La jornada de trabajo semanal: ¡Redúzcase!
Las empresas tendrían que replantear sus estrategias de gestión de personal para asegurar que las operaciones continúen sin interrupciones, lo que podría requerir una inversión considerable en tiempo y recursos
![Trabajadores en la empresa durante su jornada laboral](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/7CNDCMSNAFFCVMI6BHM7BVUZLE.jpg?auth=af0d6b68ff345410d6356e26a60fed658fb78a9e1b13601b476e190313791271&width=414)
El Consejo de Ministros ha aprobado esta semana un anteproyecto de ley que propone, entre otras medidas, la reducción de la jornada laboral semanal a 37,5 horas.
Esta medida, que a primera vista podría parecer un avance en los derechos laborales, ha suscitado un intenso debate en el ámbito político, económico y social. La incertidumbre sobre su convalidación en el Congreso de los Diputados es palpable, especialmente considerando que socios clave del Gobierno, como el PNV y Junts, podrían no respaldar la iniciativa. Este escenario nos invita a reflexionar sobre la conveniencia y las implicaciones de una intervención gubernamental en una materia tan crucial como el tiempo de trabajo.
Esta intervención del Gobierno en la regulación del tiempo de trabajo, sin el consenso de la patronal, puede llegar a considerarse forzosa y arriesgada. Históricamente, la negociación colectiva ha sido el mecanismo preferido para abordar estas cuestiones, permitiendo que los negociadores sectoriales adapten las condiciones laborales a las realidades específicas de cada sector. Nadie mejor que ellos para entender las particularidades y necesidades de sus respectivos ámbitos de actividad.
Esta intervención regulatoria, planteada de manera abrupta, podría alterar el equilibrio logrado tras años de diálogo y negociación. Resulta también cuestionable la premisa de que una reducción de la jornada laboral necesariamente aumentará la productividad. Es como decir que comprando ropa de una talla menor hará que uno necesariamente adelgace.
La productividad es un fenómeno complejo, influido por múltiples factores como la tecnología, la formación y el ambiente laboral. No existen evidencias concluyentes de que trabajar menos horas se traduzca automáticamente en un aumento de la eficiencia. De hecho, en algunos casos, podría ocurrir lo contrario si no se implementan las condiciones adecuadas para que los trabajadores puedan desempeñar sus funciones de manera óptima.
El impacto de esta medida en sectores clave del PIB español, como el sector servicios y la hostelería, no puede ser subestimado. Estos sectores, que dependen en gran medida de la flexibilidad y la disponibilidad de mano de obra, podrían enfrentar serias dificultades para adaptarse a una reducción de la jornada laboral. La hostelería, por ejemplo, es un sector que opera en horarios extendidos y con picos de demanda que requieren una alta capacidad de respuesta, como el comercio, la agricultura y el sector servicios.
El sector retail también podría verse afectado. La necesidad de mantener tiendas abiertas durante largas horas para satisfacer las demandas de los consumidores choca con la idea de reducir la jornada laboral. Esto podría llevar a un aumento en los costos laborales y, potencialmente, a un incremento en los precios para los consumidores.
Por otro lado, es importante considerar que la reducción de la jornada laboral no necesariamente se traducirá en un impacto directo en el día a día de los trabajadores. La medida podría implementarse como un incremento en los días de vacaciones en lugar de una reducción de las horas semanales, lo que no alteraría significativamente la rutina laboral diaria. Esta posibilidad plantea dudas sobre la efectividad de la medida para mejorar la calidad de vida de los trabajadores, uno de los objetivos principales de la propuesta.
Las pequeñas y medianas empresas, que constituyen el 99% del tejido empresarial español, y los autónomos empleadores, enfrentarán desafíos particulares con esta medida. Estas entidades, que a menudo operan con márgenes de beneficio reducidos y recursos limitados, podrían encontrar difícil absorber el impacto de una reducción de la jornada laboral. La necesidad de contratar personal adicional para cubrir las mismas horas de operación podría resultar insostenible para muchas de estas empresas, poniendo en riesgo su viabilidad económica.
Finalmente, la implementación de esta medida generaría un problema organizativo significativo en términos de cobertura de vacantes y reorganización de turnos. Las empresas tendrían que replantear sus estrategias de gestión de personal para asegurar que las operaciones continúen sin interrupciones, lo que podría requerir una inversión considerable en tiempo y recursos.
En conclusión, aunque la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas semanales podría parecer un avance en términos de derechos laborales, es esencial abordar esta cuestión con cautela y un enfoque equilibrado. La intervención gubernamental en esta materia debe ser el resultado de un consenso amplio que incluya a todos los actores relevantes, desde la patronal hasta los sindicatos.
El mercado laboral necesita un poco de paz, de sosiego y, como dicen mis paisanos y los de la ministra, “un poco de sentidiño”.