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Silicon Valley Bank: los zombis financieros siguen ahí fuera

La quiebra de SVB no debe causar sorpresa, es un efecto más del sinsentido de unos tipos negativos durante años y del apalancamiento bancario

Colas en la sede de Silicon Valley Bank en Santa Clara, California.
Colas en la sede de Silicon Valley Bank en Santa Clara, California.Anadolu Agency (CINCODIAS)

Esta semana nos hemos despertado con el colapso de Silicon Valley Bank (SVB) y Signature Bank. La parte técnica del desastre es compleja, pero el motivo es relativamente sencillo; la subida de tipos de interés provoca un desplome en el valor de los bonos que la entidad tiene en su balance y que se deducen del capital provocando la insolvencia. La situación crea, como es habitual, un pánico generalizado que hace que los bonos del Tesoro americano caigan más de 100 puntos básicos en tres días (la caída más grande desde el crac de 1987).

En el primer artículo que escribí para este diario mencioné que en mi carrera profesional he visto quebrar a miles de bancos. Pues ya pueden ustedes seguir sumando. Me fascina la extrañeza generalizada ante esta situación que me recuerda a la famosa escena de Casablanca en la que el inspector Renault clama escandalizado al descubrir que en Rick’s Café se apuesta y obliga a cerrar el local mientras que el crupier le da un fajo de billetes diciendo: “Sus ganancias, señor”.

Un bono es una promesa de pagar dinero. En el siglo XXI ha sido una promesa de pagar dinero que los bancos centrales han jurado depreciar con todas sus fuerzas. Nadie en su sano juicio puede argumentar que comprar bonos con la certeza de perder dinero ha sido una inversión sin riesgo. Seth Klarman, uno de los mejores inversores de todos los tiempos, lo describió en su reciente carta anual: “Una década de tipos de interés bajos ha creado un mundo de fantasía financiera. Un boom basado en políticas de dinero fácil contiene inevitablemente la semilla de su propia destrucción”.

Hay dos motivos fundamentales por los cuales las quiebras bancarias son tan habituales. El primero es que los bancos son empresas brutalmente apalancadas en las que el capital solo supone entre el 3% y el 5% de los activos. Un pequeño fallo y “hasta la vista, baby”.

Warren Buffett suele decir: “Cuando los activos son 20 veces el capital, pequeños fallos pueden destruir una parte importante del capital. Y los fallos son lo habitual en la banca y no la excepción”. El socio de Warren, Charlie Munger, lo expresó aún mejor la primera vez que le vimos en Omaha: “No puedes confiar en los banqueros, son como adictos a la heroína”.

El segundo es la naturaleza de un sistema bancario de reserva fraccional en el que los bancos crean dinero ex nihilo (de la nada). Cada euro depositado aumenta la oferta monetaria entre 30 y 40 veces a través de nuevos préstamos. El dinero que algunos clientes piensan que tienen en el banco no existe. Por eso los bancos colapsan cuando una parte importante de los depositantes trata de sacar su dinero a la vez. Esta situación hace que los gestores tomen riesgos suicidamente asimétricos. Si la operativa sale bien (por muy arriesgada que sea) los bonus y los salarios son de escándalo. Y si, como es habitual, sale mal, las pérdidas se socializan y son los contribuyentes los que pagan la factura del desastre ya que a los Gobiernos no les gusta tener hordas enfurecidas en la calle por haber perdido sus depósitos. Y por eso los bancos tratan de ser cada vez más grandes. Porque al volverse sistémicos son rescatados en caso de tener problemas (lo que permite a los gestores tomar decisiones aún más suicidas) creando un sistema cada vez más frágil.

Es un error pensar que unos tipos de interés e inflación más altos benefician al sistema financiero. De ser así, Venezuela sería un paraíso bancario. Puede haber un beneficio marginal a corto plazo pero eso solo se mantiene en el tiempo si los dos factores mencionados anteriormente no afectan negativamente a la actividad económica o generan quiebras como en el caso de SVB.

Aunque pueda parecer mentira, los zombis existen en la vida real. No de la misma manera que en The Last of Us, pero de forma aún más increíble en el mundo animal en el que ciertos parásitos invaden el cuerpo de sus víctimas controlando su comportamiento de una forma que haría palidecer de puro terror al mismísimo Stephen King.

Las hembras de la avispa Hymenoepimecis argyraphaga, por ejemplo, depositan sus huevos en los abdómenes de ciertas arañas. Después de vivir de su huésped durante unas semanas, la larva de la avispa inyecta un producto químico que fuerza a la araña a construir un nuevo tipo de red como nunca ha hecho anteriormente. Pero esa red no es para la araña, sino para el capullo que las larvas de avispa construirán para vivir en él después de comerse a su huésped. Vamos a olvidarnos de otros ejemplos como los caracoles infectados por el parásito Leucochloridium paradoxum o los gusanos controladores de hormigas porque el proceso es tan horripilante que cuesta creer. En el mundo financiero los zombis están a la orden del día. De hecho, el Banco de Pagos Internacionales (BIS, en sus siglas en inglés)los define como empresas incapaces de pagar su deuda con sus ingresos corrientes durante un periodo prolongado. Empresas (e individuos) claramente insolventes que son reestructuradas una y otra vez hasta que llega el momento de la verdad, que suele coincidir con tipos de interés al alza, débil crecimiento y alta inflación.

En ese sentido, tenemos que recordar que el euríbor fue negativo durante 74 meses consecutivos hasta marzo de 2022. Tamaña aberración sin duda requerirá un ala nueva en la Biblioteca de los Errores de Edimburgo y será vista con estupor por las generaciones venideras.

Pues bien, las hipotecas que se reprecien a partir de este mismo mes ya no lo harán a un tipo negativo sino al 3,8% (el euríbor actual). Estamos hablando de una subida cercana al 50% para una hipoteca media. Si a eso añadimos la subida del coste de la energía y los alimentos puede que The Walking Dead no sea una serie tan de ficción (de la misma manera que los zombis en bonos ya han aparecido y se han llevado por delante a SVB).

El emperador Hirohito usó uno de los mayores eufemismos de la historia para firmar la rendición japonesa tras la destrucción de Hiroshima y Nagasaki: “La situación de la guerra ha evolucionado no necesariamente en beneficio de Japón”. Quizá tantos años de planificación centralizada no hayan sido necesariamente en beneficio de la banca.

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