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El Foco
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El fácil recurso de la reprimenda moral a los bancos

Moralizar es más fácil que enfrentarse a la realidad. El problema grave de la economía española no está en el beneficio de la banca, sino en la elevada deuda pública

Maria Jesus Montero
La vicepresidenta cuarta del Gobierno y ministra de Hacienda y Función Pública, María Jesús Montero.José Manuel Vidal (EFE)

Los políticos ven en los beneficios obtenidos por los bancos una suerte de carambola ajena a los méritos de la gestión de las propias entidades y a su capacidad de manejar las dificultades del entorno. Resulta muy fácil convertir en discurso algo que, a base de repetición exacerbada, termina encontrando un sitio en la memoria de los ciudadanos. Es una vieja argucia: crear una falacia para luego rebatirla.

La narrativa de que la subida de tipos permite que los beneficios de los bancos aumenten sin trabajo alguno y que hay que gravarlos, porque realmente es el Estado su legítimo propietario, es toda una falsedad. Suppressio veri, en expresión latina. Las falacias suelen dejarse pasar por pereza, desidia, elevada altura intelectual del afectado, atribución de falta de rigor a quien la sustenta o por la ingenua creencia de que el público sabrá distinguirla de un hecho verdadero y la olvidará. Decía el padre del cubismo, George Braque, que “la verdad existe, solo se inventa lo ilusorio”.

Una de las curiosas inconsistencias de quienes condenan que los bancos maximicen sus beneficios es que no trasladan esa lógica a los gobiernos. Puestos a utilizar el mismo lenguaje poderosamente emocional, cuantos más ingresos impositivos estén a disposición de los políticos, mayores pueden ser sus gastos para conseguir ser reelegidos. Quienes dentro y fuera de la política realizan juicios morales sobre la maximización de los beneficios, muy pocas veces aceptarían trabajar por la mitad de sus salarios o incluso por la cuarta parte.

Obtener altos beneficios no está ni mucho menos garantizado. Tanto Adam Smith como Karl Marx hicieron una clara distinción entre las intenciones de los individuos y los efectos de los sistemas económicos. Marx veía los resultados económicos “completamente independientes de la voluntad del capitalista”, por lo que obtener el mayor beneficio posible es un seguro de vida frente a la incertidumbre que conlleva toda actividad económica. Como recordatorio de lo imprevisible de la evolución económica, sería suficiente señalar las veces que todas las autoridades económicas, sin excepción, cambian sus previsiones.

A pesar de que los bancos manejen millones de euros, no es dinero de su propiedad. Gran parte de este procede de los ahorros o del dinero pagado a los fondos de millones de personas, muchas de ellas con ingresos modestos. Si estas personas no obtienen mayor rendimiento en un banco que en otro sector de la economía, los trabajadores cuyos fondos de pensiones necesitarán para que les proporcione un ingreso cuando estén en una edad avanzada podrían optar por otras empresas. De igual forma, los analistas financieros, en tanto que intermediarios que manejan fondos de pensiones y otras inversiones de un amplio número de personas, no van a querer aceptar para quienes les han confiado sus ahorros una ganancia menor de la que podrían obtener de otros sectores. La retórica emocional que desprecia los intereses y valores de muchas personas, al tacharlas de intermediarios insensibles, es muy falaz porque no demuestra de ninguna manera que quienes están empleados en los bancos tengan menos sensibilidad con las personas para las que trabajan como los políticos pudieran tener respecto de aquellos a quienes representan.

Los bancos españoles han sabido adaptarse para capear el temporal, primero con tipos negativos y luego con una brusca y acelerada subida de tipos de interés para tratar de corregir errores de bulto de los supervisores. El efecto del error: el deterioro de las condiciones económicas y la depresión de nuevos negocios. A las empresas españolas se les han incrementado fuertemente los costes financieros, que han pasado de entornos del 2% al 6%-7%. Y hay que recordar que estas operan con niveles de apalancamiento (deuda dividida por ebidta) muy altos. Esa ratio suele estar por encima de 6 o 7 veces, cuando lo adecuado desde la perspectiva de un banco es que no supere las 3 veces. Asimismo, tras la subida de precio de las materias primas y de los suministros, las empresas registran mayores costes de producción y no han podido repercutir todo el incremento de los costes a las ventas, por consiguiente y a pesar de la propaganda oficial, sus márgenes caen. Por tanto, con márgenes menores y mayores pagos por intereses de la deuda es muy difícil para una empresa generar caja positiva.

Esta situación no es ajena a los bancos y el próximo ejercicio pondrá a prueba la fortaleza de las empresas y, por enésima vez, la capacidad de gestión de los bancos. Cuando se hacen aspavientos ante los beneficios de estos, es útil recordar de dónde se viene para entender por qué es saludable que aumenten tanto como el desarrollo de los negocios permite.

Medido por el rendimiento sobre el capital (ROE), el incentivo que mueve a los inversores, las ganancias de los bancos españoles se situaron en un respetable 9,8% al final de 2022 (ligeramente menos que el 10,1% del año anterior), según el FMI. Esto se produjo tras una reducción de las provisiones previamente cuantiosas reservadas para los bancos por las pérdidas crediticias previstas durante la crisis. Asimismo, la banca española ha mejorado sus colchones de capital. El capital de nivel 1 cuenta con reservas de alta calidad que los prestamistas pueden utilizar para absorber pérdidas y permanecer solventes. Mantenían el nivel 1 de capital equivalente al 14,6% de sus activos ponderados por riesgo (RWA) a finales de 2022, una disminución ligera desde el 15,2% a finales de 2021, según el FMI, pero casi el doble del 7,6% registrado en 2006.

Moralizar es más fácil que enfrentarse a la dura realidad. El problema grave de la economía no está en el beneficio de la banca, sino en la elevada deuda pública. Y un gobierno puede predicar lo que quiera en contra de los beneficios que considera elevados y alterar las condiciones del mercado, pero si se escucha a los inversores, por cierto los mismos a los que hoy se les ofrece letras del Tesoro al 3,70% (un coste que se cubre también con impuestos de los ciudadanos a los que se dice ayudar), se oirán tres cosas: que los bancos cuentan con elevada liquidez, que la debilidad prevista del crédito ante la falta de necesidades de financiación supone un freno para el aumento del coste de los depósitos, y que dan por descontada “una generación sólida de beneficio neto” gracias principalmente a la mejora del margen de intereses.

Con una economía en desaceleración y vulnerabilidades como la débil situación financiera de numerosos hogares y empresas, la reducción de demanda de crédito y servicios que generan ingresos, así como las altas probabilidades de empresas que entren en serias dificultades, los beneficios crecientes de los bancos son la mayor garantía de estabilidad.

Carlos Balado es profesor de OBS Business School y director de Eurocofín

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