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La tribuna de los fondos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Nuestra agua es el mercado

El año de 2023 vuelve a ser un ejemplo de que muchos de los consensos y de las predicciones sirven muchas veces para causar sonrojo

Bolsa
Vega Alonso (EFE)

Hace unos días, Pilar Gómez-Bravo, Co-CIO de renta fija y gestora de carteras de MFS Investment Management, nos decía en una presentación que el momento actual de mercado le recuerda a la obra de teatro Samuel Beckett, Esperando a Godot. En dicha obra, una de las más reconocidas del teatro del absurdo, los dos protagonistas esperan a un tal Godot que nunca acaba de llegar. Con esta analogía, el señor Godot es la recesión que, aunque muy esperada, no llega, pero tal vez ocurra como en la obra teatral, “parece que no vendrá hoy, pero vendrá mañana por la tarde”. Una parte importante del consenso del mercado se ha pasado al bando de que o no habrá recesión o esta será suave, pero aún queda un bastión de unos pocos que opinan que es cuestión de tiempo que veamos el enfriamiento de la economía.

Lo que sea que acabe ocurriendo lo sabremos con el tiempo, pero, entre tanto, el año nos deja algunas enseñanzas.

Una de ellas es estar preparado para que no ocurra lo que espera todo el mundo. Las apuestas favoritas de las casas de análisis a principios de año eran Europa y emergentes en la parte de renta variable y bonos con duración para la parte de renta fija. A falta de apenas un mes para que finalice el año, podemos decir que una cartera compuesta por estas tres ideas únicamente sería una pequeña debacle.

Estamos viviendo un año muy extraño en el que un puñado de compañías se lo llevan todo y representan más del 80% de la revalorización de los principales índices. La fiebre por la inteligencia artificial en la primera mitad del año ha llevado a las nubes los precios de las siete magníficas y el furor por los medicamentos llamados GLP-1, usados para tratar la diabetes tipo 2, ha disparado las cotizaciones de las farmacéuticas Eli Lilly y Novo Nordisk en el tercer trimestre de 2023. Esta última, con sede en Dinamarca, se ha convertido, además, en la compañía más valiosa de Europa, con una capitalización de casi 420.000 millones de euros, destronando a la francesa LVMH (Louis Vuitton).

Los índices de bolsa, sobre todo los americanos, han alcanzado niveles de concentración en unos pocos nombres que no se veían desde el año 2000, pero la realidad es que la rentabilidad del año de las carteras viene explicada por si han tenido o no estas empresas, cuántas de ellas o en qué peso.

Mirando hacia delante, parece evidente que estamos entrando en un cambio de régimen. Es la definición favorita de muchos economistas. Inflación más alta, tipos de interés más altos (el famoso higher for longer) y, por lo tanto, tasas de descuento más altas para los activos.

Esto ha provocado una dispersión enorme en el mercado, por sectores y por tamaño de compañías. El mercado es una máquina implacable de fabricar ganadores y perdedores, pero la tarea de los gestores es ser capaces de encontrar oportunidades y salirse a tiempo de las ideas que puedan empezar a estar sobrevaloradas.

Nuestro enfoque en la actualidad, después de haber apostado fuertemente por la tecnología en la primera parte del año, es el de ser más cautos con las siete magníficas. Difícil decisión, puesto que siguen aferrándose al podio de las mejores. No obstante, nuestro trabajo también consiste en identificar los riesgos y uno de ellos es que están priced for perfection y que podemos tener exposición al proceso transformador de la inteligencia artificial a través de otras compañías que se beneficiarán de ello, pero que no han capitalizado las ganancias al nivel al que lo han hecho las siete grandes. Un dato para la reflexión es que, en la actualidad, estas siete compañías representan el 29% de la capitalización bursátil del S&P 500, pero solo el 18% de los beneficios de dicho mercado. Esta diferencia, de casi 11 puntos, está cerca del máximo histórico.

Por otro lado, vemos valor en algunas ideas muy castigadas por el mercado por el efecto de la subida de los tipos de interés y la interpretación de un futuro de crecimiento menos prometedor. Entre estas ideas, hemos decidido apostar por las infraestructuras cotizadas, castigadas por su perfil de bond proxy, pero donde vemos vientos de cola muy favorables por los planes tanto de Europa como del IRA aprobado por Estados Unidos.

Otro segmento vapuleado son las pequeñas compañías, que han sufrido el efecto de unos tipos de financiación más altos, y la lectura que ha hecho el mercado de que la victoria de la inteligencia artificial será para las mega compañías, que tienen los datos y el dinero. Pensamos que a los niveles de valoración actuales hay mucho valor en este segmento del mercado, pero hay que ser cuidadosos e invertir a través de gestores especialistas.

Recientemente, con el estrés vivido en las TIRes de los bonos de gobierno de mayor plazo, hemos aprovechado para incrementar la duración de nuestras carteras de renta fija.

Nuestra manera de mirar al mercado es la de ser humildes y pragmáticos, especialmente en tiempos de incertidumbre, donde hay que tener una cierta conciencia crítica de uno mismo. Por este motivo, seguimos invertidos, con carteras globales y muy pendientes de ponderar correctamente los riesgos.

Para finalizar se me venía a la cabeza el famoso mensaje Esto es agua que dio el escritor y ensayista David Foster Wallace cuando fue invitado a realizar el discurso de graduación en el Kenyon College, Ohio, en 2005, que decía así:

Dos peces jóvenes se encuentran con un pez mayor que nada en dirección contraria a ellos. El pez mayor los saluda y les pregunta: “¿Cómo está el agua, chicos?” Los tres siguen su camino. Finalmente, uno de los peces jóvenes mira al otro y le pregunta: “¿Qué carajos es el agua?”.

El agua es el mercado. Es nuestro líquido elemento en el que hemos de saber nadar, pase lo que pase en el mercado, ya que nuestra experiencia es que nunca dejan de pasar cosas y no necesariamente el consenso tiene la razón.

Marta Campello es socia y gestora de Abante

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