La compra de GIP da a Larry Fink opciones de salida
El acuerdo es sensato, y suficientemente transformador para que el CEO de BlackRock se retire
Larry Fink se enfrenta a dos cuestiones existenciales: una, cuándo dejará de dirigir BlackRock, gestora de activos valorada en 120.000 millones de dólares; y dos, cuál será el futuro de la firma. El viernes se acercó un poco más a resolver ambas cuestiones con la compra de Global Infrastructure Partners, GIP, por 12.500 millones de dólares en efectivo y acciones, lo que convertirá al gigante en una de las mayores gestoras de activos alternativos del mundo. Pagará la operación con 3.000 millones de dólares en efectivo y 12 millones de acciones. El acuerdo es sensato, y lo suficientemente transformador como para dar a Fink la opción de jubilarse, si tan solo fuera menos ambicioso.
Tiene sentido que BlackRock, más conocida por su gigantesco negocio de fondos indexados, se adentre en los mercados privados. Las llamadas alternativas ilíquidas, como infraestructuras y bienes raíces, representaron el 1% de los 10 billones de dólares en activos de la firma en el cuarto trimestre de 2023, pero casi el 9% de los ingresos. Y el enfoque de GIP en sectores como las energías renovables [es dueño del 20% de Naturgy] o los centros de datos se encuentra en un punto óptimo: los tipos de interés mundiales están lo suficientemente altos como para que las compras apalancadas parezcan arriesgadas, pero lo suficientemente bajos como para que aún sea difícil encontrar rentabilidad.
Los activos de infraestructuras duras, con una cantidad moderada de deuda, ofrecen un tentador perfil de riesgo-rentabilidad intermedio entre las compras apalancadas y las acciones y bonos tradicionales.
BlackRock tiene una ventaja, además. Su grupo de asesoramiento sobre mercados financieros, que está ayudando a Ucrania a crear un fondo de recuperación, mantiene relaciones con Gobiernos que necesitan inversiones. Y BlackRock es accionista de casi todas las empresas que cotizan en Bolsa. Las asociaciones con Occidental Petroleum y AT&T ofrecen un mapa de cómo Fink y el fundador de GIP, Bayo Ogunlesi, ambos procedentes del banco de inversión First Boston, pueden utilizar sus 150.000 millones de dólares combinados para enfrentarse a las prácticas establecidas de Brookfield Asset Management y Macquarie. Y el precio parece razonable. A más de 25 veces los ingresos por comisiones del objetivo, está en el entorno de los objetivos de los analistas para empresas alternativas como Blackstone, antiguo empleador de Fink.
El problema para él es que la operación no es totalmente transformadora. Es casi tan grande como la compra en 2009 de Barclays Global Investors, BGI, la génesis de los fondos iShares de BlackRock, que ahora definen a la empresa. Pero BGI representaba alrededor de la mitad de la capitalización bursátil del comprador hace 15 años. GIP supone aproximadamente una décima parte. El acuerdo también hace que la empresa se parezca más a Blackstone, lo que no la hace destacar precisamente.
La simultánea reestructuración organizativa muestra que Fink piensa a lo grande. BlackRock está reestructurando su negocio de fondos cotizados, integrándolo con otros activos de la empresa bajo la dirección de Stephen Cohen, como jefe de producto. Salim Ramji, responsable mundial de iShares e inversiones en índices, dejará la empresa.
La idea es convertirse en una ventanilla única para los inversores, ya sean pasivos, activos, privados, públicos, acciones o bonos. Para sacar a los clientes de una mentalidad de silos, BlackRock tendrá que integrar además plataformas tecnológicas. Fink puede dejar esto en manos del próximo líder, o quedarse y arremangarse.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías
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