_
_
_
_
EL FARO DEL INVERSOR
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Héroes y víctimas de la pandemia

Los inversores que sienten la necesidad de ajustar su cartera al ciclo económico tendrán que buscar nuevas reglas para navegar este periodo

Mercados financieros
Traders work on the floor at the New York Stock Exchange (NYSE) in New York City, U.S., August 8, 2024. REUTERS/Brendan McDermidBrendan McDermid (REUTERS)

En el mundo del análisis económico, cada crisis crea héroes y deja algunos cadáveres en la cuneta. Ocurre por ejemplo con los analistas. La crisis de 2008 elevó al olimpo de los expertos al economista turco-italiano-americano Nouriel Roubini, que dos años antes de que todo saltara por los aires había descrito con detalle lo que iba a pasar: una explosión de la burbuja inmobiliaria, impagos hipotecarios y un colapso de los mercados financieros al que seguiría una profunda recesión internacional. Sus entrevistas, en las que los presentadores se mofaban de su pesimismo, son legendarias, y envejecieron mucho mejor que las declaraciones de Ben Bernanke, entonces presidente de la Reserva Federal, que, en mayo de 2007, afirmaba que no veía motivos de preocupación en el deterioro de las hipotecas de baja calidad, y que, en cualquier caso, “no esperamos que el mercado subprime afecte al resto de la economía o del sector financiero”. Afortunadamente para él, el jurado no tuvo en cuenta su capacidad de anticiparse a las crisis cuando le concedieron el Nobel de economía en 2022.

Pero como ocurre con los fondos de inversión o con la liga de fútbol inglesa, es raro que alguien aguante mucho tiempo en la cúspide. La gloria es efímera. Entre la crisis de 2008 y la pandemia, Roubini —anunciando año tras año una nueva crisis que no llegaba— hizo perder mucho dinero a sus clientes. Éstos se perdieron una década de grandes ganancias invirtiendo de manera ultraconservadora.

En 2020 nadie supo predecir la pandemia, pero entre los que analizaron qué consecuencias tendría, salió victoriosa la figura de Larry Summers, un economista en declive que, antes que nadie, vio y expuso con vehemencia y claridad el impacto que las medidas fiscales de estímulo tendrían en los Estados Unidos. Igual que Roubini, está dilapidando su capital con rapidez insistiendo en repetir su pronóstico de inflación desbocada año tras año.

Este proceso de ascenso y caída también afecta a los indicadores económicos. En 2012, los informativos abrían hablando de la “prima de riesgo”, es decir, el tipo de interés adicional que debe pagar el estado español comparado con el alemán para que los inversores le presten dinero. Se hizo popular un marco de análisis según el cual un país caería en el abismo si su prima superaba los 700 puntos básicos. Es decir, si por ejemplo España se veía forzada a pagar un 9% cuando a Alemania le bastaba un 2%. Ignoro cómo se decidió que 700 era el número clave, pero es el que se popularizó y no sabremos nunca si el modelo era bueno porque, aunque estuvimos cerca —superó los 600 puntos durante varias semanas en mayo de 2012— no llegó a ocurrir. Desde entonces el Banco Central Europeo ha desarrollado mecanismos de apoyo a los bonos gubernamentales que han convertido esa prima en un indicador irrelevante del que absolutamente nadie ha hablado en años.

La pandemia también se ha llevado por delante algunos indicadores económicos. El más relevante de ellos ha sido la curva de tipos, una línea imaginaria que refleja los tipos de interés que los gobiernos deben pagar por pedir prestado en diferentes periodos de tiempo: imaginen un 1% por pedir dinero prestado a 3 meses, un 1,5% por pedir a un año, etcétera. Lo normal es que esa curva tenga una pendiente positiva, que sea más barato pedir prestado a un año que a 10, como ocurre con las hipotecas, para compensar al inversor por la incertidumbre del largo plazo. La parte inicial de esa curva (la “parte corta” en la jerga del sector) suele cambiar en función de lo que se espere de los bancos centrales. Sube cuando se esperan subidas de tipos y viceversa. La parte “larga” de la curva, la que refleja los tipos de interés de los bonos de mayor duración, depende más de las perspectivas económicas a largo plazo, sobre todo las perspectivas de crecimiento e inflación, a lo que se añade el extra de incertidumbre. Cuando la curva empieza arriba y va bajando, el que ha sido el caso en EE UU, durante dos años, saltan las alarmas. Una curva con esa forma está contando una historia que no gusta a los inversores: inflación desbocada, tipos al alza para combatirla, y, más tarde una recesión prolongada, provocada por los elevados tipos.

Sin embargo, algo ha fallado. La curva se invirtió durante mucho tiempo, pero no ha pasado nada. La inflación se ha controlado sin que la economía se contraiga y hoy usar este indicador no aporta credibilidad.

No es el único indicador caído en desgracia. Muchas métricas están fallando y la implicación es que hemos de aceptar una verdad incómoda: la historia no nos sirve como guía.

El libro de instrucciones que decía que un recorte de tipos debe afrontarse rotando carteras hacia sectores defensivos como el de la salud o productos de consumo básicos, o hacia sectores que al menos te puedan proporcionar dividendos más o menos asegurados mientras el resto de la economía se hunde —como puede ser el de los suministros— no tiene sentido. Sin recesión no hay motivo para alejarse de los sectores más dinámicos. Muchos inversores han usado el libro antiguo y se han perdido las rentabilidades generadas por el sector tecnológico en 2024. El uso de ese libro de instrucciones hoy es como visitar Dubai con un mapa en papel de 1983: lo que pone en el mapa y la realidad no casan.

Aquellos inversores que sienten la necesidad de ajustar su cartera al ciclo económico tendrán que buscar nuevas reglas para navegar este periodo. La alternativa es la de siempre: dejar de buscar el libro de instrucciones de este ciclo económico, y desempolvar otro que funciona en cualquier ciclo. El objetivo general es no preocuparse demasiado. Para eso hay que aceptar dos cosas: primero, que no podemos predecir el futuro en detalle y por tanto conviene seguir invirtiendo un poco en todo, no vayamos a dejarnos fuera el sector o el país que va a destacar en 2025 y que, hoy (créanme) no sabemos cuál será. Segundo, confiar en que, en el largo plazo, la cosa irá más o menos mejor que ahora y que, por lo tanto, hay que seguir invirtiendo de manera regular, porque es la manera de participar en ese mundo futuro.

Francisco Quintana es director de estrategia de inversión de ING

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

_
_