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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los empleados son la pieza que falta en el engranaje manufacturero de EE UU

Se pueden crear 250.000 puestos en dos años, pero ya hay escasez de trabajadores en el sector

Hay un obstáculo en la recién reiniciada maquinaria manufacturera de EE UU. El auge de la construcción de fábricas provocado por las políticas industriales de Joe Biden ha suscitado un optimismo desenfrenado sobre el sector por primera vez en décadas. Pero la parte más difícil del proceso pende de un hilo: cubrir todas las vacantes de empleo previstas.

Biden ha cumplido todas las promesas de su predecesor de reactivar el sector manufacturero. El Acuerdo Bipartidista sobre Infraestructuras, la Ley de Reducción de la Inflación, con sus créditos fiscales para proyectos de energías renovables, y las subvenciones a los semiconductores de la Ley Chips y de Ciencia han tenido el efecto deseado.

El gasto en construcción de nuevas plantas se disparó a un ritmo anualizado y deses­tacionalizado de unos 200.000 millones de dólares entre enero y septiembre, un 60% más que un año antes y dos veces y media el nivel de 2021, según la Oficina del Censo, antes de ajustar el aumento de los costes de construcción, que en cierto modo favorecen a los llamativos incrementos.

Taiwan Semiconductor Manufacturing (TSMC), por ejemplo, está construyendo en Arizona una planta de fabricación de chips por valor de 40.000 millones, que espera que esté operativa el año que viene, y otra más avanzada que estará lista en 2026. Samsung, Intel, Bosch y Linde son algunas de las empresas que han dado a conocer sus planes de construir o ampliar decenas de plantas similares en EE UU.

A su vez, el aumento de la construcción de fábricas conlleva una mayor inversión por parte de los proveedores de productos químicos, gases especiales, equipos y otros materiales utilizados en los procesos. También es probable que aumente el gasto en I+D.

Asimismo, EE UU ha acelerado rápidamente el ritmo de producción de vehículos de emisiones cero y de baterías, después de haber ido a la zaga de China, Europa y el resto de Asia hasta hace poco. De aquí a 2030, los fabricantes de automóviles, así como los de baterías, tienen previsto dedicar 860.000 millones en todo el mundo a la transición hacia los eléctricos, de los cuales casi un cuarto se destinará a iniciativas de EE UU, más que en ningún otro país, según estimaciones del instituto de investigación Atlas Public Policy. Ya a finales del año pasado, 23 empresas diferentes, entre ellas Ford y SK Innovation, habían destinado al menos 1.000 millones cada una a una planta de eléctricos o baterías en EE UU.

Este renacimiento de la fabricación reforzará la economía del país, en parte al estimular la inversión extranjera y la demanda de productos nacionales. También debería, en cierto modo, de suavizar y reducir el riesgo en las cadenas de suministro, atendiendo al menos a una lección de la pandemia. Y los incentivos del Gobierno dan a la lucha contra el cambio climático bastantes posibilidades. Sin embargo, pese a estos notables beneficios, el entusiasmo generalizado merece circunspección.

El sector manufacturero representaba más de un cuarto del PIB nominal de EE UU a principios de los cincuenta, y ha caído de forma constante hasta menos de la mitad, según el Departamento de Comercio. Cualquier repunte significativo parece improbable, ya que los servicios mantienen su dominio. Además, los esfuerzos del Gobierno por reac­tivar la industria manufacturera pueden dejar al descubierto importantes carencias de mano de obra.

En 1979, las manufacturas representaban casi 20 millones, o el 22%, de los 90 millones de empleos no agrícolas del país, según la Oficina de Estadísticas Laborales. Hoy solo aportan el 8%, e incluso suponiendo que los robots sean una parte importante de todas las fábricas nuevas y mejoradas, no está claro que haya suficiente mano de obra cualificada disponible para manejar el resto de la carga. Basándose en parte en el gasto previsto en construcción, los analistas de Goldman Sachs calculan que las iniciativas de Biden podrían generar hasta 250.000 nuevos empleos en manufacturas en los próximos dos años.

Ya hay escasez de trabajadores. La diferencia media entre el número de vacantes mensuales y el de contrataciones en las manufacturas superó las 400.000 a principios de 2022; desde entonces, se ha reducido a unas 180.000, pero sigue siendo tres veces mayor que antes del Covid. En algunos sectores, como la construcción y el comercio minorista, la anterior escasez de mano de obra ha desaparecido.

Parte del problema es que EE UU no ha sabido cultivar la mano de obra necesaria. Por ejemplo, el mercado de empleo ZipRecruiter anuncia unos 60.000 puestos de aprendiz en el país. En Alemania, un país centrado en la fabricación, con la cuarta parte de población, hay disponibles 500.000 puestos comparables.

La responsabilidad, por ahora, recae en los empresarios individuales, que ya afrentan costes laborales más bajos en el extranjero. Por si fuera poco, los trabajadores ya no codician los empleos en el sector como antes. Según un estudio de la Fed de 2022, el descenso de la sindicación es responsable de la erosión de una prima salarial media del 3% por hora que existía sobre otros empleos del sector privado en fecha tan reciente como 2006.

El crecimiento salarial también se está enfriando más rápidamente en los empleos de producción y fabricación, con un 4,2% interanual en agosto, por debajo del máximo anual del 11% alcanzado en diciembre de 2021 y en comparación con la media nacional del 4,5%, según el poral de empleo Indeed.

Además de aumentar los salarios, las empresas se ven obligadas a hacer grandes inversiones en formación, ampliar las prestaciones y contratar a más mujeres, negros y otros trabajadores infrarrepresentados. Según McKinsey, en 2030 habrá mucha más demanda de competencias tecnológicas y cognitivas en las manufacturas, ya que la proporción de tareas físicas y manuales se reducirá en más de un cuarto con respecto a 2016. Según el Instituto de Investigación de Economía Política de la Universidad de Massachusetts-Amherst, muchos de los empleos a los que se dirige la iniciativa de Biden también tienen menos probabilidades de ofrecer planes de jubilación y seguros de asistencia sanitaria comparables a la media nacional.

Es dudoso que el sector privado esté dispuesto a hacer todo eso por sí solo. Ya hay peticiones de grupos industriales para que el sector público haga más, como subvencionar la formación profesional y el cuidado de los niños. Pero el Tío Sam ya está en apuros financieros, pues se ha comprometido a un montón de estímulos fiscales que aumentarán aún más la deuda nacional.

Una política de inmigración más laxa también podría ayudar a llenar el vacío, pero abrir las fronteras aunque solo sea un poco más es un botón político caliente que pocas autoridades estarán dispuestas a pulsar.

Puede que el motor de la industria de EE UU esté en marcha, pero las complicaciones relacionadas con el empleo amenazan con echar arena en los engranajes.

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