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El Foco
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Multipartidismo: el principio del fin

Ciudadanos abortó por su incapacidad e incompetencia, y Podemos por su soberbia e intransigencia

Pablo Iglesias, Pedro Sánchez y Albert Rivera, en los Premios Goya 2016.
Pablo Iglesias, Pedro Sánchez y Albert Rivera, en los Premios Goya 2016.Efe

En la política española, desde hace casi una década, todo ha cambiado y mucho. Parecía en 2015 que nos sumergíamos en la alta política europea cuando estrenábamos ese multipartidismo moderno y maduro. Las derechas y las izquierdas tradicionales se rompían en la Península Ibérica, vencidas por ese tumulto multipartidista que tanto arraigo y promoción atesoraba. Parecía acabarse ese maldito régimen del 78 hispano con propuestas novedosas y rompedoras. Lo que la ciudadanía deseaba… o no.

Pero con perspectiva y escepticismo todo ha vuelto al redil. Eso sí, una década más tarde…, pero todo previsto y acontecido. Comenzamos con las dos muletas que nos regalaba el universo y que venían a mejorar y superar nuestra maltrecha democracia. Ciudadanos y Podemos, o al revés, todo vale. Mientras los supuestos liberales se someten al escrutinio del Ibex 35, después de despegar sorprendentemente de la Catalunya compleja, los morados empiezan a colonizar plazas, círculos y mercados mediáticos para plantar su pica en Flandes mejor que nunca. Unos por arriba y otros por abajo comienzan a colonizar la política española… tal cual la épica serie televisiva Arriba y abajo.

Albert Rivera molaba y mucho. Era la sangre nueva y sin complejos. Igual se desnudaba y todo. Y prometía esa tercera España liberal y centrista, socialdemócrata y plural… que luego cayó en apéndice del abrazo del oso. Lo mismo que su alter ego, el otro macho alfa del politikón patrio, Pablo Iglesias. Entiende que representa el Juan Bautista de la izquierda de la izquierda y se pone a ello. Con bandazos brillantes y sectarios a partes iguales. Pero el melón del caduco bipartidismo estaba abierto y bien sangrando.

Y como en los juegos científicos adolescentes, se creen que todo marcha y va para adelante. Incluso podemos convidar a colegas europeos para que nos admiren y aplaudan. Pero no podía ser así… Resumiendo, Ciudadanos, teniendo la sartén por el mango, embarranca por dos veces instituyéndose como el aliado factible del PSOE, por dos veces… aunque en la balconada del superviviente y próximo presidente del Gobierno Pedro Sánchez le afearan el pacto en el que todos los moderados hubiéramos confiado.

Y nuestro Rasputín particular, Pablo Iglesias, se engrede como el novísimo Carrillo colaboracionista y proactivo, sin llegarle a la suela de los zapatos. Articula su juego de tronos particular y entromete a diferentes perfiles del presunto partido para que vayan modulando el discurso y navegando la embarcación. Todo un despropósito cuando se mezclan juglares sentimentales, empresariales y mediáticos. Un querer y no poder.

Como señaló el maestro del periodismo Enric Juliana: la percepción es real. La verdad, no. Esa frase cínica, que revela el poder corrosivo de la mentira en las democracias desnudas de ética, aparecía como un mensaje cifrado sobre lo ocurrido estos últimos tiempos en un país cuya imagen mediática –enfebrecida de decibelios y de encuestas– se ha intentado modelar a base de percepciones, de ficciones hostiles a la realidad. Juliana dixit.

Ciudadanos abortó por su incapacidad e incompetencia. Y Podemos por su soberbia e intransigencia. Y nos vimos expuestos a las últimas, efímeras y encantadoras elecciones del 23 de julio de 2023. Cuando todo analista reputado había recuperado el paradigma asimétrico de ese bipartidismo imperfecto y necesario con la periferia hispana influyendo y centrando. Eso de las Españas plurales y diversas que implementan la mejor gobernabilidad de este Estado nuestro. Que más allá de la M-30 existe el país de los españoles.

Y vamos con los de Vox, los que quieren fumigar el Estado autonómico… el PP no ha sabido percibir las maledicencias que su único posible aliado le aportaba. Por eso ha encallado y deberá comenzar un proceso de reflexión maduro y sensato. No tener interlocutor posible es no ya un paradigma, sino más bien una tragedia… No investimos al PP porque no existen actores políticos regionalistas en la Comunitat Valenciana, en Balears, en Galiza o en Navarra.

Estas elecciones las ha ganado la España real, no las percepciones cocidas a fuego lento y persistente. Es decir, el entramado de poder económico, financiero, mediático y demoscópico que se articula en la capital y que se ha ido alejando del país real en un procés invisible cuyo kilómetro cero político está perfectamente definido. España ha elegido las Españas. Una sociedad más abierta que autárquica; más progresista que nostálgica; más diversa que homogénea. Muy periférico me ha quedado, sorry.

Entonces aparece la verdad, negra sobre blanco: casi ocho millones de votantes socialistas; tres millones de personas que han elegido la papeleta de Sumar; casi un millón de personas que han votado a Esquerra Republicana de Catalunya, Junts y la CUP; más de 600.000 votantes entre Bildu y PNV; más de 150.000 electores de BNG, 165.000 votos para los animalistas del Pacma, cien mil largos para Coalición Canaria. Es lo que hay: de los casi 25 millones de votantes, apenas once han elegido la propuesta PP-Vox. Lo deberíamos apuntar y bien apuntado cuando hablamos del país de todos.

Seguimos con Juliana: ha ganado la España real y ha perdido la involución. Las caretas se han caído y la sociedad ha sido clara: no quiere negacionismos machistas ni censuras a la cultura. Ha visto lo sucedido, ha tomado conciencia y ha reaccionado para pedir diálogo, pactos, entendimiento. Así lo ha refrendado en las urnas. Insistir en un Gobierno Frankenstein equivale a decir que vivimos en un país Frankenstein, que somos una sociedad Frankenstein, cuando lo realmente monstruoso es querer uniformizarnos. ¡Amén!

Lluís Bertomeu Torner es profesor asociado de la Universidad Internacional de Valencia, VIU

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