Lluvia de dinero público para la industria verde
Las principales potencias lanzan paquetes de ayudas para proteger el sector renovable y el coche eléctrico
Órdago de Estados Unidos y China a la Unión Europea. Las principales potencias toman posiciones y parece que la contienda ahora es por quién desarrolla primero la industria verde. Esto es, el coche eléctrico, los módulos fotovoltaicos, los aerogeneradores o las baterías, y cuya producción se considera estratégica. Pero también por quién pone más dinero sobre la mesa, a juzgar por los paquetes (de hasta 350.000 millones) lanzados por cada una de estas economías.
Para los analistas, sin embargo, este viraje proteccionista es más bien un rediseño de la globalización para hacer frente a China y Rusia en un momento de crisis energética y de atasco aún en la cadena de suministro. Esto evidencia que la guerra comercial iniciada en el mandato de Donald Trump todavía persiste. Pero ¿es exagerada la reacción europea, que ha tildado la medida estadounidense de injusta? ¿Son necesarias estas ayudas? ¿Cómo afecta a Europa? ¿Cuáles son las problemáticas que la UE debe resolver más allá de este pulso global?
Norbert Rücker, responsable de economía e investigación de Next Generation de Julius Baer, cree que la Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por sus siglas en inglés) estadounidense y la Made in China 2025 afectan “mucho menos de lo que sugieren los debates políticos” por dos motivos. El primero, “el negocio solar apenas comienza a crecer en Europa respecto de China, que es el mayor mercado con diferencia. Y esa dependencia de Pekín ha existido durante mucho tiempo sin causar problemas”, aduce.
Y el segundo, “las exportaciones de coches europeos a EE UU son marginales, de entre el 5% y el 7%. La mayoría de los fabricantes se instalan en Norteamérica y producen para este mercado a escala regional. Las llamadas de alarma del sector, sobre todo de aquellas empresas que no supieron posicionarse a tiempo para los cambios estructurales en curso y que ahora piden subvenciones sin tapujos, son un tanto hipócritas”, sostiene.
Rücker insiste en que la estadounidense es una política proteccionista, que pone de relieve el cambio a un capitalismo dirigido por el Estado, no una que promueve tecnologías limpias. “Las subvenciones son para los proyectos de captura de carbono, pero es un negocio de nicho”, indica.
David Kleimann, analista del instituto de estudios europeos Bruegel, considera también injustificada la sensación de pánico, pese al entorno de incertidumbre: “El impacto tóxico, como ha calificado [la comisaria europea de Competencia, Margrethe Vestager] a la IRA, es principalmente político y psicológico. Los políticos y las empresas saben muy poco sobre la política europea verde en marcha y sobre la eficacia de la IRA, con su enorme inversión pública pero también con sus restricciones regulatorias”.
Sin embargo, reconoce unos posibles efectos. “Además de la fuerte subvención a la producción, contiene otros pecados capitales desde un punto de vista comercial y climático: los llamados requerimientos locales perturban el mercado nacional e internacional, generan fragmentación, industrias y empleo dependientes de las ayudas y un exceso de tecnología limpia”.
Pedro Miguel Galiana, profesor de la Universidad Carlemany, opina que Europa llega de nuevo tarde. “No solo China y EE UU, otras economías, como la india y la japonesa, están comenzando a posicionarse en la nueva industria”. Un proceso, comenta, que se ha visto acelerado por la guerra comercial entre Washington y Pekín durante la Administración Trump, la disrupción de las cadenas de suministro durante la pandemia y la crisis energética tras la invasión rusa en Ucrania. “Todos los Gobiernos están preocupados y son conscientes de la importancia de tener un mínimo de control sobre industrias estratégicas como la verde”, recalca.
Ayudas sí, ayudas no
La competencia se traslada ahora al terreno energético. Es decir, el pulso internacional de las principales potencias es ahora por el control de las materias primas (litio, cobre...), las patentes o los canales de distribución, detalla Galiana. “Las ayudas públicas marcarán cada vez más las diferencias”, asegura.
No hay consenso respecto a la intervención del Estado con ayudas masivas. Algunos expertos y empresas del sector de automoción creen que son necesarias, mientras que otros no porque son tecnologías ya maduras y baratas.
“Todas las medidas proteccionistas mediante aranceles o herramientas similares alteran el funcionamiento del mercado”, opina Víctor Ruiz Ezpeleta, profesor de OBS Business School. Chris Rosslowe, analista sénior de datos climáticos y energía de Ember, señala que las exenciones fiscales de la IRA hacen que EE UU resulte más atractivo para la inversión de energías limpias. “A la UE le preocupa que las empresas se sientan atraídas y se deslocalicen”.
En cambio, Alberto Cantero, CEO del operador de sistema de recarga para el coche eléctrico Wenea, está a favor de dichos estímulos de forma temporal, como se ha hecho en Noruega, Alemania y China, “para impulsar al consumidor hacia esa transformación final”.
