La paradoja de la protección al minorista
El hecho de que la OPV del año excluya al pequeño inversor no es una excepción, sino la tónica en la mayor parte de las grandes salidas a Bolsa en Europa
El esperado estreno en Bolsa de Puig, que tendrá lugar mañana en una operación valorada en 14.000 millones de euros, ha despertado una expectación que hacía mucho tiempo que no se veía en el mercado. Será la mayor salida a Bolsa de Europa en lo que va de año y la mayor colocación del mercado español desde la de Aena en 2015. La fuerte demanda por parte de los inversores –todos ellos institucionales, puesto que no contempla tramo minorista– permite augurar que Puig se estrenará como una clara candidata al Ibex 35 y como tercera empresa familiar más valiosa de la Bolsa española.
El hecho de que la OPV del año excluya al inversor minorista, que deberá esperar a que Puig cotice en el mercado secundario, no es una excepción, sino la tónica en la mayor parte de las salidas a Bolsa de los últimos años, y no solo en España, sino también en el resto de Europa, con la salvedad de Francia. La explicación está en los mayores requisitos y análisis de riesgos que exigen los reguladores cuando las operaciones están dirigidas también al pequeño inversor, una circunstancia que complica el diseño del folleto y la información que hay que presentar al supervisor y alarga, por tanto, los plazos. Dirigir la OPV a institucionales y profesionales facilita también la tarea de los bancos de inversión que ejercen de colocadores, cuyo esfuerzo de comunicación es sustancialmente menor. En el caso de España, la sombra de la histórica sentencia de Bankia planea también como un motivo añadido para restringir las operaciones al inversor institucional, que en último término es también la pieza clave para el éxito de la colocación.
El perfil de inversor que participa hoy en las operaciones de salida a Bolsa contrasta con el que animó la privatización de las empresas públicas españolas a principios de los noventa, que supusieron el primer contacto de muchos pequeños ahorradores con el mercado de valores. Ese capitalismo popular ha ido perdiendo peso, paradójicamente, por los esfuerzos del legislador por proteger los intereses de los minoristas mediante el endurecimiento de la regulación, hasta el punto de que en España, la última gran colocación abierta al inversor no profesional fue la de Aena en 2015, mientras que en Europa fue la de Porsche de 2022.
La intención que inspira ese garantismo regulatorio es virtuosa, pero ha contribuido a dibujar un mercado europeo donde el volumen de negociación es cada vez menor y los ahorros financieros de los hogares se dirigen a fondos o activos no convencionales. Como en casi todos los campos, repensar el modelo actual y buscar un punto medio constituye un objetivo importante que Europa debería perseguir.
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