La agitación de los mercados acelera las perspectivas de rebajas en los tipos de interés
Los analistas no creen que la Reserva Federal vaya a dejarse llevar por el pánico, pero otorgan más probabilidades a nuevos recortes el precio del dinero a partir de septiembre
A los banqueros centrales les gusta ser previsibles. Telegrafían sus movimientos guardándose cierto margen de maniobra. Pero a veces vienen mal dadas y toca desviar el rumbo: sucedió (tarde) con las bajadas de tipos que siguieron a la crisis financiera de 2008. O con las subidas exprés, también tardías, para combatir la inflación pospandémica. Esta semana, la amenaza de un nuevo cisne negro se presentó en forma de tormenta bursátil por un dato de empleo estadounidense de apariencia inofensiva que acabó envenenándose como predictor de una posible recesión. La ruta de los bancos centrales, especialmente de la Reserva Federal, volvió a ser cuestionada: el mercado de futuros empezó a descontar bajadas de tipos más agresivas e incluso saltó al debate la idea de un recorte de urgencia para enmendar la decisión de mantenerlos intactos, tomada apenas una semana antes. Justo el tipo de actuaciones que los mandamases de la política monetaria se reservan para momentos extremos como la crisis financiera rusa de 1998, la burbuja puntocom, los ataques del 11-S, la Gran Recesión o la pandemia.
Una rebaja de tipos llevada a cabo expresamente para responder a la inquietud económica y calmar las turbulencias del mercado, probablemente habría generado un fuerte rebote de Wall Street a corto plazo, pero habría mandado, a su vez, un mensaje de desconfianza e improvisación. “Adoptar decisiones impopulares por el beneficio a largo plazo es el motivo por el que un banco central es independiente”, escribe el expresidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke en su libro de memorias. Es el reverso de aquella frase del expresidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. “Todos sabemos lo que hay que hacer, lo que no sabemos es como ganar elecciones después de haberlo hecho”.
Sin urnas de por medio, los bancos centrales tienden a marchar, salvo en caso de shocks excepcionales, con pies de plomo en el análisis de datos y noticias. “Es improbable que la Reserva Federal entre en pánico”, señalaba esta semana Yves Bonzon, responsable de inversión del banco privado suizo Julius Baer. “La Fed realizará uno o dos recortes de 25 puntos básicos y esperará a saber quién ocupará la Casa Blanca”, auguró, concediendo al factor político la potestad de condicionar sus pasos en lo que resta de año.
Las previsiones de recortes de tipos más pronunciados se han acentuado ante los temores de una desaceleración en Estados Unidos. Ahora el mercado concede un 50% de posibilidades a que la rebaja en la próxima reunión de septiembre sea de 50 puntos básicos en lugar de los 25 esperados días atrás, cuando los porcentajes estaban 75-25, claramente inclinados a favor del cuarto de punto. Y mientras hace tres meses se esperaba un único recorte de 25 puntos básicos hasta final de año, ahora se habla de un punto. Tan arriesgado es quedarse corto como pasarse de frenada. “Una relajación excesiva de la Fed podría provocar una burbuja de activos similar a la que se produjo en la época de las puntocom”, advierten desde la entidad helvética.
Desde TD securities esperan que la Reserva Federal reduzca en 25 puntos básicos los tipos en cada reunión a partir de septiembre hasta llegar al 3% a finales de 2025 (actualmente se mantienen en la horquilla del 5,25%-5,50%). Ello situaría el bono a diez años en el 3,4% a final de año y en el 3% en 2025, por debajo del 4% de este viernes. El mercado de deuda, de hecho, se ha comportado de forma extraordinariamente volátil, al compás de los vaivenes en el ánimo de los inversores. El bono a 10 años cerró la semana pasada en el 3,97% para bajar al 3,66% y acabar la semana de nuevo en el 4%, niveles casi idénticos a los registrados por el bono a dos años, que también cotiza en el 4%. El nerviosismo también se ha dejado notar en las subastas de esta semana, donde aumentó el apetito inversor por los bonos a corto plazo, mientras que la demanda fue más débil para nuevos títulos a 10 y 30 años.
En el caso del Banco Central Europeo, el ruido y la presión son menores. El mercado descuenta un recorte de 25 puntos básicos para septiembre en respuesta a un crecimiento salarial sustancialmente más débil. Pero desde Nomura creen que no hay mucha visibilidad sobre lo que ocurrirá luego. “Hay pocos datos oficiales de actividad inmediatamente antes de la reunión del BCE de octubre que respalden un recorte de tipos, como los mercados parecen esperar cada vez más. Sostenemos que el BCE solo realizará recortes gradualmente después de septiembre”. El mercado de futuros está convencido de que habrá otra rebaja antes de fin de año, y está algo más convencido de una tercera rebaja que hace una semana no era el escenario más probable.
En ese ambiente de creciente agitación afrontan la Fed y el BCE las tres reuniones que les quedan de aquí a final de año. El primero en abrir fuego será el BCE el 12 de septiembre, y una semana después lo harán sus homólogos estadounidenses, en el que será su último encuentro antes de las elecciones presidenciales del 5 de noviembre. Antes, los inversores permanecerán atentos a los mensajes que puedan llegar desde la tradicional reunión de banqueros centrales de Jackson Hole (Wyoming), que se celebrará entre el 22 y el 24 de agosto.
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