En lo que sí coinciden los consultados es en que las trabas burocráticas son el principal freno. “El obstáculo que impide una transición aún más rápida son los permisos largos y complejos, no la tecnología, la economía y el capital”, avisa Rücker. Y refiere, por ejemplo, que las estrictas restricciones impuestas por EE UU a las importaciones de paneles solares chinos frenaron el auge de la energía solar y encarecieron las instalaciones.
Respuesta europea
Europa ha respondido solo con 225.000 millones de euros a los 790.000 millones anunciados por Joe Biden para luchar contra la inflación, de los que 350.000 se dedicarán al impulso de tecnologías limpias (se desconoce el importe del plan chino). “El tamaño sí importa: la UE ha de comenzar a comportarse como una gran potencia y debería aumentar sustancialmente las ayudas”, considera Galiana, tras ser preguntado si era necesario igualar o elevar la cuantía.
Pero el monto lanzado no implica más dinero. Los recursos para invertir en la industria cero neta –renovables, descarbonización de procesos industriales, eficiencia energética–, como se ha denominado, provendrán de los programas ya existentes, como el plan REPowerEU, InvestEU y del Innovation Fund. La Comisión Europea trabaja también en la creación de un fondo soberano, del que no hay más detalles, para tecnologías críticas y emergentes. Y en la simplificación y agilización de los trámites de forma temporal para acceder a dichas ayudas.
“La ley Made in China introduce la posibilidad de reivindicar la fecha de prioridad de una solicitud de diseño nacional anterior en un plazo de seis meses a partir de la fecha de presentación”, ilustra Ruiz Ezpeleta.
Este punto es clave y a la vez controvertido por la desigualdad que puede generar esta medida en el interior de la Unión Europea, ya que los Estados no tienen la misma capacidad de financiación. “La Comisión ha sugerido un mecanismo de equiparación, que autoriza las ayudas si las empresas de la Unión pueden demostrar que trasladarían su inversión a un tercer país si este ofreciera incentivos superiores”, dice Kleimann”.
Los socios buscan la mejor manera de solventarlo porque la realidad se impone. “La eólica se ve retrasada por la incertidumbre del mercado, la demora en los permisos, los problemas en la cadena de suministro y la inflación. Los altos costes de inversión inicial obstaculizan la electrificación de la calefacción residencial e industrial y la mejora de la eficiencia energética en edificios, y la burocracia afecta a la ampliación y descongestión de la red”, precisa Rosslowe.
La digitalización, el gran talón de Aquiles europeo
Pese a la delantera china y a la ofensiva estadounidense, Europa puede presumir de sectores punteros, sobre todo en renovables. “Entre las diez mayores empresas de fabricación mundial de turbinas eólicas hay seis chinas, tres europeas y una americana. Y dentro de las europeas, hay una española, Siemens Gamesa”, indica Pedro Miguel Galiana, profesor de la Universidad Carlemany.
La UE también destaca en energía nuclear, en sistemas de redes inteligentes y en eficiencia energética urbana. “Por toda Europa, principalmente en el norte, hay una enorme inversión en renovables y en soluciones para reducir los gases de efecto invernadero”, agrega.
Norbert Rücker, responsable de economía e investigación de Next Generation de Julius Baer, subraya también “la ventaja energética estructural” que se está desarrollando en la Península Ibérica y los países nórdicos. “A diferencia de Pekín, en 2021, cuando la crisis energética golpeó con fuerza y provocó apagones generalizados, Europa evitó en 2022 consecuencias tan extremas gracias a un mercado abierto y bien diseñado que absorbió las perturbaciones extremas. Mientras tanto, los precios de la energía se acercan a niveles previos a la crisis”.
Sin embargo, Galiana advierte de que su “gran talón de Aquiles es el bajo nivel de digitalización. “No solo respecto de China, sino especialmente de EE UU. La digitalización es el nervio central de la cuarta revolución industrial y, en especial, de las industrias verdes”, argumenta. Además, sugiere que las ayudas se redistribuyan de forma diferente. “Introducir soluciones verdes en la licitación pública será fundamental. Hay ejemplos en el ámbito municipal, pero esto debe convertirse en algo rutinario y no en algo excepcional”.
Y que se incida en la formación profesional, “tanto la de base y la continua como la de reciclaje”, ya que el proceso de transición va a generar perdedores y ganadores. De hecho, el paquete de medidas de la Comisión Europea incluye un capítulo sobre esta materia: la recualificación de los trabajadores, apunta.
David Kleimann, de Bruegel, dice que se necesita un mayor conocimiento sobre los programas de financiación existentes, los marcos de ayudas estatales y las alianzas público-privadas en tecnologías limpias. “Sería deseable también mejorar el acceso público a los datos sobre gasto de los Estados miembros”.
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