La fortaleza del dólar obliga a los bancos centrales a replantarse su estrategia
El buen ritmo de la economía estadounidense aleja las previsiones de bajadas de tipos por la Fed y sostiene al ‘billete verde’
El dólar continúa inexpugnable. La preeminencia de la divisa de la primera economía del mundo ya estaba asumida, pero los vaivenes económicos de los últimos años lo han aupado a niveles no vistos en décadas. Su rendimiento ha ido a lomos de la inflación: a una economía recalentada tras el desconfinamiento se sumó la crisis energética, disparando los precios y obligando a la Fed a una subida rápida y agresiva de tipos. Tanto causa como efecto impulsaron al billete verde: contratos energéticos caros —y, sobre todo, denominados en dólares— y un precio más atractivo del dinero empujaron la demanda del dólar, que se ha revalorizado cerca de un 8% de media desde febrero de 2022. Ahora, los banqueros centrales buscan aflojar el yugo de la moneda estadounidense, todo ello bajo la amenaza de la inflación y el estancamiento económico. Es una lucha que va desde Ankara hasta Tokio, pasando por Estocolmo.
No hay señales de agotamiento: aunque los mercados descontaban un dólar más débil este año, el índice que mide el rendimiento de la moneda frente a las principales divisas del mundo ha subido un 2,5% en lo que va de año. Las previsiones de una recesión en EE UU han quedado completamente desfasadas, y a cada nuevo (buen) dato macro se desvanecen las esperanzas de un enfriamiento económico y su consecuente bajada temprana de tipos. El último, publicado este viernes, confirmó la salud de hierro del mercado laboral estadounidense, que ha superado todas las expectativas con 303.000 empleos nuevos en marzo.
Las previsiones de esta semana, ya alejadas de las que se barajaban hace meses, descontaban tres bajadas de tipos este año, empezando en junio. Con estos últimos datos, los mercados comienzan a apuntar a, como pronto, septiembre como fecha para el primer recorte. Y no dan por seguro que vaya a haber otra más hasta 2025. “En este momento, no existe una alternativa real al dólar como moneda mundial”, señala el jefe global de divisas en el Bank of America, Thanos Vamvakidis, que apunta a un debilitamiento de la moneda una vez la Fed comience su senda de bajada de tipos.
Este panorama ha cambiado el paso no solo de los inversores, tanto en renta fija como variable, sino también de los bancos centrales del resto del mundo, enfrentados a una disyuntiva: mantener (o subir) sus tipos de interés y proteger así el valor de su divisa frente al dólar o empezar a aflojar para que el alto precio del dinero no congele sus economías. El dólar afecta a todas las economías, pero las prioridades van por barrios: como apunta Itsaso Apezteguia, analista de mercado de Ebury, los bancos centrales de las economías desarrolladas, a diferencia de las emergentes, se centran más en los mandatos de precios. Es el caso del Banco Central Europeo, que se prevé que comience antes que la Fed la desescalada de tipos, a posible detrimento del euro. Los mercados pequeños, y especialmente los muy endeudados (como Bolivia) se asoman a la bancarrota si su moneda continúa devaluándose. La quiebra de Sri Lanka en 2022 ya fue un aviso a navegantes.
La cautela se impone: la fuerte devaluación del peso chileno después de que el banco central haya recortado agresivamente sus tipos muestra el riesgo de tales políticas en este momento. Además, priorizar la desescalada frente al tipo de cambio podría llevar, paradójicamente, a un nuevo repunte de precios: el billete verde es la moneda por excelencia del comercio internacional y estos países acaban pagando cada vez más por las importaciones (entre otras, de hidrocarburos). Y se eleva el riesgo que ello conlleva de una fuga de capitales. En el otro lado de la moneda, una divisa razonablemente depreciada hace más atractivas las exportaciones nacionales y el turismo.
Movimientos defensivos
Los bancos centrales se van posicionando. El turco subió los tipos por sorpresa el mes pasado, hasta el 50%, con un ojo puesto en la inflación y con otro en la lira, buscando así frenar la fuga de capitales. Aunque no con la misma intensidad, no están solos: en Suecia se plantean mantener los tipos altos más tiempo si la corona se devalúa más. Mientras, en Japón —que está lejos de ser un mercado emergente— las expectativas de una nueva subida por parte del banco central, tras la histórica alza de marzo después de 17 años, van cobrando fuerza. El yen sigue a merced de la economía estadounidense y está cerca de su mínimo en más de tres décadas. Los reguladores chinos, por su parte, se centran en aguantar altos los tipos e intentan mantener el margen de negociación frente al dólar. La moneda china ha tocado esta semana la banda alta del rango de precios establecido por su banco central.
La resistencia de algunos bancos, sin embargo, no frenará necesariamente el avance general del dólar, sino que centrará su prevalencia en otras monedas: “La gestión activa de las divisas por parte de los bancos centrales asiáticos y el impacto de mantener una postura en algunos bancos centrales europeos (SNB, Norges Bank, Riksbank) sobre sus divisas, sugieren que gran parte de la subida del dólar se canalizará a partir de ahora a través del euro y del dólar canadiense”, señala María Marcos, analista de divisas en Monex.
Las esperanzas de los banqueros centrales pasan por un enfriamiento hacia final de año de la economía estadounidense, que convenza a Powell de pisar el freno con los tipos. Sin embargo, la inestabilidad geopolítica no ayuda y el riesgo de una escalada en Oriente Medio o en Ucrania sigue presente. A mayor incertidumbre, los inversores se giran hacia valores refugio. Y para eso no hay divisa como el dólar.
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