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Análisis
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un Fondo Monetario Asiático: ¿solo una idea, o una realidad posible?

China intenta modificar la arquitectura financiera mundial, y pone en entredicho la hegemonía y la autoridad del FMI

China
Anwar Ibrahim (izquierda), primer ministro malasio, da la mano al ministro de Exteriores chino, Wang Yi, en Penang (Malasia), el pasado 11 de agosto.MALAYSIA PRIME MINISTER'S DEPART (EFE)

El pasado abril, el primer ministro de Malasia, Anwar Ibrahim, volvió a hablar de la idea de un Fondo Monetario Asiático (FMA). La primera propuesta en este sentido la planteó Japón en 1997, después de la crisis financiera asiática.

Los objetivos principales del FMA consistirían en fomentar la estabilidad financiera, aportar líneas de crédito de emergencia, facilitar los acuerdos de swaps de divisas y mejorar la colaboración regional en cuanto a asuntos monetarios y financieros. Además, el FMA trataría de abordar el equilibrio de las dificultades de pago, las crisis de las divisas y otros problemas financieros que experimentan las economías asiáticas.

Por desgracia, la propuesta se recibió con escepticismo debido al temor a una potencial fragmentación de la arquitectura financiera mundial y a un perjuicio para la autoridad y la eficacia del Fondo Monetario Internacional. No obstante, sigue existiendo la necesidad de afrontar las vulnerabilidades de la región, especialmente cuando las soluciones del FMI no necesariamente abordan las inquietudes y los retos particulares de los países asiáticos.

El deseo de una mayor autonomía financiera regional, una cooperación regional reforzada y una red de seguridad financiera más fuerte en Asia llevaron a la creación de la Iniciativa Chiang Mai (CMIM) en 2010. Participaban la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean) y China, Corea del Sur y Japón, e incluía el establecimiento de varios acuerdos bilaterales de swap de divisas.

Desde entonces, muchos de sus miembros han hecho uso de los acuerdos de swap en momentos de dificultades de liquidez a corto plazo. Por ejemplo, Tailandia y Corea del Sur durante la crisis financiera global de 2008-2009, e Indonesia, Filipinas y Malasia en 2013-2014, lo que ayudó a estabilizar la volatilidad financiera.

Si bien estos mecanismos contribuyen a la cooperación financiera regional y proporcionan cierto grado de apoyo, también tienen limitaciones en cuanto a capacidades de cobertura, vigilancia y gestión de crisis en comparación con lo que podría hacer un FMA en toda regla. La CMIM, por ejemplo, no incluye a Sri Lanka y Pakistán, países que suelen experimentar dificultades financieras, pese a haberse adherido a numerosos programas del FMI.

En el actual contexto geopolítico, un FMA se ve como un modo de reequilibrar la influencia de las entidades financieras internacionales y de dar más peso a los países asiáticos en los procesos de toma de decisiones, especialmente dada la mejora significativa observada en la educación y el gobierno corporativo desde 1997. Algunos países asiáticos perciben el FMI como una organización sesgada hacia intereses occidentales y, durante la crisis financiera de Asia, sintieron que sus necesidades y sus inquietudes no se tenían suficientemente en cuenta. Existe la sensación de que, en la práctica, el enfoque de una solución válida para todos del FMI puede perjudicar más que favorecer.

En un momento en el que China tiene el poder y la ambición de maximizar su posición en el panorama financiero mundial, no sorprende que la idea de un FMA haya encontrado el respaldo del presidente Xi Jin Ping. La realidad actual es que China, el mayor prestamista bilateral del mundo, discrepa con las estipulaciones del FMI. Ha manifestado que quiere contribuir al alivio de la deuda de países en situación de impago, aunque también espera la participación de entidades financieras multilaterales en esas operaciones de reestructuración. Sin esa participación, China se niega a tomar parte en conversaciones de reestructuración basadas en quitas de deuda junto a otros acreedores privados. En cambio, ofreció a Zambia una moratoria de dos años para los reembolsos y los intereses de la deuda en enero de 2023 y mantiene conversaciones con Sri Lanka sobre la deuda de este país.

Un FMA también podría respaldar las ambiciones chinas de internalización del renminbi, sobre todo cuando otros países como Rusia, Brasil y la Unión Europea están tratando de acabar con su dependencia del dólar estadounidense.

Para los inversores en deuda de mercados emergentes, la perspectiva de un FMA incide de forma notable. A corto plazo, mientras China planea un nuevo diseño de la arquitectura financiera, el gigante asiático puede volverse aún más reacio a aceptar quitas en el contexto de reestructuraciones de deuda. Existe el riesgo de que esas reestructuraciones se vuelvan aún más complejas y prolongadas de lo que son actualmente.

A medio plazo, con un nuevo FMA, los países asiáticos, y en especial los que no participan en la CMIM, pueden diversificar sus compromisos financieros y reducir su vulnerabilidad ante presiones y sesgos externos no deseados. Y eso puede dar lugar a mejoras de las calificaciones de la deuda soberana y a una mayor resiliencia de las divisas locales participantes. De modo que... ¿por qué no acoger favorablemente la opción de un seguro adicional para tiempos difíciles?

Leong Lin Jing es analista de soberanos sénior para mercados emergentes de Columbia Threadneedle

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