Por qué la falta de cultura sobre la rehabilitación energética amenaza los fondos europeos
Desde otoño de 2022 se ha relajado el interés social en esta actividad: no se comunican sus beneficios y, por lo tanto, ha disminuido la sensibilidad hacia ella
España está inmersa en una permanente tensión política. Sin embargo, desde sectores como el de la construcción, o más concretamente, la distribución profesional de materiales para la edificación y rehabilitación, no entendemos cómo otros capítulos que tienen que ver con el futuro modelo socioeconómico de nuestro país apenas ocupan espacio en medios, tertulias y redes sociales.
La vivienda es un problema de una magnitud creciente. Hoy por el grave desequilibrio entre demanda y oferta; mañana por las consecuencias de un parque muy envejecido y obsoleto que afectará de forma agresiva a todos los hogares españoles, muy especialmente a los más humildes.
Lo vamos a decir sin ambages: los fondos europeos y su efecto multiplicador sobre diversas áreas de la economía no se están trasladando a la rehabilitación energética. En diciembre de este año tendrían que haberse alcanzado las 160.000 viviendas rehabilitadas, reto que hay que reformular porque no se puede cumplir. La meta gubernamental de rehabilitar más de medio millón de hogares en agosto de 2026 es hoy por hoy muy difícil de cumplir.
¿Qué sucede? Qué uno de los objetivos de los fondos europeos, que era impulsar una cultura abierta a la rehabilitación, parece haber pinchado. Las consecuencias pueden ser fatales, ya que España puede quedar atrás en eficiencia energética de los hogares con relación a sus países vecinos y lo que es peor, que no se mantenga debidamente un parque cada vez más envejecido. A todo ello hay que sumar la lentitud a la hora de canalizar los fondos NextGenerationEU, 160.000 millones que nuestro país recibirá en ayudas directas y créditos hasta agosto de 2026: en el segundo trimestre de este año se asignaron 7.770 millones de euros, frente a los 15.540 millones de euros del segundo semestre de 2022.
Según nuestros datos, a finales de 2020 y hasta avanzado 2022 se generó un creciente interés social por la rehabilitación. Arrancó en julio de 2020, cuando se firmó el histórico acuerdo para lanzar los fondos europeos entre los Veintisiete. Ahí se generó una línea de comunicación que funcionó muy bien durante 2021. Sin embargo, y especialmente desde otoño de 2022, hemos entrado en una clara tendencia a la relajación del interés social. No se comunican los beneficios de la rehabilitación energética, por lo que, lógicamente, cae también la sensibilidad hacia esta actividad. Un desastre sin paliativos.
Además, se ve una evolución en la que claramente se perciben líneas de acción ganadoras frente a otras que, por contraste, podríamos llamar perdedoras. Y es también reflejo de un diseño de las ayudas a la eficiencia energética tremendamente disperso y complejo.
Cuando Euroconstruct habla para España de un crecimiento del 6% en rehabilitación para el periodo 2023-2025, el fracaso es más que evidente dado el empuje que los fondos debieran estar ejerciendo. En todo caso es necesario generar una velocidad de crucero. Más del 80% del parque edificado en España se encuentra en las clases energéticas más bajas (E, F y G), lo cual no cumple con los estándares de eficiencia energética establecidos por la Unión Europea a partir de 2030. Por eso las ayudas deben crecer un 120%: para rehabilitar al menos 75.000 viviendas al año.
Hay que informar, simplificar, concienciar. El abanico de ayudas es tan complejo y existe un abismo tan enorme entre unas líneas de subvención muy sencillas de cumplir frente a otras tremendamente complejas y burocráticas que se generan distorsiones peligrosas en el medio y largo plazo.
Es por eso que reclamamos una política de Estado en rehabilitación dirigida hoy a mejorar la eficiencia energética y condiciones de confort y salubridad, pero también mañana, y por el creciente envejecimiento del parque, a las de seguridad. Los edificios envejecen, los materiales, aunque no lo veamos, están vivos, y en este proceso de vida útil, si no se mantienen de forma debida, pueden llegar a colapsar. No sucederá ni este año, ni siquiera esta década. Pero los edificios de los años 40 y en general el desarrollismo del siglo 20 cumplirán la próxima década 70, 80 y 90 años.
Por eso es necesario activar una política que blinde el patrimonio inmobiliario de los españoles, que concentra el 72% de la riqueza de los ciudadanos, y más peso tiene la propiedad inmobiliaria cuanto más humilde es el propietario. Nos jugamos mucho en todo ello.
Así, hay que lamentar que la tasa de rehabilitación en España apenas llegue al 0,12% del parque, cuando debiera situarse en el 1,2%. Despertemos el interés social, concienciemos sobre lo que significa para las personas y la economía familiar, activemos las palancas de ahorro económico y eficiencia energética, hagamos de la rehabilitación un motor para el crecimiento de la economía, la creación de empleo, la sostenibilidad del medio ambiente y, por supuesto, el bienestar social.
Sebastián Molinero es secretario general de Andimac
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