambiental mediante reformas que faciliten la propiedad colectiva de las empresas y apoyen los bienes comunes.

Si observamos la naturaleza, vemos que la falta de diversidad conduce a la vulnerabilidad de los ecosistemas frente a cambios drásticos en el entorno. Lamentablemente, en el sistema bancario actual, esa lección parece olvidarse con frecuencia, aunque en la diversidad en el sector también contribuye a la resiliencia económica y es fundamental para el equilibrio y la salud general de nuestra economía.

Para construir las finanzas del futuro, es crucial revisar el marco legal global de los mercados e instituciones financieras. Algunas entidades públicas y privadas, así como la Agenda Europea para las Finanzas Sostenibles, están sentando las bases para un entorno financiero global nuevo, con la adopción de compromisos climáticos y principios de impacto. Las políticas de competencia también deben desempeñar un papel decisivo. La Comisión Europea debería llevar la iniciativa para eliminar los monopolios en Europa y hacer de la diversidad una piedra angular de la regulación del mercado, a fin de promover la resiliencia y reducir las dependencias.

Las decisiones financieras deberían orientarse hacia el logro del mayor impacto social posible con el menor riesgo. Para lograrlo, es fundamental contar con un sistema sólido, capaz de servir a mercados abiertos, circulares y diversos y que responda a la variedad de proyectos de impacto que personas y empresas emprendedoras desarrollan a diario. Financiar estos proyectos, especialmente los innovadores y poco conocidos, requiere una gama amplia de alianzas posibles, con especialización sectorial y diferentes apetitos de riesgo. Esto implica la existencia de un ecosistema de entidades financieras diverso, que incluya inversión de impacto, bancos públicos, comerciales y locales, entidades de seguros y de crédito, así como instrumentos filantrópicos que fomenten la investigación y la innovación, cooperativas y plataformas de microfinanciación.

La concentración bancaria es todo lo contrario a esto. Si somos conscientes de ello, se podrá por fin poner encontrar un camino que favorezca de verdad la economía sostenible, inclusiva y justa que necesitamos y que nos merecemos como sociedad.

Daniël Köhler es director general interino de Triodos Bank España

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