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La tribuna de los fondos
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El misterio de la brecha entre la rentabilidad de los fondos y la obtenida por los partícipes

El comportamiento del inversor cuesta más dinero que los gastos de gestión del fondo de inversión

Negocios 10/09/23 Bolsa de Madrid
Eduardo Parra (Europa Press/ Get

El pasado julio, Morningstar presentó su informe Mind The Gap 2023, el cual examina los rendimientos de los inversores en Estados Unidos a lo largo de la década que abarca desde 2013 hasta 2022. En su introducción, Morningstar lamenta la persistente brecha entre los rendimientos obtenidos por los inversores y los fondos en los que invierten, con el resultado de una menor rentabilidad acumulada para los partícipes muy significativa. En estos diez años, esta merma ha sido más pronunciada en los fondos de renta variable sectorial, donde los inversores obtuvieron un rendimiento anualizado, un 4.4% inferior al de sus fondos, lo que se traduce en una reducción acumulada de más del 50%. Es importante señalar que Morningstar incluye en la renta variable sectorial tanto a los fondos temáticos como a aquellos que siguen tendencias específicas.

Desde 2019, Morningstar no ha publicado su Mind The Gap para Europa, aunque sigue proporcionando datos actualizados sobre la diferencia de rentabilidad de cada fondo comercializado en nuestra región y la obtenida por sus inversores. En esta ocasión, nos centraremos en los de fintech, un subsector que atrajo la atención entre 2018 y 2021. Casi todas las fintech se clasifican dentro del sector tecnológico, pero en los últimos tres años, su desempeño no ha sido tan favorable como el de la media de la categoría y el índice global de tecnología. A pesar de esto, la pérdida en el valor liquidativo de estos fondos parece modesta en comparación con la Tasa Interna de Retorno (TIR) media de sus inversores. Los fondos fintech con mayor patrimonio en Europa: Robeco, Wellington y BlackRock, tienen una pérdida anualizada de 3%, 4% y 3,5%, respectivamente, mientras que la TIR de sus inversores, calculada por Morningstar a partir de los flujos de entrada y salida, asciende a -7%, -10% y -21%. La diferencia de rentabilidad acumulada en tan solo tres años, especialmente en el caso del fondo de BlackRock, es notable. Esto se debe al momento de entrada. Por ejemplo, el BGF Fintech (BlackRock), que llegó a tener 750 millones de euros en octubre de 2021, actualmente tiene menos de 230 millones y las mayores entradas de inversores se produjeron entre marzo y julio de 2021, cuando los valores liquidativos alcanzaron sus máximos, mientras que las salidas se producen a partir del 2022 y todavía continúan.

En 2017, ya escribí en estas páginas, una tribuna sobre el coste que supone al inversor medio su propio comportamiento. Decisiones inadecuadas, tanto por el tipo de fondos como por el momento de suscribir o traspasar, suelen costar bastante más a los partícipes que las comisiones de gestión. Sin embargo, la mayoría de los inversores dedican más tiempo a mirar las comisiones y rentabilidades pasadas de los fondos que a analizar la forma en que realmente toman sus decisiones de inversión. Y me gustaría resaltar la importancia de hacer un análisis realista, con datos y notas tomadas en los momentos en que se suscriben o se cambian fondos, tratando de evitar las percepciones posteriores. Y esto es importante, porque está demostrado que los seres humanos editamos los recuerdos, normalmente para adecuarlos a datos y hechos actuales y a la imagen que tenemos de nosotros mismos.

Un ejemplo que ilustra este hecho se refiere a un inversor real al que llamaremos Juan Sin Miedo. Juan tiene actualmente una cartera de fondos de renta variable, la misma que en 2022, donde mantuvo la calma. Aunque calmado, Juan trasladó a su asesor una inquietud: siendo perfil puro renta variable ¿no debería acumular mayor rentabilidad desde que empezó a invertir, en 2017?

Al examinar la evolución de su cartera, Juan se sorprendió al darse cuenta de que su exposición a la renta variable pura no ocurrió hasta diciembre de 2021. Esta trayectoria era completamente normal, ya que Juan comenzó a invertir en fondos tras un año turbulento en los mercados por el Brexit y la sorprendente elección de Trump. Además, hasta ese momento, los fondos de renta fija y mixtos flexibles, así como algunos de gestión alternativa, habían tenido un desempeño relativamente bueno, con una rentabilidad en línea de lo que deseaba. Así que Juan comenzó con una exposición de solo el 30% en renta variable.

Después de un buen 2017 para la renta variable, Juan aumentó su exposición al 50% y la mantuvo en 2018, a pesar del último trimestre, que fue bastante malo. El año 2019 volvió a ser positivo para la renta variable, por lo que al final de ese año, su exposición alcanzó el 70%. Incluso en 2020, otro año convulso, Juan mantuvo su exposición sin miedo. 2021 fue otro buen año para la renta variable, y en diciembre, Juan finalmente tenía una cartera compuesta solo por fondos de renta variable pura.

La percepción de Juan acerca de su tolerancia a la volatilidad era acertada, ya que siempre mantuvo su exposición después de aumentarla, incluso cuando el mercado se comportó mal. Sin embargo, había olvidado su menor exposición en el pasado, algo bastante habitual porque su memoria estaba influenciada por los hechos más recientes.

Existen muchos inversores que experimentan más ansiedad que Juan y no logran mantenerse invertidos o que se dejan llevar demasiado por tendencias de moda. En tales casos, si no cambian su estrategia de inversión, la diferencia entre sus potenciales ganancias futuras y las que realmente obtengan podría ser considerable.

Marta Díaz-Bajo es socia y directora de Soluciones de Inversión de Atl Capital

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