Flexbrick, el tejido cerámico catalán para bóvedas, pavimentos, pérgolas y fachadas
La compañía estima que participará este año en 30 obras y estudia incluir un captador de energía solar en la estructura. Su firma se encuentra en edificaciones de los cinco continentes.
Hace más de 20 años, Vicente Sarrablo (Barcelona, 1964), catedrático de la Universidad Internacional de Catalunya (UIC), mantuvo una reunión con el reconocido ingeniero uruguayo Eladio Dieste. La obra del genial arquitecto inspiró a Sarrablo, que volvió a su ciudad natal con una idea: industrializar el sistema de bóvedas cerámicas de este especialista. Esto sería el embrión del tejido cerámico Flexbrick, que consiste en piezas cerámicas tramadas sobre una malla metálica de acero inoxidable.
Durante los siguientes años, Sarrablo trabaja en su tesis doctoral y, en 2001, Hispalyt (Asociación Española de Fabricantes de Ladrillos y Tejas de Arcilla Cocida) decide hacer un estand en el que se mostraran qué tipos de avances se estaban realizando en el mundo de los ladrillos y se lo encarga a él. “Pensaban hacerlo con unos paneles para explicar qué estaba investigando [...] Yo les propuse que, en vez de hacer un panel, por qué no hacíamos el estand con el mismo sistema”, recuerda el arquitecto e investigador.
Sarrablo desarrolló este “demostrador arquitectónico”, y fue esta la primera semilla de lo que sería en un futuro la compañía. Llamó la atención, pero, como comenta el actual director general de Flexbrick, Lluís Pinardel, “era una buena idea técnicamente aunque desde el punto de vista comercial hacer bóvedas cerámicas tenía poca salida en el mercado”.
Ventajas
Sostenible. La cerámica que se utiliza en los tejidos Flexbrick se hornea con biogás, cuyos residuos para su generación provienen de un vertedero cercano a la fábrica. Además, son fáciles de reciclar debido a que sus elementos se pueden separar al estar unidos en seco.
Fácil colocación. El tejido se coloca con grúas, como si se estuviera extendiendo una alfombra sobre una superficie. Su uso ahorra mano de obra y tiempo, la velocidad de construcción se puede multiplicar por 15 o 20, según el director general de la empresa, Lluís Pinardel.
Flexibilidad. Las láminas se pueden doblar y enrollar, lo que facilita el transporte y el almacenamiento.
Estética. La gran función del tejido es la estética. Se usa como segunda piel en muchos casos. Por eso, la empresa ofrece diferentes configuraciones en forma, color, etcétera.
En 2006, Sarrablo, junto a Jaume Colom, construye Casa Mingo, una vivienda que ya utiliza diferentes aplicaciones del tejido. “Estábamos acabando la edificación cuando nos dimos cuenta de que el mercado no nos iba a pedir tanto bóvedas como sistemas en seco –sin hormigón–”, cuenta el catedrático de la UIC. Los arquitectos colocaron un tejido cerámico en seco como cubierta, una aplicación que derivaría en pavimentos, pérgolas y fachadas.
Malpesa vendió su participación en Flexbrick a Piera Ecocerámica a principios de año
La facilidad de colocación y sus posibilidades estéticas convertían el producto de Flexbrick en único. Estas variantes sí tenían mercado, por lo que Hispalyt ofertó la patente a sus socios. Piera Ecocerámica y Cerámica Malpesa fueron las que apostaron por la invención de Sarrablo y crearon la empresa Flexbrick SL en 2009, con sede en Barcelona. Ambas compañías tenían una participación del 50% en la firma, que invirtió 2,5 millones en un primer momento en la investigación y desarrollo del sistema. Sarrablo admite que “tanto Piera como Malpesa tenían un gen innovador muy interesante”. A inicios de 2023 Malpesa vendió sus acciones de Flexbrick a Piera, que ahora es dueña de la innovadora empresa en su totalidad.
En 2011 se comenzó a comercializar el tejido. Desde entonces, participaron en numerosas obras arquitectónicas. Pinardel destaca el Parking Saint Roch de Montpellier por ser de las primeras obras internacionales, uno de los pabellones de la Expo de Dubái de 2020 y el edificio del Instituto de Investigación de Sant Pau en Barcelona. Este último lo resalta por la complejidad de realizar piezas cerámicas con la coloración demandada.
Prevé facturar seis millones de euros en 2023, tres veces más que el ejercicio anterior
Según Pinardel, Flexbrick prevé facturar este año seis millones de euros, el triple que en 2022, cuando notaron los efectos de la pandemia. Antes del Covid, la compañía ya iba en línea ascendente y ahora participan en más proyectos –este año calculan tener presencia en más de 30 obras– y cada vez son más internacionales. En 2022, el 65% de su negocio fueron exportaciones. Desde 2018 viven una expansión internacional –han realizado obras en cada uno de los cinco continentes– y hasta cuentan con distribuidoras en otros países, como Shildan en EE UU.
El crecimiento también repercute en su plantilla, que asciende ya a 15 empleados
El crecimiento también ha repercutido en su plantilla. Inicialmente, la estructura era la misma que la de Piera. En la actualidad, cuenta con 15 empleados distribuidos en diferentes áreas: dirección, comercial, administración, producción y oficina técnica. Esta última se encarga de estudiar y ejecutar los proyectos de obra y de innovación.
El mercado exterior supuso el 65% de su negocio en 2022, frente al 35% nacional
Ahora, están investigando las posibilidades de incluir un captador fotovoltaico en el tejido cerámico Flexbrick. Este es el siguiente reto de la firma catalana: crear energía a partir del sol que reciben sus fachadas. Según Pinardel, el 50%-60% de la financiación de este proyecto proviene de ayudas públicas.
La idea que nació en Uruguay y sobrevivió a la crisis económica de 2008
Las bóvedas cerámicas del Museo de la Ciencia, situado en Terrassa (Barcelona), impresionaron tanto a Vicente Sarrablo que decidió investigar y realizar su tesis doctoral sobre la cerámica armada. Viajó hasta Uruguay en el año 1997 gracias a una beca de investigación con un objetivo: conocer a Eladio Dieste y su sistema cerámico.
Una carta del arquitecto español Carlos Clemente permitió a Sarrablo tener una reunión con el ingeniero, que “estaba ya bastante malito”, en palabras del creador de Flexbrick. Había sufrido un infarto de cerebelo y, según Sarrablo, le daba vergüenza que le vieran en esas condiciones. Pero hizo una excepción.
Dieste le mostró una obra en la que tuvieron que trasladar la cubierta de una gasolinera a otro lugar. Entonces, a Sarrablo se le encendió la bombilla: “Sin proponérselo me pareció que habían inventado el primer prefabricado de cerámica armada. Si la cortas de un sitio y la colocas en otro es como si la fabricaras en fábrica y la colocaras en otra ubicación”.
Así surgió la idea de Flexbrick. La investigación aprovechó una época de bonanza. El apoyo de Hispalyt y las ayudas públicas (1,3 millones de euros del Ministerio de Ciencia) fueron claves para desarrollar un proyecto que empezó a comercializarse en 2009. “Fue un gran mérito que las empresas aguantaran al principio el tirón, cuando no había un mercado”, comenta Sarrablo.
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