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Trump hizo cambiar de idea a los halcones del BCE con su andanada comercial de abril

Las actas del Banco Central Europeo revelan que algunos miembros rectificaron su posición de pausar los tipos para no añadir incertidumbre a los mercados financieros

La presidenta del BCE, Christine Lagarde, durante el encuentro anual del FMI en Washington, a finales de abril.
Álvaro Sánchez

Donald Trump no ha conseguido que el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, recorte los tipos de interés, pero aunque no le servirá de consuelo —más bien al contrario—, sí puede atribuirse cierta paternidad en la decisión del Banco Central Europeo de rebajarlos en abril: sin la andanada comercial que el republicano lanzó el 2 de abril y puso en jaque a los mercados financieros, Fráncfort tal vez habría puesto en pausa el precio del dinero. Eso se desprende al menos de las actas del BCE publicadas este jueves, donde puede leerse que algunos miembros tenían decido apostar por una pausa en los recortes de tasas, “y preferían esperar hasta la próxima ronda de proyecciones para tener mayor claridad sobre las perspectivas de inflación a mediano plazo”.

El pánico en las Bolsas y los bandazos en otros mercados como el de divisas, donde el euro se apreció con fuerza frente al dólar tras los aranceles masivos impuestos por Trump, convencieron finalmente al grupo de halcones de que recortar los tipos podía ser contraproducente. Y les empujó a rebajarlos una vez más —por séptima vez en menos de un año— para así “evitar contribuir a una incertidumbre adicional en tiempos de volatilidad en los mercados financieros”.

La rectificación fue acompañada de un cambio de paradigma en torno a los efectos de los aranceles sobre la inflación. Si en un principio persistían las dudas sobre si las tensiones comerciales provocarían un repunte de precios en Europa, ahora, el Consejo de Gobierno se inclina por considerarlos desinflacionarios, al menos en el corto y medio plazo.

Uno de los pilares de esa tesis que ha terminado por imponerse viene de que el euro “aparentemente se está convirtiendo en una moneda refugio”. La clara revalorización de la moneda única frente al dólar permite comprar más barato bienes de los que Europa es muy dependiente, como el petróleo o el gas, lo cual, a su vez, es beneficioso para contener la inflación. “Además, las perspectivas de crecimiento se habían debilitado debido a los aranceles, la incertidumbre relacionada y las tensiones geopolíticas que actuaban como lastre“, recogen las actas. En ese contexto, facilitar el acceso a la financiación se vio como un modo de contrarrestar el peligro de un parón de la actividad, “sin el riesgo de alimentar la inflación más adelante”.

El abrupto desplome del mercado fue clave en el cambio de postura. Desde el BCE se interpretó que no era el momento de alterar el ritmo de recortes de tipos que se había seguido en las cinco reuniones precedentes. En cada una de ellas se rebajó el precio del dinero en 25 puntos básicos, con buenos resultados en el combate contra la inflación, sin necesidad de imitar los movimientos más erráticos de la Reserva Federal o el Banco de Inglaterra, con problemáticas diferentes. “En estos tiempos turbulentos, los miembros destacaron la necesidad de ser un faro de estabilidad, infundiendo confianza y no causando más sorpresas en un entorno ya volátil, lo que podría amplificar las turbulencias del mercado”.

¿Un recorte mayor?

Entre el sector más paloma del banco hubo incluso quien planteó un recorte más agresivo, de 50 puntos básicos. Advirtiendo de que los riesgos a la baja para el crecimiento habían aumentado y de que, incluso en el caso de un conflicto comercial relativamente leve, la incertidumbre ya estaba desalentando el consumo y la inversión, por lo que el mal, al menos en parte, ya estaba hecho.

Esa mayor firmeza, argumentaron, podría compensar los mayores diferenciales de los bonos corporativos y unos precios de las acciones más bajos, “que habían debilitado la transmisión de decisiones de política monetaria anteriores”. Los 50 puntos básicos de recorte, sin embargo, habrían supuesto una sorpresa mayúscula para el mercado, que no suele tomarse bien las ocurrencias de última hora. Frente a eso, algunos miembros replicaron que existen precedentes en los que el Consejo de Gobierno no había rehuido las sorpresas.

Finalmente, se impuso la opinión de que un banco central solo debería actuar enérgicamente ante el shock arancelario si espera un deterioro agudo en las condiciones del mercado laboral o un desanclaje a la baja de las expectativas de inflación, algo que no estaba sucediendo.

En las conversaciones internas del Eurobanco se hizo hincapié en que, dada la incertidumbre, convenía mantener un enfoque basado en datos, y por tanto, la decisión de abril no implicaba un recorte adicional en junio, aunque pasado más de un mes de la última reunión, este nuevo descuento del precio del dinero ya se da por hecho.

En las actas se indica que “la lucha contra el shock inflacionario está casi terminada”, pero se recuerda que los riesgos no han desaparecido. Entre ellos se cita un eventual cambio de rumbo comercial de EE UU ante la presión de los mercados, especialmente por el alza de la rentabilidad de los bonos. Este jueves, la deuda estadounidense a 30 años cotizaba con el tipo de interés más alto en casi dos décadas, por encima del 5%.

En la exposición previa a la decisión que hizo Isabel Schnabel, miembro del comité ejecutivo, el mensaje fue de optimismo. La alemana se felicitó de que las turbulencias en la deuda estadounidense “no tuvieron repercusiones en el funcionamiento de los mercados de bonos soberanos de la zona del euro”. Comentó que una parte significativa de los gestores de fondos redujo sus posiciones en acciones estadounidenses y aumentó las europeas, lo cual indica un viraje desde el excepcionalismo estadounidense hacia una visión de Europa como “punto brillante” entre las grandes economías, en medio del impulso fiscal alemán y el aumento del gasto europeo en defensa. Y en general, insistió en que los cambios en el mercado podrían no ser solo un reflejo de perturbaciones a corto plazo, sino parte de un cambio más amplio, “del cual la zona del euro sería una posible beneficiaria”.

Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.
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